PRÓLOGO

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Desolada como desierto, aún siendo una pradera vasta en vegetación, agua y fauna silvestre, se da una persecución digna de relato, donde un par de caballos, muy bien cuidados ellos, seguían el paso de cerca a un jinete encapuchado, teniendo él una fija expresión de concentración, como si ser capturado fuera la menor de sus preocupaciones. No era para menos: con lo lodoso del camino al ser un bosque de frecuentes lluvias, y la pobre visión que dejaba tan fosca noche, un movimiento en falso podría terminar esta carrera improvisada en cualquier momento.

—Deténgase Aurelio— exclamó un joven de pelos rubios y rizados cual muñeca de porcelana, con expresión de genuina preocupación al estado mental del perseguido —no tiene que tirar su vida por la borda, ¡Piénselo nuevamente!—

—¡No te escucha, idiota!— dijo su copiloto en un tono burlesco —está cegado con un enemigo invisible, no es capaz de ver la estupidez que está cometiendo—

—¡Debemos pararlo entonces, señor Emrys!— dijo el rubio, a lo que su compañero respondió con coger una bolsa tubular del montón de equipaje que traían ambos.

—¡Mierda! Tengo que perder a estos dos o no llegaré a ningún sitio— pensó Aurelio para sí mismo. Para su mala suerte, se acercaban a un montículo de tierra, y como el terreno se había vuelto lodoso, era demasiado arriesgado el aumentar la velocidad, así que hizo lo contrario, quedando así en medio de sus perseguidores: a la derecha del más joven, e izquierda del vástago.

—Muy buen espectáculo muchachos, pero deben detenerse ahora o no vivirán para contarlo— dijo Aurelio con tono algo condescendiente.

—Crees que esto es un juego— dijo su otro perseguidor, siendo un hombre vástago, claramente curtido por años y años de estar al frente de batalla— si no te conociera mejor, diría que te estás entregando, Flores.

—¿Qué demonios le pasa señor Aurelio? ¿Acaso se volvió loco?¿Por qué se ha enemistado con la familia real?— Preguntó el conductor.

—Eres un pobre ignorante Ocho. No gano nada explicándote mis motivos, estás demasiado metido en el ajo para entenderlo—

—¡Me llamo Otto!— exclamó el joven con notable cólera —Otto Von Rainer. Recuérdelo esta vez por favor. El nombre de aquél que lo traerá con la justicia—

Tras oir a su copiloto, Emrys desenvainó su bracamarte, un tipo de espada semicurva con un solo lado afilado, y prontamente comenzó a tirar tajos hacia Aurelio consecutivamente, los cuales este logró esquivar, exceptuando el último, cortando su hombro izquierdo profundamente. Debido a esto, Aurelio decidió ir aún más lento, previniendo otra ráfaga de cortes que, en dichas condiciones, terminaría matándolo.

—Tu turno novato— díjole Emrys a su compañero en voz baja.

—Maldición Emrys— pensó Aurelio para sus adentros —¿Cuánto tiempo llevas esperando a cortarme, cabronazo? En fin, con alejarme un poco de él bastará. Lo que más me preocupa es ese novato. No tengo idea de cuál será su estilo de pelear, pero lo más seguro es que intente neutralizarme a distancia. ¿Una red? Una táctica básica—

—¿Debo hacerlo, jefe? —

—Por supuesto—

Seguidamente, Otto tomó el bolso que portaba el caballo en su lado derecho, retirando una red metálica de su interior, para lanzarla en la dirección de su ex-camarada poco después. Afortunadamente, y gracias a ir en una velocidad menor que la de sus enemigos, Aurelio pudo frenar de golpe su paso, esquivando así la trampa sin mayor esfuerzo. Ocasión que aprovechó para cambiar de trayectoria, yendo a su derecha todo lo rápido que pudo, lo suficiente para estar a una distancia segura de sus perseguidores. Cuando se percataron, Emrys y Otto lo intentaron seguir, pero debido a la velocidad que iban, disminuyeron el paso para maniobrar correctamente.

Campo de MagnoliasWhere stories live. Discover now