Capítulo VII: La regulación de la acción

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LAS ILUSIONES DEL TRANSCURSO DEL TIEMPO

Hemos establecido que los sentimientos están formados por acciones de regulación consistentes, ya sea en la aceleración o ya en el retardo; y que el resultado correspondiente es placentero o penoso. Son el fondo de nuestra conducta y la orientan.
A veces hay la anticipación del futuro, lo que depende ya sea del deseo o ya del temor que acompañan al acto. En efecto, cuando tenemos un anhelo para la realización de algo, en un término señalado, nos parece muy lejano; así como cuando hay el miedo de la verificación de un hecho, las horas y los días como que pasan rápidamente. En el primer caso, hay la impresión de que tiene uno delante de sí la eternidad y que nunca llegará el suceso. En el segundo caso, los momentos desfilan en tropel, como se suceden rápidamente en el reo encapillado y según la descripción de Hugo en "El último día de su condenado a muerte".

LA CALMA

Hay un estado mental muy especial que debemos considerar. Éste es la calma, que no es la ausencia de sentimientos como a primera vista parece, porque esto corresponde al vacío patológico. La calma es un equilibrio de sentimientos, combinándose armónicamente unas acciones con las otras; así como pasa en una maquinaria en que las diferentes fuerzas se contrapesan. En la calma, el espíritu se halla tranquilo, entre mil
causas que se combaten.
Hay dos fenómenos completamente diversos, pero con los que, sin embargo, a cada paso nos tropezamos en el trato diario que tenemos con la gente. Unas tienen la
particularidad de acelerar todo lo que se refiere a ellas, contrastando con las que viven en un estado de frenación o inhibición perpetuas. En los dos aspectos, la conducta ofrece detalles muy particulares.

LA PRECIPITACIÓN

1. Presentemos tipos de individuos que estratifican la exageración del esfuerzo y que se encuentran en estado de presión perpetua. Ellos mismos confiesan que no se pueden detener y que su condición de ser es la precipitación. Estos personajes no pueden estartranquilos y os hablan de todo: de filosofía, de botánica, de política, de educación, etc.
Parece como si tuvieran muchas válvulas de escape por las que saliera todo lo que está acumulado en ellos. Comen violentamente, trabajan del mismo modo, se pasean o están de pie pues no reposan jamás en su asiento; y si lo hacen, sólo es brevemente, en los bordes del mismo. Moralmente se vigilan, pues tienen miedo de su conducta y de proferir una palabra indiscreta. Por eso nunca están satisfechos. Todos los días persiguen cualquier cosa, aunque sea inaccesible o constituya una quimera. Se trata, en resumen, de individuos llenos de impulsos cuyo desarrollo no pueden impedir.

LA INHIBICIÓN

2. Ahora tratemos del polo opuesto. Está formado de personas morosas e inactivas,
comúnmente solitarias, como en las descripciones que de ellas ha hecho Zimmerman y las que se encuentran en la obra de Tardieu, refutada por lo exagerada. Uno de sus discípulos, León Dupuy, ha escrito un magnífico estudio en que comenta ese fastidio patológico de que habla Tardieu. Entre los casos particulares señalados hay la referencia de un pobre empleado del Ministerio, preocupado en su mismo trabajo (éste muy exiguo), y que sufra tanto por su timidez como por la que tenía la familia a la cual pertenecía. La timidez es un sentimiento que altera hondamente la conducta social.

EL ABURRIMIENTO

El aburrimiento, dice Tardieu, se traduce por una insuficiencia y por una depresión de la vida. Hay que distinguir, sin embargo, tal estado, del que se presenta en verdaderos enfermos atacados de melancolía: entonces es otra cosa. Citemos a este particular a una pobre mujer siempre acostada y que tristemente decía: "contemplad la ventana, sólo veo a través de ella las hojas de ese árbol que está detrás, es lo único que me entretiene".
Los enfermos aburridos hacen cualquier cosa, pero no son propiamente deprimidos. En los sujetos normales es preciso que la acción se termine por la satisfacción, cuando hay una perspectiva feliz, no así cuando es dolorosa. El individuo víctima del fastidio o del aburrimiento no termina nunca ninguna acción, sino que va, alternativa o sucesivamente, de una a otra y a otra más. El personaje de Fortunio, de Musset, es demasiado significativo. Dice: "Si pudiera amar a una americana, a una griseta o a algún mineral. ¡Qué bueno!, pero nada de esto puedo hacer"

|Psicología De Los Sentimientos| Pierre JanetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora