Capítulo 4

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—¿Cómo puedo hacer lo que quieres si no me lo dices? — preguntó ryeowook mientras agarraba la camisa de yesung desesperadamente.
No sabía qué era lo que había hecho mal, pero no quería que lo castigaran de nuevo. — ¡Por favor! Dime que hice mal y no lo hare nunca más.

Yesung abrió la boca como para decir algo y luego lo cerró de golpe. Su cara se ensombreció, sus orejas puntiagudas se pegaron a su cabeza. Yesung parecía como si alguien le hubiera cruzado la cara. Con fuerza.

—¡Por favor! — exclamó ryeowook. — No quería hacerte enfadar. Haré lo que quieras. Seré una buena mascota, te lo prometo. Solo dime qué quieres que haga.

El corazón de, ryeowook latía con fuerza. El movimiento de las manos de yesung hizo que ryeowook se fijara en ellas y abrió los ojos de par en par cuando vio unas garras salir de la punta de los dedos del alienígena. Unos colmillos también se hicieron más visibles cuando yesung curvó sus labios y dejó escapar un gruñido. Oh, mierda. Ahora ryeowook sabía que se había metido en problemas. Se dejó caer al suelo y se encogió lo más pequeño que pudo, protegiendo su cabeza con los brazos. Se olvidó de respirar mientras esperaba al golpe que sabía iba a caer.

Pero nunca cayó. Ryeowook sintió a yesung moverse, y un segundo después la puerta siseó al abrir y luego cerrarse. Ryeowook esperó un minutos y luego bajó lentamente las manos y miró alrededor. En la habitación solo estaba él. Yesung se había ido. No entendía nada. Yesung estaba tan enfadado y ryeowook no sabía por qué.

Se subió a la cama y se escondió debajo de las mantas para consolarse. Ojalá hubiera sabido dónde guardaba las pastillas para dormir que el médico le había ofrecido para poder tomar un par. Dormir parecía mucha mejor idea que intentar entender toda esta mierda. La vida de ryeowook era un infierno y no parecía que iba a mejorar. Era una mascota, su amo un alienígena al que nunca podría derrotar. No iba a ver su casa, su gato, ni siquiera la televisión jamás. No podría ni ver el futbol. No es que fuera a echar de menos el deporte, solo la libertad de escoger si lo quería ver o no.

Era un esclavo. Su vida no iba a mejorar y ahora había hecho enfadar a su amo. No tenía ni idea de lo que
había hecho mal. Yesung había empezado echando la loción a sus moratones, pero pronto se convirtió en otro castigo. Quizás yesung se había enfadado porque se hubiera amoratado tan fácilmente, pero no había nada que ryeowook pudiera hacer al respecto. Era genético.

Si solo Yesung le dijera cómo comportarse, sabría qué hacer. No es que quisiera ser un esclavo o una mascota o lo que fuera, solo quería que no lo castigaran. La situación le tenía confuso y no sabía cómo reaccionar. Era demasiado para él.
Yesung le había dado placer inimaginable, más de lo que había sentido con nadie en su vida. Pero solo era una forma de disciplina. Yesung no había tocado a ryeowook porque le deseara, solamente era un castigo. ¿Quizás eso en sí mismo era una especie de castigo? No sentir nunca que yesung le quisiera o necesitara, ¿y solo sentir placer como una manera de castigarle? Ryeowook no lo sabía y eso le confundía aún más. No sabía cómo hacían los alienígenas las cosas. Ryeowook todavía estaba confuso cuando se quedó dormido.

— Ryeowook — anunció la puerta, — Necesito hablar contigo.

Ryeowook se sentó, frunciendo el ceño al mirar de dónde provenía la voz.

—¿Doc?.

—¿Puedo entrar, Ryeowook?

—Um, sí, dame un segundo.— ryeowook se abrió paso a través de las mantas y localizó sus pantalones,
poniéndoselos rápidamente. Cruzó la habitación hasta el panel de control en la pared opuesta y miró con confusión la multitud de botones.

— Eh, Doc, ¿cómo abro esto?

—¿Registró yesung tu huella de palma en el sistema de seguridad?.

Subasta de esclavos (Yewook) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora