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ᴿᶤᶰᵍᵒ
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—Cuando vivamos juntos deberíamos tener muchos gatos, ¡sería genial!, ¿qué dices? —un Tord de once años rompió el silencio de forma repentina.

Edd rodó los ojos, su amigo ya iba a volver a hablar. No podían pasar ni cinco minutos en silencio. —Si, quiero gatos, pero, ¿por qué tendríamos que vivir juntos?

—¿Por qué?, no hay por qué. —dijo el chico con un poco de nerviosismo.

"Maldito loco", pensó el castaño, y notó algo; de nuevo había dulce y hermoso silencio.

—¡No, si hay por qué!, somos inseparables Edd, absolutamente nadie ni nada hará que dejemos de serlo. ¡Somos el equipo dinamita!

—Tord, ¡deja de gritar!. Por eso Ringo no te quiere. —soltó el británico con notable molestia.

—¡No estoy gritando!

Sería una larga noche...

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Un día más, nada especial para él.

Despertó lentamente.
Y con mucha facilidad notó que se encontraba solo en la casa. No sabía a dónde habían ido Tom y Matt, pero podía imaginarse que habían ido al supermercado. Qué lástima, no lo habían llevado.

De repente vió a su gato, Ringo, que comenzó a acercarse. Le sonrió con ternura. Aquel felino era sumamente importante para él, le había acompañado ya durante varios años. Era parte de esa pequeña y loca familia que había formado con sus amigos.

Cuando Ringo se acurrucó en él la nostalgia y los recuerdos le tomaron por sorpresa.

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—¡Mamá, mamá! —gritó Edd.

—Señoorita Gouuld~ —canturreó Tord

Ambos abrieron la puerta de la casa del primero, estampandola contra la pared en el proceso por la fuerza aplicada.

—¿¡Qué les he dicho sobre hacer eso!?, si un día la puerta cae o la pared se daña me encargaré de que ustedes dos se hagan responsables. —les reprendió la mayor con enojo.

Y es que, ¿cómo no enojarse por ello?
Los chicos formaron esa mala costumbre y la aplicaban los días que andaban de buenas. Que por cierto, eran casi todos, a excepción de los lunes. Los malditos lunes.

Ella seguía regañando. Ambos ignoraron el griterío rutinario. Estaban muy felices como para concentrarse en ello.
La madre de Edd al darse cuenta que no les importó, se molestó más. Pero seguir así sería en vano.

Suspiró y bajó el tono de voz. —Muy bien. Bienvenidos, ¿cómo les ha ido?

—Yo diría que excelente, ¿tú qué dices Edd? —le contestó el noruego mientras mantenía una sonrisa en su rostro.

—¡Si, súper excelente!, tenemos que mostrarte algo mamá. Es algo muy fantástico que hemos encontrado.

—¿Ah si?, díganme, ¿qué es?

Y para el momento en el que terminó de hablar, Tord con extremo cuidado llevó su mochila al suelo, esta ya estaba medio abierta así que tan sólo la terminó de abrir.

Para sorpresa de la madre de Edd, tomó a un pequeño felino con sus manos.

—Es muy adorable, ¿verdad señorita? —preguntó el noruego con una sonrisa muy amplia mientras miraba a Edd, quién se encontraba observando con fascinación al gatito. Como si fuera la primera vez que lo veía.

—Claro que si, es demasiado adorable... —la mayor miró eternecida a su hijo —Oh, y también el gato. —ambos chicos voltearon a verle después del comentario, luego, se miraron entre los dos, totalmente desconcertados.

Hasta que Edd reaccionó.

—¡Espera!, espera. Si eso te pareció... ¿Entonces podemos adoptarlo? —le cuestionó, en el tono de voz se marcaba la emoción del chico. ¡Por fin tendría una mascota!

—No.

Quizás era malo adelantarse a los hechos.

Edd estaba a punto de contestarle algo, pero su mejor amigo se había adelantado —¿¡Qué!?

La señorita Gould enarcó una ceja. Y lo observó, poniendo nervioso al que ya consideraba como su segundo hijo.

—¡Di-disculpe!, pero sinceramente creí que lo aceptaría. Mis padres no quisieron, y bueno... Usted siempre ha sido más linda y agradable que ellos.

—Tord, querido, yo no podría hacerme cargo del gato; tengo mucho qué hacer en el trabajo y en casa.

El noruego tragó saliva y desvió la mirada, estaba apenado, la mamá de Edd tenía la razón.

—Y además... Ya sabes, hay una personita que no puede hacerse cargo ni de sí mismo. —se acercó al mejor mientras bajaba el volumen de su voz, para que el aludido no le escuchara. Al terminar sonrió.—

—¡Mamá! —se quejó su hijo haciendo un puchero, pues a pesar de la discreción la había escuchado. Su propia madre había roto su orgullo.

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Sonrió al recordar aquel día.
Quedarse a Ringo había sido cuestión de esperar... Esperar a que su madre se encariñara demasiado con él, hasta que lo aceptara automáticamente en la familia Gould.

Ojalá pudiera volver a esos días...

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761.

N.A.// Tremenda porquería acabo de escribir. Ya matemme (?)

Countıng stαrs | TordEdd. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora