Dos

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Siempre traviesa,con ganas de jugar;pero a veces la muchacha de caía producto del dolor de las enfermedades que traía a cuentas. Pasaba días en cama sin más panorama que la ventana y la pantalla de una computadora, pero el mundo ficticio del internet no la cautivaba,ella prefería dibujar o hacer manualidades. Era paciente y no se desanimaba con facilidad,eran las fuerzas las que flaqueaban y el dios de caia con ella.

Si ella estaba cansada,él sentía su cansancio y su ánimo se venía abajo también. Era cuando envolvía aquella esfera en sus manos para acercarla a su rostro y fingir que besaba la frente de la muchacha para mitigar sus dolores y devolverle el vigor que le restaba sus males. De miles de millones de criaturas,era ella la única que tenía su íntima atención,pero la veía triste y con ganas de llorar.

Deseaba más que todo poder ir con ella para brindarle el alivio de sus manos,mas irónicamente  siendo quien era y teniendo un poder con el que los humanos sólo podían soñar;el dios no podía ir con la muchacha, ni llevarla a su mundo. Es que ella estaba más remota que el confín del universo que resguarba y estaba implícitamente prohibido ir hasta allá.

La veía dormir,a veces,entre sueños agitarse y en balbuceos súbitos decir palabras que a ratos sonaban parecido a su nombre ¿Cómo se escucharía su nombre en esa voz que tarareaba canciones a cada rato? Ella cantaba a veces, cuando estaba sola en casa y lo hacia bien. Su frágil y dulce amada en el fulgor de los sueños anhelada,le agitaba el alma estuviera triste y callada;así mismo estuviera animada y ruidosa. El silencio no era ella,sino el sonido del flujo de vida. En su fantasía amorosa él, era el encargado de mantener aquella sonrisa vibrante, mas cierto era que en los años luz que de ella ponían distancia,nada podía hacer realmente. Por eso,ese día en que ella fue avisada de la súbita muerte de una vieja amiga de infancia y la vio llorar desgarrada sobre el escritorio,casí enloquece de desespero por no poder ir hasta allá y consolarla.

Es que parecía que aquella noticia fue un purgante para todas las penas guardadas la muchacha. Lloró por horas en la soledad de su cuarto y él la veía impotente;frustrado. De haber podido ir con ella,se hubiese bebido las hiel de sus lágrimas para librarla de su congoja, esa que le dolía a él también. El pobre dios ignoró, esa tarde,sus deberes para atenderla a ella nada más.A ella que era la fibra que lo hacía sentir la palpitante vida y que esa noche le dió un solitario concierto a media voz. La muchacha canto en voz baja mientras revisaba viejas fotografías con la muchacha fallecida,a la que no podía ir a ver por la distancia. Cantó y en su arrullo fue soltando todo eso que la muerte causa. Terminó dormida sentada en el piso contra la cama.Aquel suave y amoroso susurro fue, para el dios, un consuelo también y esa noche por primera vez uso su poder para enviarle un presente.
Uno pequeño,pero con todo su amor.Una nota en fino papel,con una elaborada letra que decía:

"La joven flor platónica,la ardiente y ciega rosa que no canto,la rosa inalcanzable.
                Esa rosa eres tú"

El Antojo de un dios.जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें