[Capítulo 05]

385 81 11
                                    

Para entender la forma en que mi vida cambiaría, primero debía comprender que el ritmo que una vez conocí desapareció y jamás regresaría. Aun si lo ansiaba con cada latido de mi corazón, no sería posible. Y eso es porque aquello que encontraría en El Bastión de los Vientos se trataba de una oportunidad para vivir. Para empezar. Para aprender. Y lo hice, por supuesto. Que relate estas memorias de esta manera, con melancolía y alegría en partes iguales, significa que esos años fueron provechosos de un modo que desconocí entonces tan joven. El transcurso de los años me mostró más dolor del que creí poder soportar. Pero a la vez, otros caminos que me brindaron una mejor y más brillante perspectiva de lo que se formaba en mi interior. Eso que con el tiempo podemos enorgullecernos de llamar una vida. Sí, aprendí a verlo así.

5
Liberosis. Primera parte

Responder cómo es que Takeno fue bienvenido en el territorio tengu tras su fracaso en proteger la aldea, iba más allá de mi entendimiento. Conocía a los tengu por nombre y contadas menciones, sobre que se trataban de una raza orgullosa y con una historia repleta de secretos los cuales no podían ser revelados de boca a boca hacia alguien como yo. Pero era una realidad que estaba allí, compartiendo un momento crucial.
      Imaginar que callé compungido ante lo que escuchaba quizá fuera una imagen por demás adecuada debido a mi origen, pero lo cierto es que no fue así. No del todo por lo menos. Takeno se recostó sobre la puerta, cerrando los ojos y tomando aire con tranquilidad. Aya mientras tanto tomó la oportunidad para hablar, explicándome la razón de que me hallara en aquel lugar.
      Me contó con gran enjundia que el mismísimo regente supremo de su comunidad le había otorgado esa zona para así, disponer con esta de la forma que quisiera. La montaña se hallaba lejos de pertenecerle a alguien en concreto, mas ciertamente el líder de los tengu poseía control sobre cada una de las decisiones de su territorio. Aya no habló de méritos ni nada por el estilo, regodeándose en su lugar de la importancia de semejante labor. Momiji y Takeno le dieron la razón, confirmando que donde nos hallábamos se trataba del área con mayor extensión de suelo, sin contar el de la villa tengu. Sin embargo, esa información no se me podía revelar tan fácilmente. Lo anterior se dijo y por encontrarme allí, lo supe. Nada más, nada menos.
      Imaginé que había mucho más por saber, de por qué estábamos todos allí. Exactamente ellos tres. No se hizo tardar para que Momiji ahora más amable, preguntara sobre cómo es que acabé de la manera que ellos apenas si atisbaban por mis palabras. No les reproché el repentino interés, pues apenas si les dejé saber los sucesos de la aldea. No antes. Recordar el desenlace de todo aquello seguía siendo doloroso, confuso y frustrante. Aun con los años rebotaba causando daño cada vez que lo intentara hacer lúcido y por consecuencia mío. Pues sin más, silencio fue lo que pude entregarles junto a una sonrisa forzada.
      Gentilmente los tres captaron se trataba de algo que no quise compartir, aceptando mi silencio como la respuesta más sensata. Vi reflejarse en la mirada del trío eso que quise callar y que me consumía desde hacía tanto, que era cruel para un niño, pero a la vez necesario para crecer.
      Entonces no supe qué hacer para agradecerles. Quizá pensara que ocultar mi debilidad sería un comienzo para ello. Contuve las lágrimas bajando el rostro, trincando los ojos con fuerza. Manteniendo a raya todos los recuerdos que acudieron a mí.
      No lloré.
      Ingenuo. Creí que podría ganar un tipo de fortaleza haciéndome el fuerte, sin saber que con eso apuntaba a lo contrario. Me arrebataba de todo lo que debía ser y a la vez, me hacía alguien frágil ante las adversidades que aún tenía por delante.
      Oportunamente, no tuve que resistirme. El peso y calidez de una mano en la cabeza me hizo abrir los ojos.
      —Pronto superarás ese miedo —dijo Takeno.
      Había retirado su mano lentamente, permitiéndome apreciar unas cuantas cicatrices en esta.
      —Debo preguntar respecto a eso —intervino Aya—. Eso que dices. ¿Es cierto que los perros pueden oler el miedo? Porque me parece dramático.
      Tal comentario no pasó por alto. Le había vuelto acreedora de una mirada de desdén por parte de Momiji y el silencio de Takeno. No hubo risas, salvo quizá las de Aya. Soltó el aire por la nariz como si esa fuera el resultado de una broma exitosa. Los otros dos decidieron desentenderse del hecho y así no argumentarle.
      Takeno carraspeó.
      —Vamos, pregunta eso que quieres. Nadie se molestará.
      Escucharle me hizo tensar el cuerpo. El tiempo en que lo dijo además, fue acertado. Tomé la oportunidad.
      —¿Por qué los tengu te aceptaron?
      Hasta que esas palabras salieron de mí no me parecieron tan insolentes. Quise corregir y volver a formular la duda, pero ya estaba siendo detenido con un lento ademán.
      —Decir que fui aceptado es implicar en parte, que yo busqué mi camino hacia la comunidad. No fue así. No fue muy distinto a como tú fuiste traído —suspiró—. Cuando mis días en la aldea acabaron, la niña que creció junto a mí me ofreció su mano y el tiempo para entender ambos lados de la situación. Intentó darme refugio, un lugar donde todo pudiera solucionarse. Pero resultó ser demasiado para ella. Creo que no necesito explicártelo.
      —Te salvó el pellejo conocerla —comentó Aya.
      —No lo discuto —contestó—. Y con más razón Kenro fue afortunado de conocerla. Es pedir mucho que los humanos cambiaran en tan poco tiempo, aunque una parte de mí quiso creer que podría ocurrir. Es por lo mismo Kenro, que debo decirte que no debes odiarlos a ellos.
      Eso me descolocó. La sorpresa de que dijera algo que ni se me había ocurrido. Empecé a negarlo, pero igual y eso no lo detuvo.
      —No es su culpa que las antiguas generaciones les hayan crecido para ser miedosos y timoratos hacia nosotros, pese a que vivan en un mundo como lo es Gensokyo. Desafortunadamente, eso existirá en todas partes.
      —Yo sólo hago mi trabajo —dijo Momiji tras el comentario, cruzándose de brazos al mismo tiempo que se encorvaba.
      —No usaba como ejemplo su pequeño encuentro contigo —rio—. Es algo que aprenderás, aunque no es el punto que vinimos a tratar. Aun no sabes por qué estoy aquí, pese a que vinieras buscando a Aya en primer lugar. Y es que cuando yo aún descubría mi propia naturaleza surgir, los tengu ya tenían los ojos puestos en mí. Un híbrido más allá de ser una aberración a los ojos de los ignorantes, se trata de una existencia formada de dos partes diferentes. Somos un completo, no un rompecabezas a medias. Para los tengu...
      —Para nosotros —atajó Aya—, Takeno es alguien con una excepcional oportunidad de causar un cambio en los humanos y en otras razas. Es una visión radical que nuestro líder aceptó y en la cual no iba a permitirse otra opinión.
      —Ciertamente. Nuestro líder expresó sus ideales y por lo mismo, me invitó a formar parte de ellos.
      Eso cubría de un modo superficial la manera en que Takeno llegó al territorio tengu. No obstante, las repercusiones de cómo es que fue así continuaban en blanco para mí. Lo ignoraba, pero era imperativo supiera qué fue eso que acabó con su vida.
      —Eso que atacó la aldea...
      —No creo que sea buena idea hablar de ello —dijo Momiji, mirándolos fijamente.
      Aya se desperezó.
      —Ha pasado el tiempo suficiente. No es como si el artículo pudiera colarse. Ya sabes, es información privilegiada; pero a fin de cuentas, yo rijo esta zona.
      —Hable con la posición que se le ha confiado.
      La tengu le miró directamente, apretando los labios y dando cortas cabezadas de afirmación. Se llevó la mano la blusa y de ésta, sacó un cuaderno diferente al que antes llevaba. Me lo aventó.
      —Ahí tienes Kenro.
      Momiji se quedó muda por unos segundos.
      —¿Qué cree que hace?
      —Haciendo lo que me plazca —se encogió de hombros—. No nos hará daño dejarle saber.
      Ambas no dejaron pasar ni un instante para empezar a arrojarse puyas por encima de mí. Sobre todo Momiji. El cuaderno en mis manos estaba desgastado, con páginas saliéndosele y otras más que habían sido anexadas en algún momento de otro lado. Estaba separado por un cordel casi al final, lugar por donde lo abrí. El apartado en este decía escrito "Anzen".
      —¿Aún conservas eso? —preguntó Takeno.
      —No debería y mucho menos debería divulgarlo como cotilleo —agregó Momiji, molesta.
      —Se me ordenó no escribir al respecto. En ningún artículo de ningún periódico. Me hicieron jurarlo por todos los medios. Sin embargo, no dijeron nada sobre mostrar el material en crudo —me guiñó—. La noticia en sí. Adelante, lee.

[Touhou] Relato de un Híbrido: Eco de una vida.Where stories live. Discover now