13. «ANGEL ROTO»

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AIDAN X PERSONAJE FICTICIO
ADVERTENCIA: Mención de golpes.


Caminé lento y cuidadoso sobre el suelo de la azotea, no quería sobresaltar a la joven que me daba la espalda. Podía estar cien metros lejos y aún así podía reconocer su imagen. Trague saliva al ver los pies de Eli  balancearse con agilidad encima de las barras de concreto que protegían los bordes de la estructura.

—Hola.—Me saludó en voz alta sin siquiera girar a mirarme.—¿Qué haces aquí?

Una sonrisa se dibujó en mis facciones de inmediato.—¿Sabes? No se porque me sigo  esforzando en ser delicado cuando tú siempre eres buena en esto.—Gruñi.— Nada te pasaba desapercibido.

—No me contestastes lo que te pregunte.—Su cabeza se movió, y solo entonces me percaté de su aspecto. Tenía el labio partido y un moreton en su mejilla.

A pesar de lo oscuro que el cielo se estaba poniendo pude definir esas marcas moradas y otras en sus brazos.

Mi corazón dio un vuelco feroz.

—¿Qué…te…paso?—Mi quijada se endurecio por instinto.—¿Quien te hizo esto, Eli…?—una de sus cejas se alzó —Elizabeth—Corregí.

Una mueca dibujó en sus labios provocando que sus labios dejaran escapar una onda de vapor helado. —¿Por qué tanto interés, Aidan? —Quiso saber. Pero mi mirada no se separaba de sus heridas y ésta lo noto. —No somos lo demasiado cercanos para que me cuestiones de esa forma. —Objeto a la defensiva.

Mi entrecejo se fruncio al escuchar su argumento válido.—Cierto.—Me limite a decir. Pero si ella se enterara que la primera vez que la vi mi interés por ella creció repentinamente se daría cuenta de lo que me importaba.

Nunca en mi vida me había interesado tanto por conocer a una persona como con ella.

Lo cual era raro e ilógico.

Ella no era una chica hermosa ni risueña ni alegre como para robar miradas enseguida.

Elizabeth era más bien un ángel roto. Su mirada no albergaba cariño y su forma de ser era desinteresada.

No era alguien que hubiese conocido jamás, mucho menos una persona que yo buscará para entablar una amistad. Aunque bueno, no podía llamar amistad a lo que formamos. Nuestra relación ciertamente era rara. No se basaba en contarnos nuestros secretos, salir o resguardar secretos íntimos entre los dos. La conexión se reforzaba por cometarios sarcásticos, quejas hacia los maestros y críticas para los compañeros de clase. Elizabeth se expresaba abiertamente sin medir el daño y eso me gustaba y me gustaría para siempre.


Metí mis frías manos a la chaqueta de mezclilla que usaba y me acerqué a su lado. No podía decir nada que la ayudara. Sólo podía estar a su lado para hacerle saber que no estaba sola, yo estaba ahí. De reojo pude ver que su cabeza se recargarba en las barandillas de fierro. Su vista se encontraba perdida al igual que ella. Mis cuerdas vocales no pronunció nada ni ella. Dejamos que el silencio nos envolviera y que nuestras compañía abrazara nuestra soledad.

Finalmente después de minutos le preste atención. No pude evadir el tema.—Puedes confiar en mi, ángel. Aquí voy a estar cuando me necesites.

—Lo sé.—Dejó salir en un hilito para dirigir sus ojos a mí. Su mirada pronto regreso a las luces de la ciudad que se alzaban a la distancia. Era una vista maravillosa desde donde estábamos, tanto como Elizabeth.—Sé que vas a estar allí, Aidan.

ONE SHOTS ° [A.G]Where stories live. Discover now