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Otro cap, muy largo 🤷‍♀️ y cero batallas 😊

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Otro cap, muy largo 🤷‍♀️ y cero batallas 😊

El funeral fue precioso, acorde con los sentimientos que Alfredo despertaba en la memoria de todo aquel que tuvo el honor de conocerle. El pueblo entero lloró la muerte del jefe de bomberos y líder de la reserva los días previos, pero ese día solo se permitieron que las lágrimas brotaran en la intimidad de sus hogares. Por contra, la ceremonia se vistió de festejo y olvidó la pérdida, abrazando la creencia indígena de que ese no era un final, sino solo el comienzo de un caminar eterno.

Incluso dutsi Chus, Alfred y Agoney disfrazaron de gala su mejor sonrisa y se olvidaron de llorar. Adi (papi), como le llamaban entre las paredes de su hogar, debía emprender ese largo viaje con la tranquilidad de una despedida serena y un corazón cálido. Por eso, el funeral tuvo lugar en cuanto el cielo dejó también de temblar y se permitió un día soleado.

La noche anterior azotó su furia en tormenta de rayos y truenos, oscura y sedienta de rabia, desesperada por saciarse de pena. El cielo gritó hambriento de venganza y se rasgó en mil pedazos durante unas horas que parecieron eternas. Hasta que se sintió vacío y poco a poco secó sus lágrimas. Un simple rocío saludó al alba devolviendo la frescura y el verdor a la reserva, sin ni una sola nube en el horizonte que recordara la furiosa tempestad de la noche pasada.

Fue el propio Sr. Cepeda quien dio el aviso a las seis de la mañana. Los vampiros del pueblo llevaban velando las últimas noches, a la espera de que la naturaleza consumiera su propio luto y despejara el camino de Alfredo hacia su nueva etapa. Cuanto antes partiera, antes recuperaría la paz de su espíritu y devolvería la vida a la reserva. Así que los vampiros desoyeron sus quehaceres nocturnos y se concentraron en otear el horizonte de madrugada.

Fue el pistoletazo de salida para los mil preparativos de última hora. Los druidas debían ensayar por enésima vez sus trucos de magia, los humanos y vampiros recoger las decenas de centenares de flores que serían necesarias, mientras los lobos se engalanaban para despedir a su líder, como el pueblo orgulloso y unido que él siempre les animó a ser.

Un ritmo frenético se instauró así por doquier, difuminando la tristeza entre las ganas de perfección por rendir un homenaje merecido a un Alfa que recordarían in aeternum.

Y Raoul no quería ser menos en un día repleto de misiones secretas y retos titánicos. Porque no solo Juan Antonio había decidido cederle un papel crucial en la despedida de su Dutsi (tío) Alfredo, sino que al funeral Cherokee le seguiría una unadeti (fiesta) en honor de los valientes guerreros que participaron en la batalla. Y él había preparado un ganvgalvdi (masaje) muy especial para su lobo negro.

— Raoul, mi ayoli (niño), ¿qué te pasa? —había preguntado Agoney tan pronto como el desayuno Hernandez-Vazquez se dispersó. El ambiente en la casa era silencioso, vacío de las risas previas pero jamas carente de su inherente ternura. Raoul, sin embargo, estaba ido, ausente, encerrado en su propia mente. Agoney acompañó la pregunta con una caricia en la sien del menor. Este tembló bajo el tacto y se alejó un poco, huyendo también de su mirada.

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