Capítulo 9

403 58 15
                                    

No creo haber corrido tan rápido en toda mi vida, mis piernas reaccionan antes que el resto de mi cuerpo y mis tacones derrapan sobre el suelo arenoso de la azotea.
Mis manos se envuelven alrededor del cuerpo de Asli y tiro de él hacia atrás con todas mis fuerzas.

Nuestros cuerpos caen y chocan contra el suelo, noto un agudo dolor en mi codo y suelto un pequeño quejido.
Por algunos segundos todo lo que se oye son nuestras respiraciones fuertes.
Me incorporo para mirar al moreno y cerciorarme de que no está herido.
No lo está pero yo tengo algunas rozaduras en los brazos.

Desde su posición, me mira confundido.
—¿Estás bien? —Asiente y mira a su alrededor, asegurándose de que no hay nadie más.
—No iba a hacerlo. No iba a saltar. —Me asegura. Pero yo no puedo confiar en sus palabras.
—He hecho lo que tenia que hacer. —Refuto. Me pongo de pie y suelto otro quejido cuando noto un dolor en la espalda.

—Estás herida. —Sus dedos tocan mi brazo y bajo mi blusa se distingue algo de sangre.
—No es nada, no te preocupes.
—Le pido, apartando su mano.
Bajo por las escaleras y entro en la casa, él me sigue.
Voy hasta el baño para coger el botiquín.
Limpio ambas heridas.
No necesitan puntos ni demasiados cuidados así que termino rápido.
—Te han despedido por mi culpa. —No es una pregunta, es una afirmación.

—¿Ibas a suicidarte por eso?
—Aunque ya lo he hecho antes, vuelvo a asegurarme de que no esté herido.
Levanto con dos de mis dedos su barbilla y giro su cara un poco. Nada, no ha sufrido daños.
—No iba a suicidarme.
—Intenta no alzar la voz aunque su molestia es evidente.

—No me han despedido por tu culpa. —Alza una ceja.
—¿Tus vacaciones no habían acabado ya? pero no fuiste a trabajar para cuidar de mí.
—Argumenta.
—Mis vacaciones acababan hoy, no tenía que ir hasta mañana. Durante estos días el señor Massier se ha dado cuenta de que mi eficiencia en el trabajo es baja y ha aprovechado para despedirme. —Aseguro. Mi explicación parece tranquilizarle.

—Sea como sea, mañana hablarás con el psicólogo.
—Sierra... —Va a replicar pero le detengo.
—No. Hablarás con él. —Y así acaba la conversación.
El día siguiente no tarda en llegar, Asli y yo no compartimos más que unos vagos "buenos días" antes de salir hacia la consulta.

Entramos en el centro médico y el moreno va directo al ascensor.
Pero entonces parece recordar mis palabras, se gira y me mira antes de hablar.
—No me gustan los ascensores.
—Es mitad pregunta, mitad afirmación.
Confirmo.
—No estoy enfadada o algo así ¿sabes? sólo quiero que estés bien. —Oigo como respira fuerte detrás de mi en las escaleras.

—Estoy bien. Tal vez algo cansado de buscar respuestas pero bien. No iba a... —Lo deja en el aire.
Llegamos al lugar correcto y me detengo en la puerta.
—¿Entras conmigo? —Lo dudo.
—¿Quieres que lo haga? ¿no te sentirías más cómodo a solas con él? —Niega con firmeza.
—No.

—Bien, entonces vamos. —Doy unos pequeños golpes en la puerta hasta que oigo un "adelante".
—Buenos días, somos Asli y Sierra, ¿podemos entrar?
—¿No habéis entrado ya?
—Bromea. —Tomad asiento por favor.

—¿Cómo estás Asli? ¿has recordado algo?
—Estoy bien y no, no he recordado nada. —El hombre le mira extrañado.
—Te recomendé que acudieras a terapia pero según sé, no lo has hecho. —El moreno asiente.
—No, no lo hecho. No me sentía cómodo allí.

—¿Y entonces? ¿por qué estás aquí hoy? —El joven y yo intercambiamos miradas, carraspeo y le doy un pequeño empujón. Quiero que se abra y cuente si de verdad se siente bien.
Pero en lugar de eso, consigo todo lo contrario.
—La verdad es que estoy aquí porque Sierra creyó que ayer iba a s-
—Solucionar sus problemas con alcohol. —Tengo que reaccionar muy rápido e interrumpirle.

¡Demonios! que poco ha faltado.
—¿Qué? —Le asesino con mi mirada y trato de gesticular para que me siga el juego.
—No lo niegues. Te encontré con una botella de vodka en la mano. —Y por fin, parece que lo entiende.

—Sólo estaba curioseando.
No iba a hacer lo que tú crees que iba a hacer. —Ruedo los ojos.
—No hay mucho que pueda hacer por ti salvo recomendarte de nuevo que acudas a terapia.
—Asli apreta los labios al tiempo que asiente.

—Gracias pero estoy bien.
No necesito terapia. —Reitera.
—Como desees pero si cambias de opinión ya sabes lo que tienes que hacer.

El moreno y yo damos las gracias al hombre y salimos de allí.
—¿Por qué no me has dejado contarle la verdad? —Arqueo ambas cejas.
—¿Estás loco o quieres problemas? ¡te habría encerrado en el área de psiquiatría, Asli!
—¿Y entonces por qué narices estamos aquí? —Con desesperación paso las manos por mi cabello.

—¡Para que le contaras como te sientes! no para que le dijeras eso, idiota.
—¿Cuántas veces tengo que repitir que estoy bien? —Su tono de voz calmado rebaja la discusión.
—Es que no lo estás, Asli.
Repítelo una y mil veces si quieres pero no cambia la realidad. —Me apoyo sobre mi coche, la espalda pegada contra la puerta del conductor.

—Tienes razón, no estoy bien como alguien normal estaría.
Pero tampoco recuerdo como se sentía eso así que estoy todo lo bien que se puede estar cuando no recuerdas ni tu maldito nombre.
Déjame estar, Sierra.
¿No lo ves? necesito que me dejes estar, necesito creer que estoy bien. —Creo que tiene razón.

Tal vez no he debido obligarle a venir pero estaba asustada.

—Está bien. —Cedo.
Voy a abrir la puerta del vehículo pero su mirada constante parece indicar que quiere decir algo.
—¿Podemos no volver a casa ya? —Y así lo hace.
—¿Quieres dar un paseo?
—Responde con un tibio "sí" y comenzamos a caminar.

Con las manos en los bolsillos, voy pateando hojas que se cruzan en mi camino.
El moreno hace lo mismo, de vez en cuando nos miramos y hacemos comentarios triviales.
Andamos sin rumbo fijo, no vamos a ningún lugar y al mismo tiempo, pasamos por todos.

Pero entonces, en mi campo de visión aparece un letrero y una sonrisa profunda y brillante se dibuja sin querer en mis labios.
Miles de recuerdos preciosos se acumulan dentro de mí.
Y tengo una idea genial.
¿Qué mejor manera de hacer sentir bien a Asli que llevarle a un lugar donde solía ser muy feliz?

—Ya sé lo que vamos a hacer.
—Frunce el ceño, curioso.
—¿Ah, sí? ¿el qué?
—¿Qué te parece una sesión de patinaje sobre hielo?

Es importante remarcar que la relación de Asli y Sierra existía antes de este punto, ahora de alguna forma tiene que volver a "construirse" y poco a poco, iréis viendo más de ellos ❤.

Si alguna vez me recuerdasWhere stories live. Discover now