Capítulo 9: El viaje

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Pasó una semana desde que lo arreglé todo con Nat y ella ya había planeado todo con su amiga que vivía en la costa. El día anterior a coger el tren que nos llevaría a aquel lugar terminamos de hacer las maletas con lo que necesitaríamos al llegar.

Llenamos dos maletas, una mediana y una pequeña, ya que además de aquello debíamos llevar la sillita de Clara y alguna que otra cosa más.

Madre mía. Al salir de casa el día previsto, parecía que nos íbamos a vivir a otro lugar por todo lo que llevábamos. No nos habíamos planteado todo lo que nos hacía falta para que Clara estuviese bien aquella semana; y nos dimos cuenta en el momento que salimos por la puerta de nuestra casa.

Una compañera de universidad de Nat nos llevó a la estación y nos dejó allí justo a tiempo para subir al tren, acomodarnos en nuestros asientos, esperar un cuarto de hora y que saliese hacia nuestro destino.

Debido a que Clara era muy pequeña la llevaba sobre mis piernas, ya que no había ningún tipo de asiento infantil. No hizo mucho ruido durante el trayecto, cosa que me hizo estar muy orgullosa de nuestra niña. También agradecía aquello, más que nada para evitar una bronca con la señora que se sentaba detrás de nosotras; pues casi al comienzo del viaje dijo como si no la escucháramos – Tenía que haber cogido el vagón del silencio porque aquí meten a bebés que me van a molestar durante todo el viaje... – mira, casi me la cargo.

Estuvo todo el viaje diciendo cosas de aquellas, hasta que escuché algo que me llegó más a fondo que lo otro – Encima estas que se creen que la pareja puede ser de dos chicas y encima la pobre niña va a tener que vivir con ello –. Me entraron unos calores que me costaba retenerme, pero como sostenía a Clara tampoco podía hacer movimientos bruscos ya que la despertaría.

La señora siguió – ¿Cómo se llama eso ahora?, ¿homosexual?, pues eso en mi época no pasaba, no sabes lo feo que me parece que se crean que pueden criar a la niña bien de esa manera, esa pobre niña va a sufrir mucho sin un padre – continuó su compañera – Bueno padre tendrá porque no creo que se haya creado sola la niña, a no ser que haya sido fruto de una noche de discoteca –.

Ya no podía más. Llevaba ya algunos minutos aguantando todo lo que estaban diciendo aquellas señoras de detrás nuestro y Nat se estaba dando cuenta de que en cualquier momento iba a explotar. Me abrazó y me rodeó con su brazo intentando que me calmase. Sabía que me tenía que dejar de afectar lo que dijese la gente; que se metiesen conmigo vale, pero con mi hija no se iban a meter nunca. Me negaba a ello.

Intentaba no hacerles caso a las dos señoras de atrás y no voy a explicar lo que me parecieron concretamente porque puede que quede algo feo; simplemente voy a decir que eran muy maleducadas.

Estas seguían hablando de cosas que ya ni si quiera quería oír, por lo que pensé en ir al baño y ya de paso me daba un paseo. Le di la niña a Natalia y salí de allí dirigiéndome hacia el baño. Me mojé la cara intentando relajarme un poco después de escuchar a aquellas mujeres hablar y volví tranquilamente a mi asiento.

Cuando crucé la puerta del vagón que me correspondía y me dirigía a mi asiento volví a escuchar hablar a las dos mujeres – No sé si será esta que viene la golfa o habrá sido la que está con la niña–. Yo en serio creía que lo decían tan alto para que las escuchara y fue esa la gota que colmó el vaso.

Me acerqué educadamente a donde las señoras y les dije – Perdonen, ¿pueden tener un poco de respeto con la gente de su alrededor? – continué – No saben qué ha pasado en sus vidas, ni por qué motivo son de esa manera – y, por último – No deberían juzgar la vida de la gente si no conocen nada sobre esas personas, gracias –.

Se quedaron calladas durante unos segundos hasta que una empezó a hablar – ¿Y esta que se cree, que por ser ella rara, todo el mundo tiene que soportarla? – Ufffff... No podía más con ellas.

Nuevas sensaciones - ALBALIAWhere stories live. Discover now