5. Imperfectum - La imperfección

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Eran los sirvientes óptimos, sin dudas. Lo alababan constantemente y a cambio él respondía a sus peticiones. Les daba todo lo que ellos querían, no podía negarles nada, eran sus hijos, después de todo. Amaba vernos fraternizar, reír. Eso era la vida que Él quería, lo que desde el origen quiso crear.

Le dio nombres a cada uno de ellos, pues los quería. Aunque, aún siendo todos perfectos, existía uno que destacaba por sobre los demás. Había sido el último en ver la luz, el más joven y, por lo tanto, el mejor esculpido. No tenía comparación entre los suyos, ensombrecía con su belleza incluso al mismo Creador. Su nombre era Luzbel, el favorito.

Las cosas marchaban bien en el Edén, pero hubo un día en el que se dio cuenta de algo. Sus ángeles estaban cambiando, poco a poco, de forma casi imperceptible, pero a Él nada se le podía ocultar. Vio que habían perdido parte de su característico brillo, aquel tan bello que les otorgó. Se habían vuelto algo más hostiles entre sí, y ya no se relacionaban entre todos sino que lo hacían en grupos. Dentro de Él había una pequeña voz que le susurraba que algo andaba mal, pero su ingenuidad fue más fuerte y no le dio más vueltas al asunto.

Fue difícil ignorarlo, sí, pero en ese momento fue claro, muy claro. Ante él se congregaron todos los ángeles, con los rostros furiosos, expresión que jamás creyó vería en tan hermosas criaturas. A la cabeza iba su creación más amada, Luzbel.

- ¿Qué se les apetece? - se limitó a preguntarles. Luzbel, con aire decidido y claramente amenazante, dio un paso al frente.
- No eres digno de ser nuestro Padre. Tan sólo mírate, y mírame a mí. Está más que claro que soy un ser superior a ti. No podemos, ni queremos seguir obedeciéndote. Simplemente no estás a la altura. Yo seré quien gobierne el Edén, pues soy el más majestuoso de toda la Creación.

Estaba... No, decir que estaba enojado no alcanzaba para describir lo que sentía. Pero no era ira hacia sus hijos, sino hacia sí mismo. Había creado seres imperfectos ¿Cómo era posible? Él era el Creador, omnipotente, omnipresente. Aquel que todo lo podía hacer. La realidad no era nada para su ser. Se levantó de su trono y los contempló, uno a uno, con otros ojos. Ya no resplandecían, y sus semblantes no eran bellos. Se maldijo a sí mismo y tomó una decisión.

- Ya no pueden seguir aquí, les he fallado a ustedes y a mí mismo. Un ser perfecto que ha creado algo que no lo es y jamás lo será. - Levantó el brazo y lo agitó en el aire. - ¡FUERA DE MI VISTA!

Con ese simple movimiento de su brazo, los ángeles fueron expulsados de su paraíso inexpugnable. Aquel día una tormenta de estrellas cayó del cielo hacía un pequeño mundo bañado en azul y verde.

El tiempo de los dioses [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora