1.- Destellos

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Hace varios años atrás dejé mi hogar, a mis amigos y conocidos, incluso dejé a mi querida mascota, todo para emprender un nuevo viaje que debía hacer yo sola. Todo parecía complicarse, pintaba que no tendría la oportunidad de buscar mi propio camino, que habría obstáculos difíciles de pasar para lograr mi objetivo, sin embargo, creo que el mayor obstáculo fue separarme de la comodidad que representaba mi vida.

Recorrí los barrios bajos de la ciudad en busca de un lugar dónde vivir, no tenía recursos para los lujosos departamentos de Nueva York, sólo un objetivo en mente, separarme de esas ataduras dolorosas, ese era mi único motor. Veía el paisaje sombrío, niños jugando y uno que otro adolescente recargado en las paredes de las calles con una postura amenazante; hasta que distinguí una figura conocida, sentía cierta tranquilidad, sin embargo, el reproche en mi interior no se hizo esperar.

-Un momento—pedí al taxista que se detuviera—está bien aquí—pagué lo propio y salí del auto para encontrarme con mi mejor amigo

Acomodé mi abrigo y caminé hacia el chico que había visto—Marcel--¿Qué haces aquí?

-Sabía las intenciones que tenías cuando te vi abandonar la sala aquella vez en la cena de Charles, me bastó con observar tus movimientos para adivinar que terminarías por aquí.

-No lograste saberlo con exactitud—estaba molesta por haber sido descubierta

-Tienes razón, pero esperaba encontrarte o que tú me encontraras a mí, nos veríamos la cara así tuviera que tocar cada puerta del vecindario

Sujeté su brazo y le incité a caminar hacia el lugar que había planeado alquilar. Las paredes estaban desgastadas, las ventanas requerían una limpieza profunda, al igual que las polvorientas alfombras y cortinas—no es cierto—escuché el quejido de Marcel haciendo una pausa despectiva cada que terminaba de decir una palabra al observar las condiciones del lugar—me alegra tanto haber venido

Marcel sacó de su portafolio un montón de papeles y un sobre amarillo que se apresuró a poner en mis manos.

-¿Qué es esto?

-El que te hayas separado de casa no significa que no tengas derecho a ciertas cosas, Mine.

Con sorpresa pasé de sus ojos hacia los papeles que había puesto sobre mis manos—está limpio, fue tu trabajo, no debes de negarte a ello.

-Aún así lo siento manchado, Marcel

-Es el trabajo más casto que he visto, deja de recriminarte y acepta lo que te ganaste. Ahora vámonos de aquí—sonrió y dijo lo último con enfado fingido—este tétrico edificio me da escalofríos

-¿Qué planeas?

No dijo una sola palabra, sólo me hizo caminar hasta la parada de autobús más cercana con destino al centro de la urbe mientras metía todo aquello en su portafolio de nuevo—incluso los niños parecen unos maleantes aquí.

-No te atrevas a decir eso de nuevo

-Perdón—enmendó sus palabras y siguió caminando

Un taxi era una nueva experiencia, pero nada como el transporte público, las personas se negaban a cubrir sus bocas al estornudar o toser, una señora escupió sobre mi mano al hacerlo. Sólo cerré los ojos y limpié el dorso sobre la superficie más apropiada que encontré, es decir, el abrigo de Marcel.

-Eres de las personas más quisquillosas que conozco, no habrías sobrevivido en ese lugar por mucho tiempo—soltó su mano de uno de los barandales y sacudió su abrigo después de ver mi gesto.

Le miré indignada mientras con desagrado mantenía esa mano alejada de mi ropa y piel—me acaba de escupir—estaba enfadada porque, a pesar de que claramente esa señora me había ensuciado con su saliva, sabía que era cierto, que era una chica completamente inútil para la vida en solitario, y que seguramente a la primera señal de plaga o problemas mobiliarios saldría del lugar. No hacía falta mucho, en realidad al entrar al departamento que había contemplado sentí cómo mis piernas temblaban, estaba segura que en cuando Marcel se fuera yo tendría una crisis al ver algún insecto revoloteando por ahí.

M&R-Fanfic version-JYWhere stories live. Discover now