Capítulo III "Música".

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¡Vaya! Trabajas en el Saint Clark — JiMin suelta su mano.

La primera reacción del pálido es apretar fuertemente los parpados, encogiéndose en su lugar. Abre los ojos con lentitud y suspira. No hay fuego o nubes... lo que significaba que JiMin había cumplido su promesa. No tiene mucha idea de cómo iba a verse todo a su alrededor una vez que muriese – las comedias que veía ocasionalmente no daban ni una sola explicación a lo que estaba viviendo ahora – aun así, le gustaría pensar que no iba a ser un lugar tan horrible. Llevaba una vida simple, tenía responsabilidades, trabajo, nunca había lastimado a nadie apropósito...

Te dije que iríamos a donde tu quisieras. — sonríe el peliblanco intentando reconfortarlo.

YoonGi asiente y su mirada se convierte en nostalgia cuando recorre el amplio salón en el que yacen unas cuantas mesillas de madera y uno que otro sillón en tono vino, las paredes son crema y por la enorme ventana por la que se cuela la brisa del final de la tarde ondeando las cortinas en suaves tonalidades champange, Min YoonGi puede divisar el bonito jardín del asilo. JiMin corre hacia la ventana, apoyándose ligeramente en el alfeizar.

Nunca había venido aquí. — sonríe ladeando el rostro hacia YoonGi. — A este salón en particular, quiero decir.

Es muy bonito. — asiente y sabe que no es posible, pero puede percibir claramente los latidos en su pecho a cada paso mientras se acerca al piano en la esquina más alejada del lugar. Repasa con su yema de los dedos las teclas, pero es incapaz de producir sonido alguno. Suspira profundamente; cuando eleva la mirada, JiMin se haya de pie justo en frente de él.

—¿Esto es música? — ladea el rostro curioso; YoonGi sonríe, negando con la cabeza.

Parte. Es un piano, es un instrumento para hacer música, es mi favorito. — JiMin asiente, hundiendo ligeramente su índice sobre una de las teclas. YoonGi se sobresalta cuando escucha el sonido, su mirada va directo a la puerta doble, esperando que alguien venga, pero nadie aparece y solo puede mirar a JiMin con extrañeza cuando el vuelve a aplastar otra de las teclas.

—¿Cómo...? — no sabe que preguntar exactamente. JiMin parece capaz de leer su rostro porque sonríe a modo de disculpa y una de sus manos invita al pálido a sentarse en el banquillo junto a él.

No... sé muy bien que es esto, pero puedo ver por tu reacción que algo ocurre cuando presiono las teclas.

—¿No lo escuchas? — inquiere con sorpresa. JiMin enarca una ceja.

Ah... no tengo memoria de algo similar, así que no puedo... pero creo que podría si... cuando un ángel es asignado a un alma, se crea una conexión entre quien eres tú y lo que yo puedo sentir, ven aquí... —JiMin sujeta rápidamente una de sus manos, presiona, y ambos índices se hunden sobre la tecla. Los ojos grises se abren con asombro, sin apartar la mirada del teclado arrastra la mano de YoonGi y la suya sobre cada una de las teclas percibiendo la diferencia entre los sonidos, sus ojos chispean con brillante emoción cuando encuentra tristeza en los iris contrarios. —Es... ¿música?

. — Algo duele en su interior ante la idea de que ya no volverá a hacerlo más. De que, en unas pocas horas, cuando todo haya terminado para él, jamás volverá a hacer música... su existencia no había realmente tenido el significado que le habría gustado, pensar que hubiese podido confortar a alguien y eso ya no iba a pasar jamás... — déjame... puedes uh... coloca tus manos bajo las mías, ¿está bien? —JiMin asiente, colocando el dorso de sus manos bajo las manos contrarias, calzan bien, sus pequeñas manitos en aquellas manos largas y varoniles. YoonGi sonríe en su dirección, antes de deslizar sus dedos presionando los de JiMin sobre el teclado construyendo una suave melodía, le sorprende la forma en la que el pelinegro conoce cada sonido y cuales suenan mejor juntos, le sorprende que pueda tocar aún con los ojos cerrados y la forma en la que algo parece ablandarse en su interior por la intensidad de todos sus sentimientos, amor, ira, impotencia, deseo, esperanza, tristeza, es capaz de ver la forma en la que YoonGi brilla, por lo que le parece curioso percibir tanta nostalgia.

¿Ocurre algo? —susurra con una sonrisa, buscando encontrar la razón por la cual, el pelinegro se siente repentinamente desolado. YoonGi abre los ojos, deteniendo sus manos.

—¿Eh?

Pareces... uh... — está a punto de explicarse, cuando el sonido de la puerta abriéndose hace que ambos giren un poco el rostro hacia ella.

Ancianos.

JiMin sonríe.

En realidad, no se ven muy ancianos. Un enfermero de brillante cabello pelirrojo acompaña a una menuda mujer, empujando con lentitud su silla de ruedas. La pequeña lleva el gris cabello veteado de blanco recogido en un suelto moño en la nuca, hay una bufanda guinda de punto grueso en su cuello y combina agradablemente con el florido vestido en tonos pastel.

Al lado del piano, Hobi.

Sí. Allá vamos. — sonríe el joven.

Yang Mi.

YoonGi sonríe.

Le agradaba. Había sido violonchelista en una orquesta y siempre solía sentarse junto al pelinegro, era estricta con él en cuanto a su postura y al tempo y YoonGi no podía estar más agradecido por eso, al igual que a su abuela le gustaban las golosinas. Cuando olvidaba actuar como su maestra, podía en verdad ser una mujer muy dulce.

—¿Sabe si ya despertó el joven Min? — le escucha susurrar buscando la mirada café del pelirrojo. HoSeok suspira y niega con la cabeza.

Lo siento. JungKook no me ha dado noticias aun, pero YoonGi es fuerte, se repondrá pronto. — la mujer baja un poco la mirada y esta parece detenerse un momento en donde YoonGi está sentado, el pálido parpadea, agitando una de sus manos en su dirección. JiMin observa silenciosamente. — Usted será la primera en saber cuándo despierte. — intenta animar el enfermero. — Lo prometo.

Está bien. — asiente finalmente ella. — Siéntate conmigo Hobi, terminemos de leer ese libro.

. — aplaude tomando asiento en una de las esquinas del banco del piano.

—¿Estas bien? — susurra JiMin cuando ve al pálido mirar fijamente a ambos.

Me agrada la señora Yang... Ellos... ellos de verdad creen que voy a recuperarme... — se gira hacia JiMin. — Eso no pasará, ¿Cierto?

El peliblanco suspira, desviando un instante la mirada.

Lo lamento, no es una decisión mía, YoonGi. Solo vengo a ayudarte a cruzar.

No quiero morir. — suena pequeño, su voz es muy baja, JiMin apenas logra oírla. — Mi vida no ha sido emocionante. Tengo razones para seguir viviendo, sé que podría lograr grandes cosas, JiMin.

—Lo sé. — asiente el peliblanco sin pensarlo. — Puedo verlo... YoonGi. ¿Listo para el siguiente lugar?

YoonGi suspira, dando un último vistazo al salón. Ve a los ancianos jugando damas en una de las mesitas, otros juegan a las cartas, su mirada aguarda un poco en el pelirrojo y en la mujer al lado del piano.

Adiós señora Yang. Adiós Hobi. — susurra antes de entrelazar sus dedos con los de JiMin y desaparecer.  


























Hola!

Esta es una historia corta que escribí por muchas razones realmente. No... soy la persona más emocionante, y me disculpo si es que a alguien no le gustan mis historias pero hay un pedacito de mi corazón en cada una de ellas. Escribí esto, porque me he sentido realmente perdida durante mucho tiempo y quisiera saber, si es que hay gente allá fuera que despierta y se siente así cada día, qué ocurriría si todo se detuviera para nosotros, a veces, las segundas oportunidades no existen. No se si alguien vaya a leer esto, pero espero que si es así y llegas a toparte con esta historia, encuentres un poco de luz y veas lo que es realmente importante.

Un enorme abrazo a todas las personas que vayan a toparse con esta historia y logre ayudarles al menos un poquito. No saben lo que poder escribir significa para mi, en muchas de mis historias, YoonGi tiene una conexión con la música, siento que me ocurre lo mismo cuando comienzo a redactar. 

Espero que estén teniendo un buen inicio de año, y si no es así, respiren un poco, que todo pasará 🎔

Labios de ángel │YoonminWhere stories live. Discover now