Capítulo 5

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Que buen día para joder a la gente

     Dos semanas. Dos largas, pesadas y jodidas semanas habían pasado, y los murmullos no cesaban.

     Dos semanas desde que el profesor Lupin me llevó a la enfermería y me dio un trozo de chocolate, pero nunca supo que decir.

     Dumbledore, por contrario, la jodió. Aún me encontraba en la enfermería cuando decidí largarme a respirar antes de que la señora Pomfrey volviera a por mi persiguiéndome y amenazandome con que me ataría a la cama.

     Estaba al lado del lago cuando el director apareció y se sentó a mi lado, como el fin de curso del primer año.

     -Parece que has tenido una primera clase con el profesor Lupin interesante -mencionó-. Un boggart si tengo bien entendido.

     -Así es señor director -yo seguía con los ojos fijos en el agua-. Que sorpresa me he llevado cuando he visto algo diferente a lo que tenía en mente.

     -Si bueno, el miedo y los deseos son lo más complicado de decidir -respondió-. Son tales que...

     -Cuando me viste por primera vez, me dijiste que no se toleraba ser irrespetuoso con los profesores -lo corté siendo irrespetuosamente-. Me vigilaste en primero y segundo, y yo no pregunté por respeto.

     -El verano pasado me dijiste que ya lo entendías -sonrió de lado el director.

     -Lo que aún no entiendo profesor, es porque aún me siguen cuando deje claro que no era como él -suspiré-. Pero usted está aquí, hablándome de mis deseos y mis terrores, cuando usted ya los sabe los dos.

     -Tu deseo salió de tus labios delante del espejo -recordó él-, y extrañamente dijiste el mismo nombre delante del boggart.

     -Que irónico ¿no? -sonreí de lado sin gracia.

     -La escuela está aquí no solamente para enseñar en el conocimiento de los alumnos -respondió-, sino también para apoyarlos. Y creo que tu tienes un problema con esto.

     -¿Quiere ayudarme con mis problemas? -alcé una ceja.

     -Para eso estamos los profesores.

     -De acuerdo señor, le contaré lo que pasa. No seque hago mal -el me miró extraño-. Desde que nací me han tratado mal, llamado como monstruo y tratado como monstruo. Aún estoy intentando descubrir que es lo que he hecho mal, pero no me llegan las respuestas.

     -Tu no monstruo Lilianne -aseguró el director-. Has echo muchas cosas buenas desde que entraste, aunque no quieras aceptarlo. No eres un monstruo.

     -¿Entonces porque se me vigila como si lo fuera?

     Me alejé de él, dejándole pensar frente la orilla. Solo fueron necesarios unos pocos metros para que viera a la enfermera caminando furiosa a mi dirección con la cara roja y la varita alzada.

     Dos incansables semanas que escucho estos comentarios allá por donde pase. 

     -Mirad es ella -oí a unos de quinto-, dicen que mató a alguien.

     -Que miedo -esos eran de primero-. He oído que nunca ríe porque solo la muerte y las suplicas le hacen arrancar una sonrisa.

     -Ella es la Heredera que abrió la Cámara el año pasado -decían cuando bajaba la escalera-. Salió inmune por la falta de pruebas, pero si fuera por ella estaríamos todos muertos...

Lilianne y el prisionero de AzkabánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora