PERDONA MI GRAN ERROR. CAPÍTULO 3.

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¿Es que no vas a decir nada? —preguntó Annie muy molesta y muy ceñuda. Terry se pasó la mano por sus cabellos desesperado por irse a buscar a Candice.

—No —contestó—. Sólo espero tu reprimenda.

—Y sí que la vas a tener. ¿Te das cuenta de que fue un terrible error haberla envuelto en esto? Confíe en ti, te dije que te ayudaría a conquistarla. Pero la has arrastrado a una dimensión totalmente desconocida para ella, ahora tendrá que vivir escondiéndose, huyendo de la prensa y no por ella misma ¡sino por ti y tus caprichos! Te advierto que Candice no es como el resto de mujeres allá abajo del escenario. y…—Annie siguió y siguió. dijo cosas, como que él no era merecedor de ella y no iba a permitir que alguien como él fuera a lastimar a su amiga.

—Lo siento, Annie —la interrumpió él luego de varios minutos en los que no paró de hablar—, pero creo que me he enamorado de Candice — Annie la miró con los ojos muy abiertos. Se puso las manos en la cintura queriendo fulminarlo con la mirada.

—Te estoy diciendo…

—Sí, escuché todo lo que dijiste, pero ella me interesa. Quiero a Candice y si me dice que sí, no habrá nada que puedas hacer para impedir que esté con ella.

— ¿Pero es que no has escuchado nada de lo que te dije? Si alguien como tú, tan famoso y popular, empieza a salir con alguien como ella, ¿crees que la dejarán en paz? Morirá aplastada y marchita bajo la sombra de tu grandeza, ¡no quiero eso para mi amiga!

—Lo siento, Annie, pero ya te lo dije; si ella me dice que sí, será mi novia —ella iba a decir algo más, mucho más, pero Terry se alejó y siguió buscando a Candice.

Candy no sabía si era bueno o malo, no sabía siquiera si era algo bonito; simplemente, Terry la había vuelto a besar, esta vez en público, poniéndola a ella en un lugar al que todos apuntarían con sus miradas y cámaras fotográficas. Se llevó las yemas de los dedos a sus labios con suavidad Cerró sus ojos con muchas ganas de llorar. ¿Qué iba a hacer? No es que no hubiese soñado antes con los besos de Terry; era innegable que él era guapo, interesante, pero no estaba segura de si le gustaba en un nivel romántico. ¿Aceptaría a alguien como él como su novio? ¿Cómo encajaba Terry Graham en su vida? No encajaba, se contestó a sí misma. ¿Pero se negaría entonces la oportunidad de conocerlo realmente? Estar con él, compartir con él esa chispa de felicidad que se encendía siempre que hablaban o estaban juntos. Era un fenómeno que siempre se daba con él.


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¿Candice? —oyó su voz llamar, y se puso un poco nerviosa—. Candice, ¿estás aquí? Sí, aquí estás —se contestó él deteniéndose. -- Ya te vi, Candice, no te escondas.
No te escondas, se repitió a sí misma. Tomó aire salió de su escondite. Terry la miró muy serio, de pie frente a ella con sus manos en su cintura. Ella tragó saliva, y no pudo decir ni hacer nada cuando él le tomó la mano. Candy lo observó mientras la conducía a través de un largo pasillo hacia un automóvil. Allí no había más nadie que el chofer.

— ¿A dónde me llevas?

—A un lugar tranquilo.

—Terry…

—No te preocupes, ahí no nos encontrará la prensa—. Candy entró al auto y tomó una mano con la otra para calmar sus nervios. Él iba silencioso, y el auto empezó a andar por la ciudad hasta llegar a una zona solitaria. Al bajar del auto, Terry volvió a tomarle la mano y caminaron en silencio; el hombre que había conducido el auto los seguía a una distancia prudencial.

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