12 de julio, 1973.

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12 de julio, 1973.

   Una semana hace que estamos aquí, volviéndonos locos. No ha sucedido nada, es como si el asesino hubiera desaparecido de la faz de la tierra. ¿Cómo es posible? Varios intentaron regresar a sus hogares pero establecí un toque de queda de unas malditas 24 horas. Nadie dejará esta estación hasta que hayamos acabado con el asesino.

—El cabo Tamar desapareció señor.

—¡Rastrillaje ahora!

   Todos nos damos prisa para buscar a Tamar, comenzamos por su casa, y nos encontramos con una carta:

   Un poco de aire no viene mal, aroma a bosque creí sentir. Paz, tranquilidad... y algunas trampas para osos pueden encontrar. ¡Cuidado con los pies, compañeros!

T.J.

—¡Al bosque todos!

  Nos damos prisa para llegar allá, pero lamentablemente al llegar, la noche cae dificultándonos a todos. La visión es escasa entre tantos árboles y plena oscuridad. El frío comienza a helar nuestros cuerpos y el paso se torna más y más lento. Algunas linternas se apagan, y aún estamos incomunicados.

—No rompan formación, manténganse juntos y que todos puedan ver a todos —hablo alto y todos se repiten mi orden.

   Luego de 2 horas de arduo trabajo, encontramos a Tamar atado a un árbol. Me acerco a él lentamente pero pienso rápido y retrocedo alerta.

—¿Cuál es la trampa Tamar, eh? —Él está amordazado pero su rostro refleja confusión.

—Señor, ¿qué hace?

—Silencio Thomson. ¿Acaso crees Tamar que puedes engañarnos? ¿T.J.? ¿Tamar Jacobs? Y pensar que confié en ti y eras el asesino todo el tiempo. Responde algo, sé que puedes, después de todo tú te pusiste todo eso para despistarnos, ¿verdad?

   Él niega con la cabeza cuando me ve avanzar rápido hacia él. Me teme, incluso una lágrima recorre su mejilla. ¡Qué buen actor! Doy dos pasos más y me veo bañado en su sangre. ¿Qué sucedió? Me detengo aturdido, la vista se me nubla y me mareo. Miro hacia abajo, pisé un hilo, esa era la trampa, pero no para nosotros, para él. Un hacha voló hacia su cabeza partiéndola hacia la mitad, a escasos metros de donde yo me encontraba.
Era evidente que el asesino sabía que yo dudaría de Tamar. Por eso lo escogió a él. Pero con él muerto, el asesino verdadero aún está libre en alguna parte. Oigo voces detrás de mí, me acerco a ver qué sucede y resulta que uno de mis policías está en el suelo ahogándose con un dardo clavado en su tráquea. Él finalmente muere y oigo algo caer al suelo a unos metros. Otro policía, degollado contra un árbol.

—¡Presten atención! Debemos capturarlo.

   Otros 10 policías caen muertos luego de una lluvia de dardos envenenados. Pero ninguno pudo ver de dónde provienen los dardos, ya que los vemos sólo cuando están en los cuerpos.

—¡Retirada! ¡Corran hacia las patrullas pero no rompan formación!

   Comenzamos a correr literalmente como si nuestra vida dependiera de ello. Veo de reojo cómo varios de mis hombres caen a medida que avanzamos, pero no distingo nada más. ¿Cómo es posible? Subimos a las patrullas y volvemos a la estación. Apenas llegamos anotamos las bajas: 37.

Entre Sombras y JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora