8. YURIK

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Me despertó una suave brisa que me hizo sentir tan pleno y lleno de paz, era una sensación tan cálida y placentera que no quería despertar jamás. Pero la estridulación de algún grillo me sobrecogió y me arrastró fuera de mi letargo, y tan pronto mis ojos se activaron, me descubrí bajo un bello cielo repleto por esponjosas nubes blancas y un radiante sol. No identifiqué, en cambio, el lugar exacto en el que me encontraba. Me removí de mi posición mirando a los alrededores, topándome con un campo de maiz que se extendía a mi alrededor.

¿Cómo había llegado hasta este lugar? Caminar dormido no era una teoría lógica, menos si consideramos que no existían granjas en todo NorthHill.

Me levanté bruscamente y miré en todas direcciones, siempre encontrando la misma imagen densa y verdosa del maizal. Cuando estaba a punto de ceder ante la desesperación y la angustia, me percaté de la presencia de un hombre al final de una senda; vestía un sombrero de paja y unos guantes marrones de aspecto grueso; caí en cuenta, entonces, de qué se trataba de un granjero. Afortunadamente me miró de vuelta y elevó su mano en el aire invitándome a ir en su dirección.

Sin pensarlo corrí hacia él, y antes de decirle algo, ví desde mi posición la cima de una casa de madera que sobresalía por encima del maizal.

—Ve a casa, tu madre te está esperando para la merienda. Yo estoy por terminar aquí, los alcanzo en un segundo —me ordenó aquel hombre.

Comencé a teorizar de la identidad de aquel desconocido en base a sus palabras hasta que caí en cuenta que el idioma en el que se dirigió hacía mi fue algo similar al Alemán, o tal vez Ruso. De nuevo me sentí confundido, ya que, a pesar de no conocer ninguno de los dos dialectos, pude entender perfectamente cada palabra que salió de su boca.

Aquel hombre se dió vuelta y continuó con su pesada labor. De él no obtendría respuestas, así que terminé por ir hacia donde me había asegurado que encontraría a mi madre. Me adentré en aquella casa de aspecto rústica, construida enteramente por tablas de madera visibles. El lugar era pequeño, nada ostentoso pero acogedor, se sentía como un lugar al que se podía llamar "hogar".

—Anda, ven a la cocina, ¡apresurate! —Escuché la delicada pero ronca voz de una mujer llamarme desde una habitación contigua con aquel mismo idioma extraño —. Si no vas a ayudar a tu padre con los deberes, al menos puedes ayudarme a mi con la merienda —Me dijo cuando sintió mi presencia detrás de ella.

Aquella mujer no era mi madre, esta mujer era bastante esbelta y su estatura a penas superaba a la del hombre allá afuera, pero ambos eran posiblemente las personas más altas que jamás haya visto. Me paré a su lado sin saber exactamente que esperaba que hiciera.

—¿Nervioso? —Inquirió la mujer —Porque yo lo estoy. Sé que no debería, el que comenzará la escuela mañana eres tú, no yo.

Finalmente pude ver su rostro, sus rasgos eran tan finos y su piel era tan blanca y de apariencia suave que se veía tan frágil; indudablemente poseía una belleza radiante, y la mejor parte es que me miraba con una sonrisa amplia en todo momento, como si yo fuera su mayor tesoro.

Durante todo el día me la pasé preguntándome del lugar en el que me encontraba, si esto era un sueño u era otra la ilusión en la que me contraba. No importaba que preguntas les formulara, a los que había concluido eran mis padres; ellos simplemente parecían escuchar frases completamente diferentes porque sus palabras siempre estaban fuera de contexto, como si siguieran alguna clase de guión predeterminado del que no podían escapar.

Aquella noche me metí en la cama que se suponía me pertenecía, la habitación de mis, supuestos padres, estaba contigua a la mía y gracias a las paredes de madera, podía escuchar casi con lujo de detalle las conversaciones que tuvieran.

Superhéroe Adolescente [Starlight]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora