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Sexo sin compromiso y sexo con compromiso

Salgo corriendo sin rumbo, sin apenas ver lo que me rodea y oyendo palabras dispersas de fondo que soy incapaz de escuchar.

—¡Matt, detenla!

Pero ¿qué mierda pasa?

—¡Tú detenla!

Bajo las escaleras a tanta velocidad que no sé ni cómo no me descalabro. Oigo más voces que me llaman, voces diferentes; una sé que es de Matteo y otra, de Gastón... y la última, la tercera..., tiene que ser de ella. La había olvidado. Pero es la misma voz que me dijo aquellas palabras dañinas tantos años atrás. Y que marcaron un antes y un después en mi vida.

«Necesito esconderme», pienso cuando salgo por la puerta de mi casa y siento los pasos apresurados de alguien que viene detrás de mí. Lo primero que veo es la cuerda que cuelga de la ventana de Matteo; miro hacia atrás y compruebo que aún no hay ni rastro de Matteo, o de Gastón.

Cruzo la carretera que separa nuestras casas y me escondo detrás de un árbol que hay justo enfrente de su puerta. En ese momento, Matteo sale a la calle, lo sé porque puedo distinguir su voz llamándome más de cerca y, al instante, también como se aleja, con toda probabilidad, a buscarme en los lugares por los que suelo moverme. Gastón sale casi detrás y desaparece por el lado contrario. No pienso quedarme a ver salir a la otra.

Necesito moverme al último lugar en el que me buscarían... pero ¿a dónde? La cuerda de la habitación de Matteo me mira desde su posición: es perfecta. Nadie va a buscarme en el dormitorio de Matteo de cuando aún vivía con sus padres.

Subo por la cuerda, afortunadamente la ventana está abierta, y entro con rapidez. Me tumbo en la cama y me encojo contra la pared, dejando salir los sollozos que llevaban tanto tiempo esperando su desahogo.

Los recuerdos del pasado pesan sobre mí como si me cayera encima toda el agua de una gran cascada. Y la incomprensión, el no entender los actos que mi hermano ha llevado a cabo, pesa muchísimo más.

Esa chica me hizo mucho daño. Mucho. Fue cruel conmigo. Inhumana. Es algo sobre lo que he meditado durante estos cuatro años. El paso del tiempo y el proceso de madurez natural de las personas hacen que veamos las acciones humanas de diferente manera. Acciones que en un momento dado no entendemos, ya sea porque somos aún muy aprendices en el juego de la vida o porque estamos pasados de vueltas, de repente cobran todo el sentido. De repente somos capaces de ver la maldad implícita en ellas. Y que me tilden de simple, pero alguien que hace maldades, alguien que abusa de la vulnerabilidad de otro alguien, no es buena persona. No necesito saber más.

Y ahora Gastón se ha acostado con ella. De entre todas las mujeres del mundo, ha tenido que elegirla a ella.

¿Por qué los recuerdos tienen que hacer tanto daño? ¿Por qué me persiguen? ¿Por qué la línea que separa el pasado del presente se desdibuja? Cierro los ojos con fuerza y me encojo un poco más.

No sé cuánto tiempo después, escucho un carraspeo a mi espalda. Sobresaltada, levanto la cabeza y me encuentro con Matteo, apoyado con los brazos y las piernas cruzadas en el marco de su habitación, observándome detenidamente. Lo conozco bien, está intentando meterse en mi mente, intentando entender qué es lo que me sucede. Debatiéndose entre la preocupación y la curiosidad.

—¿Qué es lo que ha pasado? —me pregunta sin más preámbulo.

Giro de nuevo la cabeza, me paso la mano por el rostro, empapado de lágrimas, y sigo contemplando la pared. En el tiempo que llevo aquí, he contado hasta doscientas gotas en forma de relieve que forman parte de las paredes.

last summer [Lutteo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora