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Buenas! Pues aquí está el momento que tanto habéis esperado. Tal como votasteis, hoy, con 15 años y medio, Raoul descubrirá que es la profecía.

Como en la ocasión anterior, cuando Agoney supo quien era su luna, hay un capítulo entero destinado a ello, tratado el proceso con calma y todo mi cariño. De hecho, se me ha hecho un poco más complejo así que el siguiente capítulo será la continuación, mil perdones por mis dificultades en gestionarlo con menos palabras.

Espero que os guste y lo disfrutéis.

Un wayabeso

Ya han llegado. Lo han hecho volando a lomos de un lobo alado, con un quinceañero nervioso que reía pequeño cada vez que sorteaba una rama con éxito. Raoul es profundamente feliz en ese estado, con Agoney a su lado tan pendiente de él como si fuera alguien importante. Y quizás no lo sea salvo esa noche de despedida, pero el cariño no atiende a motivos, no es lógico y razonado, y su lobo, aunque no esté justificado, le quiere y disfruta de su compañía. El no puede no reír iluso ante eso, despreocupado y alegre, incluso después de descontar por anticipado el dolor del olvido que el distanciamiento provocará inevitablemente. Lo tiene muy asumido. Su traslado con los druidas hará que su Ago se de cuenta de que la vida sigue su curso y de que su nvdisdi no es imprescindible en ella. Ya le ha perdonado por ello de antemano.

"Me das un minuto para que me transforme?" - Agoney se tumba para que el joven baje de su lomo y se incorpore sobre el suelo

- Claro. Cuando estés listo me avisas - descabalga y abraza el cuello del animal, frotando la mejilla contra su frente antes de depositar un beso y rascar cariñosamente las orejas. Después, se quita la mochila que lleva a su espalda y saca con cuidado la ropa de su amigo para colocarla en impecable orden sobre una roca. Se aleja unos pasos dándole la espalda y la privacidad que siempre han respetado. Sabe que la transformación es un instante de cambio que siempre deja un regusto extraño, a Agoney le gusta contar con unos segundos para recuperarse antes de vestirse y mutar por completo a humano.

No tarda mucho en escuchar la ropa rozando la piel y unos pasos que, aunque descalzos, hacen crujir la hojarasca a su paso. Aún así se mantiene de espaldas, esperando la señal, un gesto que esta vez es diferente al de las ocasiones anteriores. Agoney atrapa su mano desde la espalda, entrelaza los dedos y le hace bailar hasta que ambos quedan frente a frente.

- Confías en mi? - se lo pregunta serio, con un ligero apretón en la mano y directo a los ojos. Necesita estar muy seguro. Esa noche van a pasar mil cosas difíciles de creer y asimilar para su ayoli, ya no tan usdita

- Por supuesto, Ago - ríe pequeño, ajeno y especialmente infante. La noche es cómplice e íntima y la cascada un hogar desconocido a esas horas por mucho que sea el escondite preferido de ambos

- A ver si es verdad - murmura - Vamos, anda - aún con los dedos entrelazados tira de él hacia unos arbustos en los que el joven jamás había reparado pero que, bien mirados, tienen una forma un tanto extraña. Se abren paso entre ellos accediendo a una cavidad secreta que nunca antes habían visitado

- Que es este sitio, Ago? - puede notarle temblar aferrado a su mano aunque la temperatura de la cueva sea cálida y el porcentaje de humedad bajo. Agoney inspira profundo, tomando valor, recuperando una determinación que le falta. La roza, no la alcanza pero nota a su luna removerse y se siente obligado a actuar, se arrodilla frente a él, pidiéndole a través de la unión de sus dedos que le acompañe en ese gesto

- Habías dicho que confiabas en mí - le recrimina con dulzura, acariciando con el dorso de la mano libre (las otras dos siguen entrelazadas) la mejilla del chico - Hoy necesito que lo hagas más que nunca

WayaWhere stories live. Discover now