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N/A:Dulce Renuncia sólo está en Wattpad hasta el capítulo 10.


Fue abrir la puerta de su apartamento, y Marissa se vio contra la pared. Sabía que David había estado ansioso, aunque había intentado disimularlo, pero no se había imaginado que tanto.

Sintió sus manos inquietas subir por debajo de su pequeño vestido y le bajó las bragas. Ella lanzó un suave gemido de expectativa. Esto le gustaba, le gustaba la sorpresa, que David hasta el momento le hubiese mostrado las diferentes posiciones que se sabía para tener sexo. Y buen sexo.

Se apoyó con los brazos en la pared elevando un poco su trasero para que él tuviera acceso y se vio plenamente recompensada. David entró en ella desde atrás tan suavemente como si toda ella estuviese embadurnada de mantequilla.

No era mantequilla, era su cuerpo dispuesto desde los jugueteos en el auto, y luego el ascensor.

-Dios, mujer. Qué buena estás –susurró él, y ella sonrió balanceando su cuerpo para sentirlo pleno en su interior. Él le terminó de sacar el vestido y se quitó a sí mismo la camisa, empezó a entrar y salir de su cuerpo despacio, enloqueciéndola. Entraba en ella, salía, se quedaba un par de segundos afuera y volvía a penetrarla.

-David... -rogó ella, pero él no se detuvo, simplemente le tomó el cabello y le torció la cabeza para que se mirara desde abajo. Marissa lo hizo, y la visión era...

Él cada vez la sorprendía más.

Empezó a acelerar el ritmo y Marissa tuvo su primer orgasmo de la tarde.

Luego la tomó en brazos y la llevó hasta el sofá. Al parecer, recorrerían un largo camino hasta llegar a la cama, y le haría el amor en cada parada. Esto era el cielo.

Tremendamente satisfecha, Marissa recorrió con un dedo el pecho de su novio.  Habían hecho el amor unas dos veces, pedido un domicilio y conversado durante bastante tiempo, y luego de que David llamara a su hermana para avisar que no iría a pasar la noche en casa, volvieron a hacerlo. Había caído la noche y ni cuenta se habían dado, ahora él dormía profundamente, y ella lo observaba en su desnudez, tan hermoso, tan bien formado.

Y tan bueno en la cama, sonrió. David estaba lleno de sorpresas.

-Cómo es que un hombre como tú estaba solo? –preguntó, pero él estaba tan profundamente dormido que no la escuchó. Apoyó la cabeza en su pecho escuchando el latido de su corazón. David se movió acercándola más, rodeándola con sus brazos, murmuró algo en sueños y volvió a quedarse quieto-. Creo que te amo –dijo, y cerró sus ojos con fuerza, porque aunque la asustaba un poco su propia declaración, confiaba en él, confiaba en que él también la amaba, y podían ser felices a pesar de todos los obstáculos que tendrían que sortear para poder estar juntos.

Sonrió feliz entre sus brazos, atesorando esos instantes.  Lo que daría por alargar ese momento, por que nunca acabara. 

Fue quedándose dormida pensando en que aún tenían el resto de la noche, y la mañana, y el día de mañana, para estar así.

Diana Alcázar entró a su antiguo estudio. Miró en derredor las paredes pintadas de mil colores sin son ni ton. Ella misma había hecho esto cuando era aún una adolescente, y había convertido la habitación con vistas a la piscina en su estudio de pintura. Desde muy niña había decidido que quería pintar.

El estudio estaba exactamente igual a como lo había dejado. Incluso las pinturas que habían quedado iniciadas en ese tiempo estaban allí, apoyadas en la pared como amantes desnudos y molestos por la larga espera.

Se acercó a uno de los lienzos y lo levantó. No había polvo. Maggie debía haberlo mantenido limpio por ella.

-Qué horror –dijo, mirando el intento de pintura. Era un simple paisaje al óleo, pero en esa época dominaba muy mal el material, así que el resultado no era muy agradable a la vista, al menos a la suya.

Dulce Renuncia (Saga Dulce No. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora