Sokkyo Soukoku

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—Esta ya es la trigésima vez que te digo que no.

Pleaseeeeeeeee.

—¡Qué no! ¡Y esta conversación se acabó! ¿¡Entendido!?

—¿Se puede saber qué pasa aquí? —La tercera  persona que se unió a la discusión de esa mañana se trataba de alguien conocido para la pareja de detectives, demasiado conocido a decir verdad...

Su jefe.

—¡Presidente! —Como ya era costumbre del rubio, Kunikida dejó de lado a su problemática pareja por un segundo para levantarse y saludar al de cabello plateado.

—Doppo... —Y como otra costumbre más, el mayor de ambos se acercó para palpar la cabellera de su idealista favorito.

—Suegro~ fu fu fu.

—Oe... ¡Daz-...!

—Déjalo Doppo —Interrumpió el presidente tratando de modular su voz a pesar del eminente rubor rojizo que se empezaba a asomar en sus mejillas gracias al honorífico que su antes subordinado empezaba a tomar—, y bien par de tortolos, ¿le dirán a este viejo el motivo de su discusión matutina? ¿Dazai?

El mencionado se apresuró a cruzar los brazos con una mirada de indignación fingida mientras se volteaba para darle la espalda a su idealista novio, tras responder con un muy grosero "pregúntele a su hijo" se fue a holgazanear como siempre lo hacía a uno de los sillones de la agencia.

Recto como siempre, Kunikida empezó a explicarle todo. Desde la carta de amenaza que recogió hace unos instantes a puertas de oficina hasta del mal estructurado plan de su novio para combatir a la marsellesa italiana.

—¿Qué tan grave es?

—Se dirigen por el mediterráneo, contactando a cuánto habilidoso se encuentren por el camino, entrenándolos como asesinos a sangre fría peor que el mismísimo jefe de la port mafia, y por si fuera poco, el ministerio ultimó no poder ayudarnos —leyó Kunikida con palabras de poca esperanza desde su cuaderno verde.

—Y el plan de Dazai es...

—Que él y yo relicemos una expedición marítima y les enfrentemos antes de que los italianos lleguen a Córcega —completó el rubio aún leyendo su ideal.

—Y el problema es...

Ante aquél cuestionamiento Kunikida no pudo hacer más que agachar la cabeza dejando a la vista un sonrojo que era remarcado en demasía por sus gafas—. Lo que pasa es que...

—Que estoy en mi primer trimestre. —Cinico como siempre, contestó Dazai ante la falta de voluntad de su pareja, dejando que su voz se oyera y retumbara en toda la agencia, haciendo un sonido hueco entre los oídos del presidente.

—Oe.... Daz-

—¿¡Se puede saber porqué razón ninguno de los dos me había notificado nada!? —Volvió a interrumpir el presidente.

—Pregúntele a su hijo. —Luego de espetar aparentemente despreocupado, el morocho volvió a sus actividades de costumbre tapándose las orejas con diademas musicales cuyo volumen elevó hasta tope.

Ya era un hábito que Osamu dejara solo ante las tempestades a su futuro esposo, aunque aquello nunca le importó al contrario, en esa ocasión Kunikida estaba rogando desde sus adentros por un poco de apoyo ante conyugal.

—Si me disculpa... C-creo que no es momento para los detalles... —Se excusó Kunikida con una gotita de sudor escurriendo por la barbilla producto de todo el nerviosismo que sentía en ese momento.

—Concuerdo. —Luego de inhalar y exhalar un par de veces, Fukuzawa pudo retomar el control de sus emociones y continuar la conversación que había dejado hace unos segundos—. Claramente tenemos un serio problema... Entonces necesitamos otro plan, ¿no?

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