Capítulo Uno: No tiene que doler

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La habitación estaba sumida en oscuridad, solo escuchaba el constante tic tac del reloj en la pared. Eran cerca de las tres de la madrugada y yo me encontraba bajo las mantas de la cama, esperando. Siempre esperando.

No fue mucho después cuando escuché la puerta del apartamento abrirse, mi cuerpo se tensó de inmediato, pero me obligué a relajarme y aparentar que estaba dormida. La puerta de la habitación se abrió y luego sentí su peso caer en la cama.

–Ya estoy en casa, cariño – Dijo acariciando mi cabello. Abrí los ojos y lo miré – ¿Me extrañaste? –Cuestionó, su aliento apestando a alcohol.

Asentí levemente por que decirle que lo odiaba estaba fuera de los limites. Quizás esta noche dormiría y me dejaría en paz, rogaba que así fuera. Su boca descendió hacia la mía, pero me hice a un lado.

–Josh, no... estás ebrio –murmure suavemente – ¿Por qué no vamos a dormir?

Elevó su rostro y entonces me percaté de lo sería que era su mirada. Se alejó de mí y se levantó de la cama.

–¿Acaso me dijiste que no? –Cuestionó entre dientes.

–No, no es eso. Te ves cansado ¿podemos ir a dormir? –Sugerí sentándome, manteniendo mi tono amable.

–Contigo siempre es no, a todo dices que no –Se quejó acercándome a mí.

Tomó mi nuca y me halo en un beso demasiado rudo. Su boca presionándose sobre la mía de una manera que no era para nada agradable. Empujó mi espalda y me hizo caer de nuevo en la cama, se subió encima de mí y comenzó a tocarme de forma áspera.

–Josh por favor... –Recibí una fuerte bofetada, que dejó ardiendo mi mejilla. Me quedé callada por la sorpresa.

–Cierra la maldita boca, Heather – Gruñó Josh.

Comenzó a tironear mi ropa.

–¡Josh! –Grité comenzando a llorar.

Él no se detuvo, cuando gritaba me golpeaba para que me callara. Comenzó a tocar mis pechos y luego sus manos rozaron la cara interna de mis muslos. Siempre era de esta manera, me golpeaba y luego me forzaba a tener sexo con él. Mi cuerpo nunca podía aceptarlo, por lo que siempre dolía.

Me había equivocado, él no era mi príncipe azul que había venido a rescatarme, era mi pesadilla hecha realidad. Una pesadilla de la que no podía despertar desde hace un año.

A la mañana siguiente él todavía dormía cuando me desperté para tomar una ducha. El agua caliente me hacía sentir mejor, relajaba mis adoloridos músculos. Sin embargo, no importaba cuánto intentara lavar mi cuerpo con el jabón, todavía se sentía muy sucio. Siempre estaba sucia.

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⏰ Última actualización: Jan 28, 2020 ⏰

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