Capítulo 29

300 38 1
                                    

Después de las palabras del rubio, ya no escucho nada más.
No porque no quiera sino porque mis piernas actúan demasiado rápido.
Demasiado rápido para que nadie pueda detenerme, además.
Oigo gritar a mi hermana, de reojo veo a Seth agarrarla y tirar de ella hacia atrás.
Y le suplico al aire que no la deje ir, que se aferre a ella con todas sus fuerzas y la mantenga a salvo.

Pero yo ya he abierto la puerta, yo ya he salido y la he cerrado tras de mí.
El viento es tan fuerte que
me choca contra ésta antes de poder dar un paso.
Mi cara no tarda en llenarse de nieve, tengo que entrecerrar los ojos para ver lo mínimo y aún así, avanzar se convierte en una tortura.

Dar el primer paso me cuesta casi toda la fuerza de mi cuerpo, doy un pequeño grito, mi bota se clava en la nieve pero todo mi cuerpo tiembla por la fuerza del aire.
Éste, además, está tan frío que cada respiración hace que los pulmones me ardan.
Noto el dolor llegarme hasta cada uno de mis huesos pero no puedo regresar.
No voy a regresar.

No sin Asli.

Como puedo avanzo, voy muy despacio y en un mal paso, caigo al suelo.
Mis manos paran la caída y mi rostro no choca contra el suelo de puro milagro.
La nieve hace un efecto contrario y quema, me raspo y un par de hilos de sangre aparecen.
Ponerme de pie con este temporal se vuelve una de las cosas más difíciles que he hecho jamás.

Pongo un pie sobre la nieve, es como ver un flan pelear contra un tornado.
Y dicen que cuando estás a punto de morir, toda tu vida pasa por delante de tus ojos.
Pero yo no veo nada, tal vez porque no voy a morir hoy.

O tal vez porque también dicen que no existe fuerza más fuerte que la del amor.
Así que pongo la otra pierna en su lugar antes de ponerme de pie.
Porque ahora no importa demasiado lo que otros digan, importan las promesas que alguna vez hiciste.

Porque cuando estás al borde de la nada, sólo importa quien has sido y quien todavía querrías ser, las promesas que has hecho y las personas a las que se las has hecho.

Yo le dí mi corazón a un hombre y le prometí cuidarle durante el resto de mi vida.
Y soy el tipo de persona que cumple sus promesas.
Así que resiste, Asli.
Porque voy a por ti.

No sé en que momento mis pasos se vuelven más firmes, ni si es el viento el que cesa o que yo me vuelvo más fuerte.
El pecho me duele y me quema, la fina cazadora que llevo no hace mucho contra el frío y dios, como desearía llevar mis guantes en estos momentos.

Una dolorosa sonrisa se dibuja en mi rostro cuando distingo una figura entre la nieve.
—Asli. —Creo haber hablado lo suficiente alto pero mi voz no llega hasta él.
—Asli...—Repito y ésta vez, pongo mi mano sobre su hombro.
Entonces, al detenerme, el peso de todo el esfuerzo recae sobre mi y una ráfaga de viento me hace caer sobre mis rodillas.

El moreno se da la vuelta sobre sus talones, me mira y se pone de rodillas junto a mi.
Su cara está igual que la mía, llena de nieve y enrojecida, su nariz se lleva la peor parte y estoy segura de que si le tocara, lo comprobaría.
Sus ojos, llorosos y casi cerrados me miran, le veo borroso, es como una mancha a la que me cuesta distinguir.
—No puedo encontrarlo, Sierra. —Tengo que leer sus labios, no le oigo.
Pero no sólo he dejado de oírlo a él si no todo a
nuestro alrededor.
El aire comienza a volverse demasiado pesado y no pasa a mis pulmones.

—Vámonos... —Susurro, utilizando mis pocas fuerzas restantes para poner mis manos en sus hombros.
—Tengo que encontrarlo.
—Reitera.
Pero sé que no sobrevivirá si se queda aquí durante más tiempo para buscar.
Y es muy probable que yo tampoco.

Tomo una bocanada de aire extrema y aprieto mi pecho, necesitando hablar de nuevo.
—Es un anillo, As... vámonos.
—Suplico.
Pero sacude su cabeza de lado a lado antes de que sus manos comiencen a rebuscar entre la nieve a nuestro alrededor.

Y según sus manos van buscando, mi visión se nubla.
—No voy a sobrevivir, Asli.
Si me quedo aquí, moriré.
—Sus ojos negros vuelven a los míos y entonces me dejo caer hacia atrás.
No puedo soportar el peso de mi cuerpo durante más tiempo y mis ojos se cierran por momentos, la falta de aire me impide pensar con claridad.

Y me pregunto entonces que decidirá.
Si buscar su anillo o salvarme a mi.
Pero eso no importa porque no saldré con vida de esta montaña.

—¡No! ¡Sierra! —Noto sus manos heladas en la piel de mis mejillas.
—Sierra por favor, no.
No importa ese estúpido anillo, no importa nada.
No te mueras, por favor.
Levántate. —Sus brazos tiran de mí, me incorporo como puedo pero él no deja de hablar aunque vagamente puedo oírle.

—...Estás loca, has venido a por mí. Estás chalada, Sierra.
Desquiciada, estúpida, completamente hueca, idiota.
—Quiero reír pero no me quedan fuerzas para hacerlo.

Caminamos y caminamos en dirección contraria al lugar, de vuelta a nuestra cabaña.
Apenas veo y mi peso está casi por completo apoyado en el cuerpo del moreno.

—¿Lo sabes, verdad? porque si no lo sabes es que estás peor de lo que yo creía... Sierra, yo...
—Asli sigue hablando, no tengo idea de como lo hace pero lo hace.
Pero yo apenas entiendo palabras sueltas, frases que no están completas ni por asomo.

Veo de lejos nuestra cabaña y aligeramos el paso, cuando apenas faltan unos metros, no sé como lo hago pero veo algo relucir.
—An-nillo... —Balbuceo.
La joya está enganchada en uno de los laterales de la puerta de la cabaña, el moreno se agacha y lo coge.
Lo guarda en su bolsillo y con el cuerpo de los dos, empujamos la puerta.

Entonces me suelta y mi hermana va a sostenerme pero caigo al suelo antes de que llegue hasta mí.
—¡Sierra! —Y mi nombre en un grito es todo lo que oigo antes de que mi alrededor se suma en la oscuridad.

Si alguna vez me recuerdasWhere stories live. Discover now