Todo por un baile.

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Muchas gracias por todo el apoyo que está recibiendo este triste intento de historia.

Ya es costumbre, pero les agradecería mucho que pudieran darle una oportunidad a las demás historias que estoy escribiendo.

Y también, les quiero informal que está posiblemente sea la ultima actualización regular que haya en un tiempo, espero poder seguir contando con su apoyo pese a que los capítulos serán más lentos a partir de ahora.

En fin, los personajes no me pertenecen yo solo ocupo sin fines de lucro.

Capítulo XXIII. Todo por un baile.

Con la mirada, la antigua princesa de Corona seguía cada movimiento del rey, que cuando la música dio por concluida siendo sustituida por los aplausos de los invitados que vieron maravillados el baile protagonizado por el monarca de Arendelle, dio una ligera reverencia a su pareja de baile y le ofreció su brazo para caminar a su lado.

Un malestar nació en el estomago de la rubia por tan familiar escena, pues no hacia mas de dos horas que ella misma la había protagonizado.

El como ambas mujeres de cabello cobre, no daban un paso sin ser detenidas para que algún invitado pudiera tener la oportunidad de hablar con el rey, le revolvía el estómago.

-... las cosas en casa, ¿Elsa, me estás escuchando?

Al oír su nombre la mirada de la platinada busco al dueño de la voz, viendo a su hermano parado justo a un lado suyo con el ceño ligeramente fruncido.

- Disculpa, me distraje. - sintiendo la mirada del rubio sobre ella sonrío con pena por haberlo ignorado. - ¿Que me decías?

El aun príncipe de Corona vio a su alrededor con disimulo, buscando algunos cuantos oídos curiosos.

- ¿Como a sido tu instancia en Arendelle?

La platinada podía sentir la preocupación de su hermano con tan simple pregunta, y aunque no le era del todo agradable que su misma sangre pensara mal de la mujer a la que le debía tanto, si lo era el hecho de saber que aun en la distancia su hermano la seguía teniendo presente.

Sin embargo, aquella no era la intención del hombre, pues para el plan que tenía pensado necesitaba a su hermana de su lado, pues aquel hombre que le ayudaba desde dentro de Arendelle, le había informado de la estrecha relación entre ambas mujeres y pese a lo repulsivo que consideraba la relación, estaba seguro que esta jugaria a su favor. Pues le era imposible olvidar la humillación que tuvo a manos de aquella mujer que le hacía hervir la sangre.

- Es muy diferente a Corona, pero estoy feliz.

Al no tener la respuesta que deseaba, decidió cambiar de técnica para comenzar a preparar el terreno para su siguiente jugada.

- El rey Annabella sin duda alguna es una mujer muy hermosa.

Las mejillas de Elsa se pintaron de carmín al recodar aquella noche en la que vio de primera mano la belleza del rey.

- Por supuesto. - Un ligero suspiro escapó de los labios de la platinada, y pese a que sus ojos demostraban el cariño que sentía por aquella mujer de cabellos cobres, Kristoff hizo uso de todo su autocontrol para no perder su temple ante ella. - También es una mujer maravillosa por dentro.

- ¿Quien es la mujer que bailo con ella?

- No lo sé, supongo que alguien de la confianza de Anna.

Haciendo como si no hubiera oído el sobrenombre usado, Kristoff sonrió al escuchar cierto dolor en la voz de Elsa.

- Podría ser su prometida.

La respiración de Elsa quedó atrapada en su pecho, sintiendo como todo comenzaba a nublarse, su mirada se dirigió hacia su hermano, exigiendo una explicación a sus palabras.

- ¿Que quieres decir con eso? - decidió preguntar cuándo vio que no tenía la intención de decir nada.

- Ya sabes, no hay rey sin reina. - Kristoff tomó una copa de vino que de una bandeja que un sirviente ofrecía a los invitados. - No es de extrañar que el rey comience a presentar a su futura esposa a sus socios.

La mirada de Elsa se hizo analítica, al ver como la rizada no se quedaba al margen de las conversaciones, y aquel hombre con el que hablaban en ese momento parecía complacido con la platica que tenían.

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- Es un maravilloso baile. - Dijo un hombre de baja estatura con un poco de sobrepeso. - Debo decir que Arendelle a cambiado mucho desde la última vez que vine.

- Agradezco el cumplido sultán. - dijo Anna con una sonrisa, decidiendo tomar la indirecta del hombre. - Han pasado muchas cosas desde la última vez que nos honro con su presencia, aunque he decir que se extraña la presencia de la princesa Jazmín.

Mérida apretó un poco el brazo de Anna por los celos causados por la declaración del rey.

- Mi hija se esta preparando para asumir el cargo de sultán. - dijo el hombre con orgullo. - Y ya que estamos en ello, quisiera poder invitarla para su próxima boda y coronación.

- Espero pueda felicitarla en mi nombre y en el nombre de Arendelle. - dijo el rey separándose un poco de Merida para tomar un par de copas y brindar con el hombre. - Y estaré honrada en asistir.

Con el choque de copas, brindaron por la suerte de ambos reinos.

Caminando por la pista de baile, Merida se percató de que cada tanto, el rey miraba en cierta dirección.

- Mi rey. - dijo llamando su atención. - ¿Podría tomar un poco de su tiempo?

Con cierta duda, asintió y con cautela caminaron para salir del salón a una sala aparte, y un par de guardias custodiaban la entrada para evitar interrupciones.

- ¿Que sucede? - dijo tomando la oportunidad para descansar un poco, sentándose en uno de los sillones que había en la habitación.

La rizada suspiro con un poco de pesar, sabiendo que no tendría el valor de decir lo que verdaderamente le aquejaba.

Simplemente se sento frente al rey, disfrutando aquella poca intimidad que compartían.

Dejando que el silencio las envolviera en un cómodo silencio.

- El príncipe Kristoff, actúa extraño, ¿verdad?

Los ojos de Mérida se dirigieron a los del rey.

- No lo conozco lo suficiente como para decirlo con seguridad. - comenzó por decir lo obvio. - Sin embargo no creo que hubiera venido solo con la intención de hacer una coartada, posiblemente planee algo más grande, a todos los mueven sus propios intereses.

Anna sonrió, por la respuesta dada y le hizo saber lo que pensaba - Tienes razón, debemos dejar que muestre su juego, a menos que pienses en algo distinto.

Mérida solo se quedo en silencio.

- Aunque tengo una duda. - dijo nuevamente, clavando su mirada en Mérida. - ¿Cual es tu interés?

Y la respiración de Mérida se quedó atrapada en su pecho, perdiéndose en la mirada del rey, como si quisiera hacerle saber que ella misma era su respuesta.

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