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CAPÍTULO DOS: ROSE
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Había decidido quedarse en la torre.No tenía donde más ir, y no podía volver a casa ya que no tenía un deseo suicida. Dick Grayson le había prometido que la protegería junto a los demás si alguien intentaba herirla o hacer algo que tenga que ver con su familia. Y ella quería creerle en serio quería hacerlo, no quería dudar de lo que era capaz el adulto pero tampoco quería ilusionarse con sus palabras. No quería caer en la misma trampa dos veces, se negaba a hacerlo. Su primera noche había sido intranquila, no había podido dormir ya que revisaba a cada rato su brazalete con el miedo de que alguien comenzara a acercarse a su locación pero debía admitir que solo estaba siendo un poco paranoica.
Se quedó unos minutos sentada en lo que podía llamar su propia cama, mirando el gran ventanal que dejaba ver los grandes edificios que rodeaban aquella torre en la que ahora podía llamar refugio. También estaba a su vista el bolso que tenía solo un par de ropa para sobrevivir aunque sea una semana, y no quería parecer una molestia pidiéndole a la única chica que vivía en la torre, además de ella, un poco de ropa. Debía conseguir algún tipo de trabajo para poder ganar dinero y conseguir nueva ropa.
Quería decir que no era de un gusto caro para la ropa, pero la verdad era que su madre siempre había conseguido lo mejor para ella y que extrañaría el poder recibir todos los meses conjuntos nuevos. Aunque solo eran una penosa excusa de pasar tiempo madre-hija ya que nunca estaba allí, su progenitora se la pasaba siempre intentando quedar bien con el aquelarre o haciendo cosas para chicas que no eran ella. Su madre siempre quiso que fuera como las demás brujas de su edad, pero no podía.
Su piel se erizó cuando sus pies tocaron el gélido suelo, pero siguió caminando por éste sin importarle mucho. Había caminado sobre cosas peores para poder hacer las cosas que le pedían los ancestros. Al recordar aquello no pudo evitar gruñir ya que tuvo que bañarse más de dos veces. Uno de los peores días de su vida.
Abrió la bolsa en la que se encontraba su ropa y pudo ver el vestido blanco que había usado solo unas noches atrás, estaba manchado de sangre y temía que ya no tenía solución. Hizo una mueca y lo sacó para tirarlo al piso para luego sacar una camisa con un moño gris brillante, una falda y los zapatos que siempre usaba. No podía haber dejado sus mocasines color negro en su casa, era lo más preciado que tenía por parte de su familia.
