CAPÍTULO I

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En una verdulería cualquiera, en un pueblo cualquiera, yace una pequeña joven, con pelo negro llegado hasta el hombro, peinado cual casco de caballero. Portando un delantal sobre un vestido deshilachado por el continuado uso, haciendo juego con sus sandalias de hoja de roble hechas a mano para proteger sus maltratados pies. La doncella fungía de encargada en una verdulería, desempacando la nueva mercancía, reemplazando con habilidad las pocas papas y cebollas que no vendieron del día anterior y colocándoles en una bolsón aparte, asegurándose de dejar todo en orden antes de la hora de apertura.

Mientras hacía ella una última barrida al piso antes de abrir, escuchó tocar la puerta frontal ocho veces en total, tres al principio, dos en medio, y tres al final. Tras oír esto, Lety abrió prontamente la puerta, con una amplia sonrisa dibujada en su rostro:

—Las flores crecen en invierno...—.

—Si valen su peso en oro—.

Tras escuchar esto, se apresuró a quitar los seguros de la puerta, abriéndola completamente para recibir a la persona del otro lado:

—¡Qué gusto verte, Julieta!—

—¡Lo mismo digo, Lety!—

—¿Qué milagro te ha traído a nuestra tienda?—

—Uno muy particular, la gente suele llamarlo hambre—

—¡Ah! La enfermedad del pobre—

—Bueno, más que la pobreza... Se nos han acabado los suministros—

La joven llamada Julieta poseía unos hermosos cabellos color cobrizo, haciendo semblanza al horizonte en un atardecer, yendo a juego con sus ojos verdiazules cual lustrada aguamarina. Pasando por sus pómulos anchos, nariz pequeña y respingada, y sus cachetes redondos, pero definidos, parecía salir de un cuento de hadas, de no ser por los harapos que llevaba.

—Ya veo... No me extraña, no recuerdo la última vez que vinieron la señora Sofía y tú a comprar—

—Hoy se cumplen dos semanas—

—¡Normal que hayas enfermado!¿¡En qué estabas pensando al esperar todo este tiempo a comprar suministros?!— dijo iracunda la niña morena.

—Bueno, aún tenemos pan para rato, y el agua no escasea... Pero, simplemente no puedo aguantar más a que vuelva madre. ¿Sabes?—.

—¿Qué?¿Aún no ha vuelto tu mamá?—.

—No... Se suponía que era un viaje de no más de una semana. No sé qué pensar...— dijo Julieta mientras jugaba con sus manos torpemente.

—Ya veo... Por eso viniste sola, pobrecita. Ya sé, ¿Qué te parece vivir con nosotros hasta que la hermana Sofía regrese?—.

—Lo siento pequeña Lety— dijo Julieta con una voz nostálgica, como si se esforzase por sonar monótona —pero tendré que negarme. Esperaré a madre, no quiero que esté sola cuando llegue de tan largo viaje.

Poco después comenzaron a escoger productos que Julieta podría necesitar: Patatas, zanahorias, cebollas, pimientos, brócoli, todos cuidadosamente escogidos para la fiel amiga de Lety, y puestos en un par de sacos de tela, llegando a la cintura de la joven pelirroja. Se escucha a su vez unas pisadas bastante bruscas llegando rápidamente hasta donde las jóvenes se hallaban, de un joven adulto, alto, bien parecido, llegar por la puerta trasera del comercio:

—¡S-Sí que pesan! Eres capaz de cargar esto Lety—

—Pues claro que sí, te acostumbras cuando...— dijo Lety antes de ser interrumpida.

—Oh, ¿Pero qué tenemos aquí?—

—Discúlpame hermanito, pero Julieta necesitaba provisiones para las siguientes semanas así qu—

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⏰ Última actualización: May 07, 2020 ⏰

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