Capítulo 2: El bastardo Willow

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—Antes de continuar, ¿Puedo preguntarte algo, Selene? ¿Me das permiso de besarte?

—¿Cuál es la diferencia de pedirme permiso ahora?

—Que quiero que seas honesta conmigo y decidas por ti misma —sus ojos se desvían de mí como arrepentido de haber hecho esa pregunta— Olvídate de que soy Nicolás Willow, imagínate que soy un hombre desconocido con el que llevas la cuarta o quinta cita y te pregunta si le das permiso de besarte.

Nicolás no es exactamente un chico que pueda pasar desapercibido, en Willow siempre se escucha su nombre, ya sea porque algunos temen encontrase con él o quieren hacer un trato. En mi caso, yo era la chica que miraba desde lejos esos cabellos rubios claros que brillan cuando el sol se posa en ellos, lo iluminan como si Dios señalara que él es una clase de mesías, no sabes de qué, pero está destinado a algo.

Me preguntaba: ¿Por qué ese príncipe azul se escapó de su cuento donde todos son felices y el amor verdadero es definitivo? Él es un príncipe muy tonto al creer que hay algo bueno más allá de su historia, de ahí el apodo que le puse de rubio oxigenado.

—No —se me escapó de mis labios, pero lo repetí con más seguridad— No.

—De acuerdo.

—¿Qué hay con esa mirada de decepción, Nicolás?

—¿Quién dijo que es de decepción, Alarcón?

¿Alguna vez, a lo largo de toda esta historia, lo han escuchado referirse a mí por mi apellido?

Yo tampoco.

—Quiero que dejes de verme como una clase de Lucifer cuando soy un ser humano con muchos más problemas que cualquier otro.

Victimismo.

—Las personas nacemos y se nos concede un nombre y un apellido común y corriente —sacudo mi ropa quitándole el polvo de la tierra— Depende de las acciones de esa misma persona si su nombre y apellido se vuelven algo bueno o malo de lo que la gente quiera hablar. Si Willow va de boca en boca es por algo malo que hicieron, nadie tiene la culpa más que ustedes.

—¿Y acaso fue mi culpa haber nacido? —Nicolás se levantó bruscamente y yo le seguí su acción quedando ambos cerca del otro— ¿Fue mi culpa que esa loca violara a mi hermano porque me ve a mí como un engendro de ese sujeto? ¿Acaso deben de culparme por intentar matarla cuando mandó a Alexander al hospital?

Nicolás dio media vuelta y se regañó a sí mismo por alzar la voz.

—No te disculpes —se apresuró a callarme— Sé lo que he hecho y tienes razón. El karma existe. El karma arrastra a los miserables como yo a la realidad y nos recuerda que seguimos siendo mortales de carne y hueso.

Alexander estaba ahí en el suelo, sangrando, quejándose de los golpes, llorando a cántaros cuando yo sabía que él trataba de callarse para que mamá no se enfadara más.

La primera vez que pasó, lo descubrí cuando nos estábamos cepillando los dientes, tenía una marca roja en su mejilla, me contó que ella le dio una cachetada porque bajó en sus calificaciones, mi hermano apenas sacaba un siete y me mintió diciendo que ella tenía razón en enfadarse con él, pero que se esforzaría más.

La cuarta vez la escuché pidiendo explicaciones de por qué Alexander le había ocultado que la directora los citó a ellos para hablar de sus problemas de conducta. Mamá le arrojó su zapato, por suerte no fue un tacón porque si no, su ojo derecho no solo hubiera estado morado.

La décima vez, esa décima vez debí de haber mandado a freír espárragos sus súplicas y decirle todo a mi padre. Madre se volvió loca cuando Alexander trató de decirle a papá que quería irse a un campamento que estaba organizando su escuela. No lo culparía si quería desesperadamente irse muy lejos de esta casa, pero ella tenía el cinismo de reclamarle que quería abandonarla mientras lo golpeaba con uno de los cinturones de papá.

Omnia vincit amor [#3 Saga Willow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora