Conozco por primera vez la casa

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Luego de largas horas manejando, ya comenzaba a ver los lindos que paisajes que a lo lento comenzaban a rodear mi visión, al mismo tiempo también ya me acercaba al punto de encuentro con la misteriosa casa de la que me hablo el guía.

La primera vez que observe la casa, fue desde la cima de un monte, luego de quitar algunas malezas y mirar a través del ancho valle a varios centenares de pies debajo de mí hacia el sol, que estaba hundiéndose tras las lejanas colinas azules y verdes. Desde ese punto de vista momentáneo, tenía un exagerado sentido de observación. Me parecía estar colgando sobre una maqueta de carreteras y campos, salpicado de granjas y sentía que ya casi podía arrojar una piedra sobre la casa.

Lo que atrajo mi vista fue el pequeño camino en frente de la misma, entre la masa de verdes árboles y el huerto de la casa. Era perfectamente derecho, y estaba rodeado por una constante hilera de árboles, a través de la cual distinguí un sendero que era de color ceniza, y sumado a esto, también observe un bajo muro de piedra.

Notoriamente, entre el huerto y dos de los árboles, observe que estaba un objeto blanco, que parecía ser una piedra alta, un espigón vertical de caliza, de los varios que los campos de la región están regados.

Vi con mucha claridad este camino y me dio una placentera expectación. Había estado viajando fatigosamente por el bosque de aquellas colinas semi montañosas. No había visto ni una granja, solamente chozas destartaladas a lo largo de la carretera, a través de más de veinte millas de obstáculos e impedimentos. Ahora, cuando no me restaba mucho trecho para llegar a mi destino, veía a corta distancia un buen lugar donde reposar.

A medida que aceleraba cautelosamente mi vehículo, a través del comienzo del largo descenso, los arboles me engulleron de nuevo, perdiendo de vista el valle. Me sumergí en una hondada, y cuando subí de nuevo, en la cresta de la siguiente elevación, volví a ver la casa, más cerca que antes, pues era la misma casa de la que algunas veces me advirtió el guía turístico con el que día antes había conversado.

La piedra elevada atrajo mi atención con cierta sorpresa. ¿no había visto que estaba frente a la casa, cerca del huerto? Evidentemente estaba a la izquierda del camino que conducía a la casa. Mi auto cuestionamiento duro hasta que cruce la cresta. Luego vi nuevamente truncada mi perspectiva; pero pronto me puse a mirar para adelante una vez, en la próxima chance de ver el mismo panorama.


Al final de la segunda colina solamente se veía de refilón parte del camino y no podía estar seguro, pero en un principio la piedra elevada parecía estar a la derecha del camino.

Llegue a la cima de la tercera y última colina y volví a mirar para abajo, viendo el camino bajo los enormes árboles, casi como si estuviera viendo a través de un tubo. Había una línea de blancura que creía identificar como la piedra alta. Estaba sobre la derecha.

Me adentre en las últimas de las hondonadas. Mientras remontaba la más lejana cuesta, mantuve mi vista en la cima del camino, delante mío. Cuando mi línea visual transpuso la elevación, pude ver la piedra elevada a mi derecha, entre los numerosos arces. Me detuve a un costado del camino, e inspeccione los neumáticos de mi vehículo, luego tire la palanca.

A medida que avanzaba miraba para adelante. ¡veía la piedra ahora a la izquierda del camino! Estaba realmente asombrado y hasta atemorizado, y me decidí acercarme lo suficiente a la piedra para comprobar a ciencia cierta si estaba a la derecha o a la izquierda, o sino en el medio del camino.

En mi atolondramiento, puse la velocidad máxima. La máquina dio un brinco y perdí el control. Di un giro a la izquierda, pero fue inútil y choque contra un gran arce.

Cuando volví en mí, estaba caído de espaldas en una zanja. Los últimos rayos de sol enviaban fustes de luz verde-dorada a través de las ramas de los arces. Mi primer pensamiento fue de una rara mezcla de admiración a las bellezas de la naturaleza y de desaprobación por mi propia conducta, por ir de excursión sin acompañante (algo que he lamentado ya más de una vez). Luego se me aclaro la mente, y me senté. Me sentí mareado, y no estaba sangrando ni tenia huesos rotos; aunque estaba muy sacudido, no había sufrido heridas o golpes serios.

Entonces vi al muchacho. Estaba parado al final del camino color ceniza, cerca del zanjón. Era robusto y macizo; estaba descalzo y tenía los pantalones arremangados a la altura de las rodillas; vestía una camisa de color nogal; abierta en el pecho, y no tenía ni capa ni sombrero. Su rostro rezumaba pecas y tenía un horroroso labio leporino.

Intente levantarme y procedí a examinar el destrozo. No había habido explosión ni fuego, pero mi maquina estaba convertida en ruinas. Todo lo que vi estaba hecho pedazos. Mis dos cestas de pertrechos habían, por aquellas cínicas burlas del destino, escapado al destrozo, y estaban incólumes, ni si quiera una botella se había roto.

Durante mi investigación, la vista desviada del muchacho me siguió continuamente, pero el no pronuncio ni una sola palabra. Cuando me hube convencido de mi impotencia para reparar el daño, fui derecho hacia él y le dirigí la palabra:

-¿cuán lejos está la herrería más cercana?


-Ocho millas, respondió. Tenía un alarmante caso de paladar partido, y sus palabras eran apenas inteligibles.

-¿me puede guiar hacia allí? Le sugerí

-No hay equipo en la casa, replico; ni caballos, ni vacas

-¿Qué tan lejos está la siguiente casa? Continué

-seis millas, respondió

Mire al cielo. El sol ya se había puesto. Y volví a mirar mi reloj: iban a dar las siete y treinta y cinco.

-¿Puedo dormir en tu casa esta noche? Pregunte

-Puede venir si usted quiere, dijo, y puede quedarse a dormir. La casa esta descuidada; mi mama murió hace tres años, y papa se fue. No hay nada para comer, salvo harina de trigo y tocino mohoso.

-Tengo suficiente comida, le respondí

-Usted puede venir entonces si así lo desea dijo, pero debe acarrear sus propias cosas. No hablo con grosería o rudeza, pero parecía afirmar con docilidad un hecho inofensivo.

-Correcto, para mí no hay ningún problema con respecto a eso, le respondí, muéstrame el camino hacia la casa.

El patio frente a la casa estaba muy oscuro, bajo una docena o más de inmensos Ailanthus, bajo los cuales habían crecido gran cantidad de arbustos y pequeños árboles, y por debajo a su vez, largas y enmarañadas hierbas. Lo que alguna vez fue aparentemente un camino ahora era una estrecha y curvada senda en dirección a la casa. Por todos lados había brotes de Ailanthus, y el aire estaba viciado con el desagradable olor de sus raíces y de las hierbas.

La Casa de las pesadillasWhere stories live. Discover now