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Gaston desapareció tan pronto como llegamos a casa. Ruggero pisoteó fuerte por las escaleras hasta nuestro dormitorio. ¿Era realmente el nuestro? No tenía ni idea. Pero lo seguí. Se dio la vuelta y me enfrentó apenas entré en la habitación. Su expresión era feroz, tenía las oscuras cejas hacia abajo y la boca en una línea dura.

—¿Llamas a eso darnos una oportunidad?

Vaya. Lamí mis labios, dándome un momento.

—Yo lo llamo salir a buscar algo de comida. La comida aún no estaba lista, así que pedimos una cerveza. Nos gustó la música y decidimos ir a bailar un par de canciones. Nada más.

—Él estaba sobre ti.

—Estaba a punto de darle un rodillazo en las pelotas.

—¡Te fuiste sin decir una maldita palabra! —gritó.

—No me grites —dije, buscando la calma que no tenía en ese momento— Te dejé una nota en la cocina.

Pasó las manos a través de su cabello, luchando visiblemente por conseguir algo de calma.

—No la vi. ¿Por qué no viniste a hablar conmigo?

—La luz roja estaba encendida. Estabas grabando y no quería molestarte. No se suponía que íbamos a estar fuera por mucho tiempo.

Su cara amoratada estaba furiosa, caminó unos pasos y luego se volvió y avanzó de nuevo. No más tranquilo por lo que pude ver, a pesar de que caminó de un lado a otro. Pero por lo menos parecía estar tratando. Su temperamento era la tercera persona en la habitación y ocupaba todo el maldito espacio.

—Estaba preocupado. Ni siquiera tenías tu teléfono, lo encontré encima de la maldita mesa. El teléfono de Pam seguía sonando.

—Siento que te hayas preocupado. —Extendí las manos, sin excusas para los dos— Olvidé cargarlo. A veces sucede. Trataré de ser más cuidadosa en el futuro. Pero Ruggero, no pasaba nada. Tengo permitido salir de la casa.

—Mierda. Eso lo sé. Yo sólo...

—Estás haciendo tus cosas y eso es genial.

—¿Era una especie de maldito castigo? —Obligó a las palabras duras salir a través de sus apretados dientes— ¿Es eso?

—No. Por supuesto que no —suspiré. Silenciosamente.

—¿Así que no estabas intentando que te tocaran?

—Voy a pretender que no dijiste eso. —Golpearle la cabeza no estaba muy lejos de la situacion. Mantuve mis puños cerrados cuidadosamente a mi lado, resistiendo el impulso.

—¿Por qué dejaste que él te tocara?

—No lo hice. Le pedí que retrocediera pero se negó. Eso fue cuando tú llegaste. —Me froté la boca con los dedos, quedándome sin paciencia— Sólo estamos dando vueltas en círculos. Tal vez deberíamos hablar de esto más tarde, cuando hayas tenido la oportunidad de calmarte.

Con las manos temblorosas me dirigí hacia la puerta.

—¿Te vas? Malditamente perfecto. —Se lanzó sobre la cama. Una risa totalmente carente de humor salió de su boca— Es demasiado para nosotros permanecer juntos.

—¿Qué? No. Yo no quiero pelear contigo, Ruggero. Voy a bajar antes de que comencemos a decir cosas que no queremos. Eso es todo.

—Vete —dijo, con voz áspera— Joder, sabía que lo harías.

—Dios —gruñí, volviéndome hacia él. El deseo de gritarle, para tratar de darle algún sentido a esto, se desbordó en mi interior— ¿Tan siquiera me estás escuchando? ¿Me estás escuchando del todo? No te estoy dejando. ¿De dónde viene eso?

Las Vegas [Ruggarol] Where stories live. Discover now