"Vuelta a casa"

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Despertó al oír el chirriar de los frenos del autobus. Vacío, tanto el bus como ella. En sus primeros años de el Magisterium, se había sentado al lado de otras muchas personas que a día de hoy seguían junto a él. O al menos la mayoría. Todos menos el chico el rubio.

Se levantó de su asiento, cogió su maleta y se dirigió hacia la salida. Despidiéndose del conductor con la cabeza, y se bajó del autobus. Se encontraba delante de la misma puerta por la cual había entrado cuando todo empezó. Suspiró. Oyó el autobus reiniciar su marcha.

Empezó a caminar, mientras a su alrededor, sus recuerdos creaban imágenes que hasta ahora no le había dado importancia. Tres chicos corriendo, seguidos de un maestro. Su maestro. El maestro Rufus. Su maestro, y posteriormente su mentor. Veía los buses de distintos años volver a parar en el sitio donde se encontraba ahora. Veía la caza que le dieron a Call al escaparse del Panópticon. La fuga con Anastasia Tarquin. Y unos kilómetros, rodeando la montaña, donde murió Aaron.

Se acercó a la puerta, la cual llevaba tallada en ella los símbolos de los elementos. El fuego. Agua. Aire. La Tierra. Y el Caos. Le resultaba curioso como algo tan singular como este último elemento le hiciese sentir tantas emociones a lo largo de su vida. Dolor, miedo, odio, pero también satisfacción, el sentimiento de poder y, en ocasiones, la mano blanca que le salvó de más de una apretada situación. A pesar de que, en todos los casos, ella no había tenido en ningún momento el control sobre el Caos.

La puerta se abrió, rasgándose con el suelo por su edad, y del interior emanó la luz blanca del vestíbulo de mármol. El olor de humedad ya se podía detectar si se acercaba a la puerta. Se escucharon pasos. Tamara se aproximó a la entrada, para ser recibido por un mago moreno, con el cabello corto, tal como lo llevaba en la Curso de Hierro. ¿Era ella, o había crecido? La cascada de memorias y nostalgia no hizo más que incrementarse al verle. 

Nadie dijo nada. Tampoco es que fuera necesario. Se esperaban mutuamente desde hace una semana, cuando Tamara dijo que volvía al Magisterium. Habían pasado meses, más de los que a los dos les habría gustado. Y mientras que cada uno había seguido con su vida, en ese momento se evidenció que ambos sentían un vacío por la pérdida de amigos. Por las batallas. La angustia dejada después de un brote de adrenalina. O la que se siente al no conocer el paradero de un ser querido.

Ambos avanzaron. Siguieron sin mediar palabra. Un hielo que Callum decidió romper.

–"Te he echado de menos, Tamara"– dijo en voz baja.


–"Lo sé."– dijo. –"Perdóname. Vuelvo a casa."–


Magisterium Tales [Completa]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz