Parte 4 Sin Título.

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A veces, encontrar un lugar al cual puedas llamar hogar, es difícil. Pero en un mundo tan pequeño y a su vez tan grande, lleno de ruido e iluminación pudiste encontrarte con Nareah. Aquella chica que tenías a tu lado descansando, acompañándote en lo que restaba de la noche.

Contemplabas su belleza mientras que con tu mano acariciabas su mejilla con delicadeza, con miedo de despertarla. Ella, tan fuerte, terca e independiente se veía tan frágil, dulce e inocente a unos centímetros de ti. Siempre fuiste de tener miedo a lastimar a los seres que quieres y por eso, mantenías distancia; pero ahora era diferente. Querías amarla y no te importaba lo que sucediera después. Que tú, él que no creía en el destino le estabas dejando todo a sus manos y que hiciese lo que él quisiera con ello.

—No..—Escuchaste un murmuro de parte de la pelinegra mientras comenzaba a moverse repetidas veces diciendo la misma cosa.

Se encontraba teniendo una pesadilla pero no sabías si despertarla o dejar que ella lo hiciera por sí sola. De momento, en un abrir y cerrar de ojos, la chica se levantó de cantazo temblando mientras que algunas lágrimas se escapaban sin permiso.

—¿Pesadilla..?—Preguntaste y luego pensaste en lo estúpido que fue hacerlo ya que sabías lo que estaba pasando.

Nereah asintió y se apegó a ti, aferrándose a tu cuerpo como si no quisiera soltarte jamás. Usualmente le sucedía eso, tenía pesadillas cuando había pasado días estresantes o llevaba días sin dormir (por esa misma razón le costaba tanto hacerlo.)

—Ya.. no dejaré que nada te pase.

No sueles tomar el papel heroico, en cambio, consideras que nunca has sido bueno para eso, pero, por ella eres capaz de romper todas las vallas que se interpongan en tu camino para salvarla. Y que se jodan todos los que piensen que es un típico cliché todo lo que piensas sobre ella, que darías tu vida, que la protegerías hasta el fin y que sin ella no sabrías que hacer.

—Vuelve a dormir que de tu lado no me iré, Nare..—Susurraste en su oído para recostarle su cabeza en las acojinadas almohadas de la cama mientras seguía apegada a ti.

Y así de seguro pasarían la noche, y lo sabías. Te mantendrías de esa manera hasta que ella sintiera que todos sus fragmentos se unieran nuevamente y que se sintiera conforme, estable, bien otra vez.

Al final, ella te sacó del vacío cósmico que cargabas, ¿por qué tú no harías lo mismo ahora que ella te necesitaba?

La euforia de amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora