Capítulo Cuarenta y Dos: Cuaderno

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—Ah. Pues vale—Theo se encogió de hombros y pasó de largo para sentarse junto a la mesa.

Scorpius, Rose y yo lo seguimos con la cabeza.

No sabía qué clase de reacción me había esperado por parte del búlgaro.

Pero echando la vista atrás, supongo que no podía quejarme de un "ah, pues vale".

Así que acabé por imitarlo y arrimar una silla a la mesa del fondo.

—Se me había ocurrido que podríamos darle un par de vueltas todos juntos a las pistas que ya tenemos—carraspeó Theo, sentado con las largas piernas estiradas bajo la mesa.—No me apetece estudiar, y ésta es la única alternativa.

Asentí con la cabeza.

—Por mí, bien—comenté, rebuscando en el bolsillo de mis vaqueros para sacar un paquete de Zonko.—La tarea de los mapas celestes para Trelawney ya me ha dado bastante dolor de cabeza esta semana.

Me llevé un chicle infinito a la boca y comencé a mascarlo.

No es que durasen para siempre; es que tenían infinito número de sabores, y todos deliciosos.

—Es una buena idea—Scorpius se sentó frente a mí y puso su mochila en la mesa mientras empezaba a rebuscar en ella.—Por algún lado tengo una lista donde anoté algunas de las pistas importante que...

—¿¡Pero a vosotros qué puñetas os pasa!? ¿¡Se os ha ido el caldero o qué!?

Scorpius dio un respingo en su asiento, alterado.

Yo, al igual que los otros dos, me centré en Rose, la única que permanecía de pie en la misma postura.

Tenía los ojos como platos, y la boca muy abierta.

—¿Cómo podéis estar ahí tan tranquilos después de...?—empezó a señalarnos a Theo y a mí frenéticamente.—¿Es que pretendéis pretender que todo es normal y nadie acaba de besarse con nadie?

Alcé una ceja.

—Sí, ése es el plan—confirmé.

Rose se llevó las manos a la cabeza.

—Pero, pero, pero, pero, pero, pero, pero, pero, pero, pero, pero...—mi prima empezó a balbucear, repitiendo la misma palabra, como en un bucle temporal.—Vosotros... vosotros...

Levanté un poco más la ceja. A mi lado, Theo parecía impasible.

Como no conseguía ninguna reacción por nuestra parte, Rose recurrió a Scorpius.

Éste negó con la cabeza sugerente.

Vi cómo Rose cerraba un momento los ojos, mascullando para sí algo muy deprisa.

Luego, volvió a abrirlos.

—Está bien—soltó, sentándose frente a Theo y cerca de Scorpius, haciendo ruido al arrastrar su silla.—Todo está bien, nada es raro, nadie se ha besado con nadie, todo va maravilloso y nosotros sólo tenemos que preocuparnos por la llegada de los exámenes y el fin del mundo. Nada de nueva información.

—Ése es el espíritu—ironicé, mostrando mi pulgar levantado.

Rose me lanzó una mirada asesina y luego masajeó sus sienes con los dedos. Se la notaba alterada.

—¡Lo encontré!—exclamó Scorpius, muy contento. Sostenía en alto con su brazo sano un cuaderno de tapas negras.

—¿Qué es eso?—quiso saber Rose.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora