Capítulo 1. "¿Y para usted joven?"

64 0 0
                                    

Miré el reloj por última vez antes de salir del restaurante, ya eran las doce con veinte de la mañana y tenía que levantarme a las cinco, apreciaba que este fin de semana no había tenido tarea, sino probablemente no me hubiese tocado dormir en lo absoluto.

Cuando llegue a casa, me quite todo como mis energías me permitieron, tome una de las duchas más rápidas de mi vida y en cuanto pude, me tiré a la cama a dormir, no recordé más.

No, lamentablemente el sonido de mi alarma no me había despertado, si mi subconsciente no me falla, la había apagado a ciegas para después continuar durmiendo. No fue sino hasta que mi papá me avisó que ya eran las seis y media, que me paré de la cama tan rápido que me caí cuando corrí hacia el baño para lavarme los dientes, el rostro y tratar de peinar mi cabello de manera más decente. Suelo ser una persona tardada para vestir, es decir, no me gusta tomar lo primero que veo y ya, sino poder elegir el atuendo perfecto día a día, claramente hoy no era el día de darme ese lujo. Tome uno de los conjuntos que yo llamo lo que nunca falla, tome todas mis cosas y salí corriendo a tomar el autobús para ir a la escuela, no vivía tan lejos de ella, pero definitivamente llegaría un poco tarde. Ya estando sentada en el camión fue que logré tranquilizarme un poco y maquillarme ahí un poco para no llegar tan desaliñada a la escuela. El resto del camino solo escuché música agradeciendo a Dios un nuevo día sobreviviendo a toda la complicada vida que tenía.

—Ay, mi vida, ¿Estás bien? ­—fue lo primero que dijo Uriel al verme entrar por el salón.
—Mejor que nunca —respondí sentándome en el asiento detrás de él, quien rápidamente se giró hacia mí. Finalmente pude tomar aire.
—Bebé, ya deberías dejar ese trabajo, es lo mismo contigo cada lunes —tomó mi rostro—. Ve nada más esas ojeras —. Yo solo reí.
—Está bien, ya me acostumbré, me encanta tu honestidaaad. —alargué esta última palabra riendo—. ¿Dónde está Isa, por cierto?
—No tengo idea, no ha llegado

Para mi gran fortuna, la profesora llegó exactamente dos minutos después que yo al salón de clases, y justo detrás de ella venia nuestra querida Isa corriendo, apenas alcanzó a entrar. La materia transcurrió como normalmente, así como la segunda, después de eso pudimos ir a comer algo rápido a la cafetería de la escuela, antes de regresar a la siguiente clase.

—¡¿Qué creen?! —fue lo primero que salió de los labios de Isa en cuanto nos sentamos con nuestra comida.
—¿Finalmente te habló el de Mecatrónica? —enarqué una ceja.
—¡Já! Bueno fuera, pero ya me empezó a seguir en insta y ve tooodas mis historias.
—Bueeeno, ya es un paso —me reí ligeramente­­­—. No lo dejes ir tan fácil, eh, estúpida.
—Obviooo no.
—¡A ver, enseñanos su cuenta! —dijo rápidamente Uriel al momento que le quitaba su celular­­—. Si dices que te acaba de seguir, debe estar en tus notificaciones —inspeccionó su celular durante unos segundos—. ¡Zorra! Pero si ya hasta te dio varios likes.
—¡Siiii! —exclamó entusiasmada mientras daba pequeños aplausos—. Olvidé mencionarlo, ups.
—Ya tienes medio pene adentro, amiga —bromeé con una picara sonrisa.
—Ay nooo —se rió—. O sea, sí que rico pero tampoco, si me gusta para algo más.
I'm just kidding. Igual, si ese chico es para ti, se interpondrá en tu vida, y si no, pues thank u, next.
—Buen punto —dijo mordiéndole finalmente a su sándwich.

Las siguientes clases se fueron más rápido de lo que imagine hasta que finalmente terminaron. Estaba rogando por estar de regreso en casa y poder acostarme, aunque fuesen veinte minutos en mi cama, todavía sentía el cuerpo exhausto del día anterior, pero tenía que hacer un poco de tarea antes de irme al gimnasio. Además, seguramente mi papá hoy no regresaba a casa hasta en la noche y tenía que calentar la comida para mi hermano y para mí.

Y fue justamente de esa manera como transcurrieron las cosas desde el lunes hasta el jueves, la misma rutina todos los días. Cinco o cuatro horas de sueño, escuela, tarea, gimnasio, tarea, bañarme y dormir. Y finalmente mis queridos y exhaustivos fines de semana, donde tenía que ir a trabajar. Creo que ya estaba acostumbrada a encontrarme corriendo de allá para acá siempre. Tener un día libre en casa sin hacer nada más que estar acostada, parecía un sueño.

Bonita mentira. (Mariana Soriano)Where stories live. Discover now