El hospital

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El aeropuerto de Ezeiza estaba lleno. Nunca había pisado un lugar de esta clase, por ello me sorprendí. El viajar se suponía que para todos era algo que provocaba una gran felicidad y para mí, era todo lo contrario. De Argentina, un país donde nieva raramente, donde las festividades se festejan de forma no tan exagerada, iría a Estados Unidos. Mí inglés tampoco es tan bueno, tengo miedo de que termine por mezclarse con mí acento argentino. Eso sería molesto.  Pero, para alguien como yo... con una enfermedad tan complicada, extraña, en mí país, era bueno tener esta oportunidad. La espina bífida, y yo. Así podría llamarse esta historia.


—¡Te extrañaremos Melania! ¡Recuerda que siempre puedes volver con nosotros, te esperaremos siempre! —  gritó una de mis amigas al punto de el llanto, yo sabía que entre mi grupo de amigos se habían prometido no llorar hasta que me marchara. Ellos estaban conscientes de que esto era por mi bien, no deseaban impedir en mi salud. No llorarían, o demostrarían el sufrimiento que les provocaba esto.

Ellos no eran los únicos así. En verdad, yo no quería viajar. Abandonaría mí vida, los amigos que tanto amo ¿Quién sabe si me aceptaran en el país de los sueños? Con mí discapacidad, es difícil hacer amigos. Y ellos, personas tan importantes en mí vida... debería dejarlos el día de hoy, hasta que pueda tener una buena vida.

Después de esa larga despedida, escuchamos la voz que aviso la llegada del avión. Antes de subir, tuvieron que cambiar mí silla de ruedas por una que pertenecía al aeropuerto. Me molestaba está clase de trámites, pues la gente suele vernos, y es incómodo ¿Qué les importa? ¿Nunca vieron a alguien así? Ya cuando llegamos de los primeros, pude descansar. Mí asiento daba a la ventana, por lo que deje caer mí cabeza en ella. Después entraron mis dos pequeños hermanitos, ellos si parecían emocionados.

— Vamos, amor, quita esa cara e intenta dormir. Sabes que hacemos esto por tú bien —Mí mamá, con su voz tan suave como siempre intento tranquilizarme.  No servía de nada, me daba pena rechazarla. Por eso obedecí, y descanse por el resto del vuelo.

A decir verdad, cuando llegamos estaba un poco confundida. Había soñado que seguía en casa, esperando a que pasara el receso invernal para ir a clases. Ahora, el calor me había invadido. Tuve que pedirle a mí madre que me ayudara a sacarme la campera, ni siquiera sospeche el cambio de temperatura que habría.

Por dios, cuando bajamos de inmediato fui rodeada por personas hablando en inglés. Las entendía de alguna manera, era tan extraño. Saben, mí vida siempre estuvo a base del "che" ¿Cómo me deshacía de ese modismo? De repente me ven hablando en inglés, y pronto quiero meter todo lo argentino posible en la oración, voy a sufrir.  El calor que hacía era insoportable, el viaje en taxi hasta casa también lo fue. Encima, tuvieron que buscar mí silla junto al equipaje, casi no la encuentran.

—¡Quiero ir a la jugueteria! La tía dijo que en Estados Unidos hay juguetes muy bonitos y que en casa no hay  - Mí hermanita grito en español el chófer solo miro por el espejo sin entender nada. Eso fue gracioso.

No todo podía ser malo. La casa quedaba en el centro de la ciudad, una gran ubicación. Mí padre pudo comprarla luego de años de trabajo, y ni decir los trámites. Él había pensado en mí, entonces encontró esta pequeña casa que contaba con escaleras y una rampa. Para mí comodidad yo dormiría en el piso de abajo, mis hermanos con mis papás arriba. Para resumir mí nuevo hogar estaba rodeado de un corto pasto verde, las ventanas estaban llenas de polvo, y la fachada de madera le daba un toque de antigüedad.

— Primero ayudare a Melania a entrar, comiencen a sacar las cosas— Mi progenitor en definitiva era el que estaba más convencido de haber venido aquí.  El siempre priorizo mí salud, me cuida como si fuera la más pequeña de todos sus hijos.

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