Después Del Invierno (A Game Of Thrones Story)

Jon II

Las llamas abrasaban los restos de carne que pertenecieron, alguna vez, a los hermanos juramentados de la Guardia Nocturna. Los humos exhalaban de las siete piras funerarias e improvisadas, y eran arrastrados por el viento, en dirección a los confines más enigmáticos del mundo conocido, cálidos, y emanando el olor de la muerte. Una última pira se mantenía fuera del fervor creciente de la antorcha.

- Y ahora su guardia ha terminado - recitó finalmente el viejo, que se trataba del Mediomaestre Qaz.

- Y ahora su guardia ha terminado - replicó el resto de hermanos negros al unisono. Al igual que los salvajes.

El anciano Qaz, que vestía de pieles albinas, acercó la gran antorcha que sujetaba entre los dedos de su mano derecha hacia la pira, y dejó que las llamas danzantes del paño consumieran los maderones y ramas de árbol que conformaban el inflamable altar a los muertos, ardiendo estrepitosamente al bramar de los vientos crueles del Norte.

Sin perder la cordura, el gran arciano de la colina atestiguó el ascenso del hombre hacia una mejor vida, junto a sus hermanos negros caídos en antaño, sus parientes, y sus Dioses. Los cuervos guardaron silencio, por respeto, y los salvajes también, por la incandescente ceremonia. El rostro del arciano parecía despedir una lágrima a través de los ojos, debido a los hombres perecidos frente a él.

- ¿Cuáles eran sus nombres? - cuestionó un hermano negro, juntando las manos por detrás de las caderas.

- Uross. Mether Costayne. Lucret. El resto no los conocía, pero formaban parte de los Exploradores de Redwyne - declaró Wost, y su banda de sable abrazando la frente.

- Por los Dioses. ¿Y aún pretendemos pensar que buscamos sobrevivientes? - dijo el hombre, antes de alejarse. Jon aguardó cerca de ambos, taciturno, a la escucha de sus palabras.

Algunos miembros de la Guardia Nocturna despejaron los alrededores, terminado la fúnebre despedida de los ocho hermanos negros, quienes, algunos, habían perecido hacia dos albas, y otros, hacia varias lunas. El anciano Qaz permaneció junto a las piras, recitando oraciones frente al arciano y a los Antiguos Dioses.

- ¿Conocías a Lucret? - preguntó Jon, percatado de la tristeza tallada sobre el rostro de Wost.

- No a él. A su hermano - dijo, forzando salir a las palabras de su quebrada voz.

- ¿Murió también? - recordó el sinfín de cadáveres hallados en el nacimiento del Bosque Encantado, a unas leguas de Hardhome.

- Yo espero que no - confesó, esperanzado.

- ¿De dónde lo conoces? - se mostró invasivo, pero no era su intención. Tan sólo quería ayudar.

- En Castle Black. Cuando la Larga Noche azotó nuestras puertas, formamos una defensa ahí, ante el incierto caso de que los Otros atacaran más zonas de la Muralla - había pasado mucho tiempo en la intemperie para que las barbas cortas se le impregnaran de escarcha.

- ¿Tenía nombre? - quiso averiguar si sabía algo sobre la identidad de aquel viudo de sangre.

- Howan. No lo conociste. Llegó al Muro después de que abandonaras tu lugar como Lord Comandante - replicó, contemplando, todavía, las llamas efusivas y largas.

Jon Snow había servido como Lord Comandante n° 998 de la Guardia Nocturna, venciendo a Ser Alliser Thorne y a Ser Denys Mallister durante las elecciones llevadas a cabo en Castle Black. Aunque fue su querido amigo, Samwell Tarly, quien postuló a Jon como candidato, poco a poco adquirió renombre y respeto por su propia mano.

Pese a que el juramento de la Guardia estipulaba estrictamente que los votos hechos, frente a los Dioses y hombres, se mantenían perpetuos, Jon había delegado de sus obligaciones y cedido el mando de Lord Comandante a su amigo y aliado, Eddison Tollett, después de haber regresado a la vida con ayuda de Lady Melisandre, la Sacerdotisa Roja. Jon argumentaba que su deber como hermano juramentado había terminado en el instante que Ser Alliser Thorne, Othell Yarwick, Bowen Marsh, y Olly, habían incrustado el acero de las dagas sobre la superficie de su abdomen, pecho, vientre, y corazón.