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Aquel lugar apestaba a cigarrillo, un olor desagradable que Lisa odiaba, pero tenía que aguantar si se suponía que quería trabajar. Cerraba un nuevo negocio. Ella era una especie de limpiadora, la más profesional y eficaz de todas.

Escuchaba atentamente al castaño que tenía enfrente, mientras se dedicaba a chupar un chupetín que tenía dentro de la boca.

-¿Te encontrarás libre el martes?-Lisa asintió-. Perfecto -de su bolsillo sacó una fotografía un tanto desgastada y vieja, con la foto de un hombre adulto, el cual rayaba unos cuarenta y tantos años-. Te será fácil identificarlo. Viene a la ciudad todos los martes y se hospeda en el hotel BLACKPINK.

Lisa mordió el bombón y comenzó a masticar la goma que había en el centro.

-¿Cuánto me darán?-no dió rodeos y fue a lo que le interesaba. El dinero.

El castaño la miró y sonrió.

-Te daré mil.

La rubia negó con la cabeza y al inclinarse un poco hacia adelante quedó a centímetros del rostro del sujeto.

-Cinco mil o no hay trato, Bam.

-Mil dólares-dijo el castaño, apretando la mandíbula, y sin dar el brazo a torcer. No quería dar más dinero.

-Cinco mil o no hago nada para salvar tu negocio.

El mafioso dió un golpe a la mesa, los dos vasos junto con el par de platos temblaron, asintió mientras sus ojos salían fuera de la órbita.

-Bien, te los daré. Más te vale que hagas bien tu trabajo. Ahora lárgate.

Lisa se levantó de su asiento, sin decir nada, tomando sus cosas y saliendo de aquel horrible sitio.

-Madita zorra-dijo apenas Lisa salió por la puerta principal.

[...]

Caminaba por las calles soleadas y bastante transitadas de New York hasta llegar a un supermercado. Al entrar algunas personas se la quedaron observando debido a su ropa, vestía un saco negro tres tallas más grandes que ella, unos lentes de vidrios color naranja y un par de guantes negros, sin embargo, a Lisa no le importó tal atención y siguió con lo suyo. Buscó dos cajas de leche en presentación de un litro y sonrío cuando la tomó con las manos, ésta era su bebida favorita.

Se dirigió hasta donde la cajera y la jóven le regaló una mirada llena de aburrimiento, Lisa alzó las cejas, y la chica se dedicó a atenderla.

Manoban ya había venido antes al Supermarket. Siempre llevaba lo mismo, solo a veces que cambiaba de menú cuando decidía llevarse una bolsa de galletas.

Pagó a la muchacha y se marchó, yendo a su apartamento. Caminó en medio del vestíbulo y saludó educadamente cuando una señora la miró, subió por las viejas escaleras con pasos pesados y flojos, cansada de la misma rutina de todos todos los días.

El piso donde vivía era compartido por una familia problemática que recién se había mudado hace unas tres semanas, casi todos los días escuchaba peleas y gritos provenientes del mismo apartamento, y sí, estamos hablando de violencia intrafamiliar.

Soltó un suspiro y al cruzar por el pasillo se detuvo de golpe cuando divisó a una niña de catorce años ¿fumando...?

Mi perfecta asesina - JenLisaWhere stories live. Discover now