Carta número 10

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  Por primera vez en su vida Elizabeth se encontraba furiosa con Ángel, no podía creer que su amigo no hubiera podido cumplir con una simple promesa. Como nunca soltó una serie de insultos contra Ángel.

 Otra vez el sonido de su celular la distrajo, harta ya de que estuvieran llamando cada cinco minutos atendió furiosa si mirar quien era la persona que la llamaba.

-¡¿Si?!-Dijo con un grito.

-¿Hablo en un mal momento?-La voz de Micaela al otro lado de la línea logró que se calmara un poco.

-Perdón Mica, lo que pasa es que estoy un poco furiosa.

-¿Con algún paciente?-Preguntó su amiga.

-No, con Ángel.

-¿Con Ángel?, y ¿que hizo o mejor que escribió para ponerte así?

-Lo que sucede es que no pudo cumplir con una simple promesa.

 Se produjo un pequeño silencio en el cual Micaela trataba de imaginarse cual habría sido esa promesa que Ángel no había cumplido.

-¿Quieres dar un paseo y hablar sobre el tema?

-Me encantaría Mica, pero ¿podría ser en un lugar tranquilo sin gente y sin celulares?

 Micaela soltó una carcajada.

-¿Tus pacientes no te dejan tranquila?

-No te das ni una idea.-Dijo Elizabeth cerrando los ojos-. Necesito desconectarme un poco.

-Tengo el lugar ideal, en treinta minutos te busco.

-Ok, gracias amiga.

-De nada nena, hasta ahora.

-Hasta ahora.-Contestó más tranquila.

 Pasada la media hora Elizabeth se encontraba en el vestíbulo del hotel, se había puesto un vestido fresco de tirantes que le llegaba hasta la rodilla, unas sandalias cómodas sin tacón y sus largos cabellos dorados los tenía sujetos en una cola alta. De repente Micaela apareció por la puerta con un pantalón largo, una remera sin tirantes y el cabello corto bien peinado. Se acercó a Elizabeth con una gran sonrisa y la saludó con un sonoro beso en la mejilla.

 El camino hacia su destino había durado un 20 minutos, cuando bajó del auto de su amiga quedó sorprendida, hacía mucho tiempo que no iba a aquel lugar. Era un enorme parque rodeado de árboles, era el sitio más tranquilo de su ciudad. Micaela la condujo hasta el lugar más apartado junto a una laguna, extendió un mantel en el césped y acomodó la merienda.

 Ambas se sentaron y comenzaron a disfrutar de la soledad. Pasado un largo rato Micaela tomó la palabra.

-Ahora que te encuentras más tranquila sin el ruido de la ciudad y los celulares, ¿me contarás porque estás molesta?

-Te dije que fue porque Ángel no cumplió con una simple promesa.-Contestó Elizabeth sin abrir sus ojos.

-¿Pero cuál fue la promesa?

 Elizabeth dirigió su mirada hacia su amiga y le dijo.

-Cuando mamá murió Ángel me prometió que nunca me iba a dejar sola.-Lágrimas comenzaron a brillar en sus ojos-Y sin siquiera pensarlo la rompió.

 Micaela suspiró.

-Pero no fue su culpa el no haber cumplido aquella promesa.

 Elizabeth se sentó bien de golpe y llena de furia contestó.

17 cartas de amorWhere stories live. Discover now