Capítulo 3 'Sangre del Olimpo'

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El ejército entero del Campamento Mestizo apareció en la cumbre de la Colina Mestiza. Clarisse La Rue era la primera, montada en un carro de combate rojo tirado por caballos metálicos. Cien semidioses se desplegaron en abanico a su alrededor, acompañados del doble de sátiros y espíritus de la naturaleza dirigidos por Groven Underwood.
Tyson, el hijo de Poseidón, avanzaba pesadamente con otros seis cíclopes. Quirón iba en plan corcel blanco, con el arco en la mano.
Era una imágen impotente, pero Nico sólo podía pensar: «No. Ahora no»

—¡Romanos, han disparado sobre nuestro campamento!—gritó Clarisse—¡Retírense o mueran!

Octavio se giró hacia sus tropas.

—¿Lo ven?—gritó a los cuatro vientos. Su voz se escuchaba claramente, enfurecida—¡Era una trampa! Nos han dividido para poder lanzar un ataque sorpresa. Legión, cuneum formate! —apuntó hacia los griegos, posicionando a sus tropas—¡ATAQUEN!

Nico solamente quería gritar: «Tiempo muerto. Paren ¡Quietos!»
Pero sabía que no serviría de nada. Después de semanas de espera, sufrimiento y cólera, los griegos y romanos querían sangre.
Tratar de detener la batalla en ese momento sería como tratar de contener una riada tras la rotura de la presa.

Will Solace los sacó del apuro.

Se metió los dedos en la boca y lanzó un silbido todavía más horrible que el que anteriormente había lanzado. Varios griegos soltaron sus espadas, y un murmullo recorrió la línea romana como si toda la Primera Cohorte estuviera temblando.

—¡NO SEAN TONTOS!—gritó Will, exasperado—¡MIREN!

Señaló hacia el norte, y Nico sonrió de oreja a oreja al percibir lo que venía. Decidió que había algo más bonito que un proyectil desviado: la Atenea Partenos brillando al amanecer desde la costa y colgada de seis caballos alados.
Las águilas romanas daban vueltas, pero no atacaron. Unas cuantas incluso se lanzaron en picado, agarraron los cables y ayudaron a transportar la estatua gigante.
Nico no veía a BlackJack, cosa que le preocupó, pero Reyna Ramirez-Arellano iba montada a lomos de Guido, con la espada en alto y su capa morada brillando de forma extraña, reflejando la luz del sol.

Los dos ejércitos se quedaron mirando, mudos de asombro, mientras la estatua de oro y marfil de doce metros se disponía a aterrizar.

—¡SEMIDIOSES GRIEGOS!—tronó la voz de Reyna como si la proyectara la propia estatua, como si la Atenea Partenos se hubiera convertido en una torre de altavoces de concierto—¡Contemplen su estatua más sagrada, la Atenea Partenos, tomada injustamente por los romanos! ¡Se la devuelvo como muestra de paz!

La estatua se posó en la cumbre de la colina, a unos seis metros del pino de Thalia, y ese instante, de nuevo pareció que la Atenea Partenos incrementaba el volúmen a su alrededor; pues empezó a escucharse el sonido de una motocicleta a toda velocidad.
La luz dorada proyectada por la estatua recorrió el suelo hasta el valle del Campamento Mestizo y descendió por el lado contrario a través de la legión romana, justo cuando una moto se abrió paso por las filas enemigas y se materializó a un lado de la estatua, siendo conducida por una chica con una larga gabardina. Frenó con fuerza y se detuvo justo adelante de la estatua, girando su motocicleta y posicionadola a un lado de ella.

Al principio, pensaron que se trataba de Thalia Grace, la teniente de las Cazadoras de Artemisa, pero al observar mejor, se dieron cuenta de que era otra persona, puesto que ironicamente Thalia era más punk, sumándole que esta chica no traía la diadema que se le dió cuando se unió a Artemisa.

Todo se quedó en silencio por un momento. Hasta Reyna se había quedado muda por la aparición inoportuna. Y por un momento Nico pensó que podría ser una mortal que por accidente había entrado en los límites del Campamento, pero aunque no la conociera, un calor penetró en los huesos del hijo de Hades cuando la chica se bajó de su vehículo y sacaba su arma, lista para la batalla. Era una sensación reconfortante y plácida que Nico no había experimentado desde… Ni siquiera se acordaba desde cuando. «Mientras más ayuda, mejor. No importa de dónde vengan» se dijo Nico a sí mismo. Una voz en su interior parecía susurrarle:

Ꮮꭺ Ꮋꮖꭻꭺ Ꭰꭼ Ꮓꭼꮜꮪ [Nꮖꮯꮻ ꭰꮖ Ꭺnꮐꭼꮮꮻ] Where stories live. Discover now