Chapitre 22.

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¡Ya mamá, se nos hace tarde!

—¡¿Por qué me hablaste cómo argentina, niña?! —gruñó mi mamá al bajar las escaleras.

—Nada más, jaja, quería hacer acento español pero por alguna razón me acordé de una escritora argentina.

El timbre de la puerta sonó... ¿Enserio? El timbre del departamento está sonando... qué curioso... sólo puede ser Annie.

¿Qué pasa, gua....? —la cara de la mujer desconocida me hizo detener abruptamente—. Ay, perdón.

—Hola, vecina, mucho gusto, perdone que la interrumpa... ¿Está por salir?

—Uy... yo la conozco... —emocione poco a poco— ¡la conozco de una serie! —señale ligeramente— ¡¿Sí, qué no es usted...?!

—¡No! —interrumpió con una simpática risilla qué me encantó—. Creame que no soy quien está creyendo. Mi nombre es Cecile, del departamento cuatrocientos dos, recién nos estamos mudando y mientras llegan nuestras cosas me estoy pasando por los departamentos para conocer a los vecinos y traerles un pequeño presente.

—¡Uy, qué lindas! —una pequeña bolsa con una docena de galletas en forma de estrella— No sabía que ese departamento estaba deshabitado. ¡Soy Jeaninne! —acerqué con ella para saludar—. ¿Segura que no es...?

—Jajaja, no chica, de verdad que no. Me halaga al creer que soy ella, pero no.

—Hmmm, se parece mucho, eh —apreté los labios analizándola discretamente—. Pero si usted lo dice... jajaja. ¡Gracias por las galletas! Oiga, una cosa más, mi novio es el dueño del cajón del estacionamiento cerca del ascensor, si lo ocupan para la mudanza...

—¿De verdad podría? —interrumpió— No sabemos cuánto tiempo tarden y podría llegar en cualquier momento.

—¡Claro que no! Nosotros nos iremos... —Boss se acercó a saludar... o inspeccionar— ¡No es, Boss, yo también lo creí! —fingí susurrar— Mi gato, jaja. Nos iremos a trabajar y llegamos en la noche, así que no hay problema.

—Usen nuestro cajón si llegan antes y está la mudanza.

—Bien, se lo diré a mi novio, se lo presentaría pero... aún no está listo creo. ¡Fue un placer conocerla, Cecile! Si necesita algo aquí estaremos. Despídete, Boss —respondió con un maullido.

—¡Un placer, Jeaninne! —no se ganó su chocolate, casi, pero no— Y no, Boss, no soy quien tú crees —este respondió con un ligero chillido de desaprobación— Qué curioso gato.

—Todos dicen lo mismo, jaja. ¡Cuídese!

¡Sí es, sí es! Pero seguramente nos quiere hacer creer que no para que no estemos divulgando su dirección con todos, muy posiblemente. Pero y sí lo es... hmmm, no, esperen, empiezo a confiar en su palabra, no... no es.

—¿Quién era, amor? —llegó apresurado Adri, acomodando su cabello poco a poco.

—Cecile, nuestra nueva vecina del cuatrocientos dos. Le preste los estacionamientos para que llegue su mudanza y no caminen tanto. Creo que está embarazada —susurré fuerte.

—Está bien, yo no lo hubiera dicho por pena. Gracias, Jany —dio un beso pequeño a mis labios—. Veremos si cambiamos lugares.

—Fue un placer, jajaja. ¡Se nos hace tarde, papá! —levante la voz al tocar el barandal de las escaleras.

—Dame un minuto, hija —trato de habar con el cepillo de dientes en la boca.

—Sabes que no vamos con retraso, ¿verdad?

La Vie en Rose.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora