M&R-Fanfic version-JY

3: Opaco

Era cierto lo que vivía, no era de las personas que se negaban rotundamente a creer que algo era falso cuando lo tenían frente a sí, era obvio que un ser fuera de lo común estaba cerca de mí. La gente parecía percibir su presencia al pasar al lado de él, pero para tener aquella apariencia, las reacciones de las personas al verle no eran en absoluto peculiares.

Cargué mi maleta sobre mi hombro, restándole el cansancio a mi codo tres cuadras antes de llegar al gimnasio. Las calles eran aún alumbradas por el servicio público, y los transeúntes eran padres con sus hijos o adultos haciendo ejercicio por la mañana. Él estaba detrás de mí, caminando con las manos en sus bolsillos observando el cielo encima de nosotros; lo noté al mirarle de reojo.

Llegué... llegamos a mi destino y observé que apenas si había dos personas en el lugar con sus audífonos puestos iniciando sus rutinas—podría incluso ser la primera en llegar si camino un poco más rápido—busqué el lugar que el encargado me había propuesto para realizar mis ejercicios y pasé a los vestidores. Estaba tan concentrada en que tenía que llegar a cambiar mi ropa que casi olvidaba un pequeño detalle, me giré y vi a ese individuo seguirme de cerca hacia el vestidor. Con señas le pedí que se alejara y me diera un poco de privacidad, no me parecía cómodo que un ser con rostro de hombre observara mientras me cambiaba; él ni se inmutaba con mis gestos—estamos solos, no es necesario callar, nadie podrá escucharnos, sólo habla normalmente—dijo fastidiado después de ver mis esfuerzos por comunicarle mi idea.

-Sólo quería seguir tus instrucciones—dije indignada—quédate aquí, ni se te ocurra seguirme, voy a cambiar mi ropa—asintió metiendo de nuevo sus manos a sus bolsillos y giró sobre sus talones

-Claro, aunque no creo que haya algo interesante que ver—le vi volver su mirada sobre su hombro mientras me daba la espalda.

Me tragué mis palabras y caminé a los vestidores sin hacer caso de sus gestos y palabras poco corteses. Ponía mis medias y calentadores encima mientras pensaba un poco en mi situación—y se supone que ese idiota va a protegerme de algo, sólo le veo potencial para hacerme la vida imposible.

Regresé al lugar, había colchonetas por todos lados—el encargado es muy amable—puse mi música en el reproductor que cargaba y comencé mis ejercicios de calentamiento. Por un momento observé a la parca, sus manos estaban permanentemente dentro de los bolsillos de sus pantalones, miraba a través de la ventanilla superior hacia el exterior, de pie sobre la última grada, verlo así sólo me ponía de nervios, así que decidí ignorarlo.

Conseguí sumergirme en mi coreografía, una tras otra, mis brazos alzándose, mi cuerpo moviéndose suave y firme al compás de la música, los delicados movimientos de mis dedos cortando el viento, mi cabello chocando contra mis brazos, la colchoneta e incluso mi cara en las partes más intensas de la pieza. Me sentía tan bien, era precioso bailar después de tanto tiempo de limitar mis deseos.

Terminé sentada en la colchoneta y miré hacia la izquierda, sin deseos de observar su figura, sin embargo, no pude; ahí estaba ese ángel mirándome atentamente, sentado en la última grada, sus manos deteniendo su mentón, sus codos recargados en sus piernas, sus penetrantes ojos oscuros contrastando su blanca piel. No pude evitar ser la primera en desviar la mirada. Me puse de pie unos segundos más tarde, quité la liga que sujetaba mi cabello y tomé la ropa con la que había caminado a este lugar para ir de una buena vez a los vestidores.

El camino a casa parecía ya más corto, y el alumbrado público se había ido ya, el cielo era claro, y el ambiente fresco. Llegué a casa y tiré mis pertenencias en el silloncito de la sala, el hombre que estaba conmigo tomó asiento a un lado de mis cosas y bajó la vista.

-Tengo una pregunta—tomé la iniciativa

-Ya te lo dije, no sé cuál sea mi misión—inmutable, molesto, no lo sé