Capítulo cuarenta y siete: La iglesia del sexo.

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Narra Leander:

Lalo continúa traspasando mi cráneo, pienso en cada una de sus palabras como si estuviera resolviendo un acertijo. El viejo ya debe de saber lo que quiero lograr y a cuales lugares quiero llegar para escondernos y ahora debo de hacer un pequeño cambio de planes. Necesito acercarme más a lugares en donde viejos compañeros, que no tienen ninguna relación con Lalo, se encuentran. Dibujo un rápido mapa del lugar sobre la densa arena y sonrío al recordar un lugar en donde tendremos la oportunidad de quedarnos más de un día. El prostíbulo de Mark.

En uno de mis muchos viajes conocí a Mark en un bar medio vacío, entablamos conversación y nos llevamos mejor de lo que pensábamos. Ese día estaba en busca de una puta buena con quién acostarme y en ese momento fue cuando me dijo que era dueño de un prostíbulo. Cuando me fui dos días después, Mark me aseguró que podía regresar cuando quisiera. Después de ese encuentro nos hemos visto un par de veces, ya que Mark siempre se mete en problemas y yo lo he salvado de cada uno de ellos. No lo he visto desde ese entonces. Puede que me arriesgue a encontrarme con personas desfavorables en el prostíbulo, pero también tengo una buena estadía asegurada; con baño, prostitutas y comida incluida.

Unos pies se colocan frente a mí, pero se aseguran de no pisar el mapa que he creado en el suelo. Levanto la cabeza y coloco mi mano sobre la frente para que mi vista no sea interrumpida por el molesto sol de verga. Lillai permanece inquieta frente a mi, saca de uno de los bolsillos de su capucha el arma que le ha robado a Lalo. Esta parece que quema sobre sus manos—. Quería entregártela —recibo el arma con todo gusto.

El diseño personalizado le da un aire poderoso al arma, es pesada y la inscripción con el nombre de Lalo en letras plateadas descansa sobre la superficie metálica. El arma brilla y puedo ver mi reflejo distorsionado sobre ella. Es curioso como estoy sosteniendo una de las primeras pistolas que usé cuando era un chamaco y ahora la tengo de nuevo en mis manos, Lalo no permitía que cualquiera la tocara y yo, en ese entonces, me sentía especial cuando me permitía dispararle a cualquier animal con ella—. ¿No la quieres tú? —la vuelvo a mirar con sarcasmo, ella solo niega con la cabeza.

—Déjame verla —Eliza sale de la nada y arrebata el arma de mis manos—. Pero mira que es asombrosa —suspiro con fuerza—. ¡Y tiene el nombre del hombre sobre el arma! ¿La puedo utilizar?

—No —demando que me entregue la pistola—. No quiero que un disparo tuyo alerte a todo el vecindario idiota —le quito el arma y la guardo, Eliza me da un empujón y Drako gruñe a la distancia; ya hasta el Lionide hediondo se cansa de ella. Me coloco de pie, bajo la cabeza para mirarla a los ojos. Aunque le gane en altura ésta aún se cree más opulenta que yo—. ¿Por qué no te vas a hacer algo útil por todos?

Una pequeña sonrisa burlona se planta en sus labios, ésta se cruza de brazos y dice—: Ya hice algo que nos puede beneficiar a los tres —el lionide vuelve a gruñir al escuchar que no lo ha contado a él como parte del grupo—. ¿Cuatro?

—¿Y qué es lo que has hecho? No vengas a decirme que existir ya que ni eso sabes hacer bien —comienzo a revisar los bolsillos para asegurarme de que todo está en su lugar.

—Miren —me desconcentro de mi revisión y vuelvo a ver lo que sea que tiene entre sus manos. Sostiene un montón de ramas con aspecto mísero, están llenas de espinas y parecen crecer hongos.

Hago una mueca—. ¿Qué demonios es eso? —la miro con poca paciencia.

Pero Lillai tiene una reacción contraria a la mía, ella corre y toma las extrañas plantas entre sus manos—. ¿De dónde las has sacado? Estas plantas son imposibles de encontrar afuera ya que tienen propiedades mágicas gracias a mis ancestros.

La Magia En Ella [#1]✔️Where stories live. Discover now