El Infierno

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Mikaela ya llevaba dos días en ese laboratorio, dos días de pruebas insignificantes hasta el momento. Continuaba atado a la silla y apenas le quedaban fuerzas. Todos los días Kureto le hacía cortes y notó que a medida que la sed incrementaba las heridas tardaban más en cicatrizar. Todos los días su cuerpo gastaba energía en curar esos cortes.

Al tercer día, Kureto decidió meterlo en la habitación con paredes de cristal, ahora, dentro de este cuarto, habían puesto una celda con barrotes más fuertes de lo normal. Por lo tanto, si quería escapar tendría doble dificultad.

A pesar de que se encontraba sediento no pidió sangre ni tuvo un comportamiento violento. En la celda era "libre", porque no tenía esposas ni estaba atado a una silla. De hecho, no tenía absolutamente nada en la celda, ni una cama.

Desde que lo trasladaron a la celda en la habitación de cristal, los experimentos cambiaron. Ya no eran cortes y venenos, ahora Kureto le colocaba una especie de casco con un montón de cables en la cabeza que le provocaba un dolor intenso. Sin quererlo sus ojos se ponían en blanco ante tan insoportable tortura.

-Aaaaaaaaaah- Paró para no ahogarse-Noo p-por favor paraaa.-Suplicó.

Kureto observaba todo desde el cristal, el vampiro retorciéndose de dolor en el frío suelo sin dejar de gritar y hacer muecas extrañas.
El científico apuntaba todo en la libreta y sonrió. Por fin encontraba algo que le hacía sufrir.

-A ver si así te lo piensas dos veces antes de matar a una niña inocente.- Dijo por el micrófono para que el rubio lo oyera.

Y Mikaela lo escuchó pero no le prestó atención, sólo quería librarse de ese dolor.
Los gritos y las súplicas desesperadas no dejaban de hacerse presentes en la habitación. Llegó a un punto en que le costaba respirar, y hacía sonidos bastante desagradables.

Kureto incrementó la fuerza para observar la reacción del vampiro. Pero ya no suplicaba entre gritos, ahora sólo lanzaba amenazas. El científico se percató de que Mikaela estaba sacando su lado "salvaje" que era el lado puramente instintivo de esas bestias, los vampiros.

En la antigüedad a menudo se dejaban guiar por ese instinto animal que los impulsaba a cazar y a hacer daño a seres inocentes. Pensar que ese monstruo llevaba tanto tiempo suelto le ponía enfermo. Menos mal que ya lo habían capturado y le esperarían muchos años de prisión por lo que hizo.

-¡Maldito! ¡Te voy matar! ¡Baja eso!- Rugía mientras mostraba sus ya crecidos colmillos.

Tenía los ojos rojos, lo que hizo entender a Kureto que estaba hambriento y furioso. Además de las crecidas garras que le habían salido. Lo que indicaba que había salido a flote su lado salvaje y quería atacarle pero el intenso dolor de cabeza le impedía actuar. Aunque de todas formas, no podría. Estaba dentro de una celda metida en una habitación de cristal especial.

Kureto apagó la máquina y dejó a Mikaela tirado en el suelo con el casco en la cabeza. Apuntó la necesario en su cuaderno y salió del laboratorio.

 Apuntó la necesario en su cuaderno y salió del laboratorio

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Encerrado. {MikaYuu}Where stories live. Discover now