Capítulo 8

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  Ransom tenía la mirada perdida en la pantalla del ordenador. Había sido incapaz de seguir con la novela, su cabeza estaba pensando en lo sucedido de Tomás y en las pocas pruebas que habían aparecido -pero que le inculpaban directamente a él.Sabía que era cuestión de tiempo que le llamaran de la comisaría para hacerle unas preguntas, y ya no en calidad de testigo, sino como sospechoso. El principal.

Por más que se lo preguntaba, no llegaba a ninguna respuesta clara. No sabía quién había podido matar a Tomás ni por qué, pero no había ni rastro de aquel asesino. Y, por si fuera poco, la mayoría de los testimonios, le señalaban a él. Al novio celoso y controlador. Al tipo de pasado turbio. Al supuesto asesino. El único que no había dicho nada en su contra era Miguel, y no acaba de entender por qué tampoco; para todos era más rentable echar balones fuera.

Si el forense sentenciaba la hora de la muerte en algún momento cercano a la una de la mañana, estaría realmente jodido.

Sabía que más de uno ya lo había sentenciado como el posible asesino de Tomás, a pesar de no tener pruebas contundentes. Los empleados, la policía... ¿Y si Gisela también? Si en algún momento, Gisela abandonara aquel lugar a su lado, para mirarle acusatoriamente desde el otro lado, no sabía qué iba a hacer. La noche anterior había visto una mirada que no reconocía. No le miraba asustada, pero sí mostraba mucha desconfianza. No la culpaba. Si hubiera sido sincero con ella desde el principio, habría estado preparada.

Siguió martirizándose unos segundos más hasta que un silbido llamó su atención. Alzó lentamente la cabeza, encontrándola apoyada en el marco de la puerta mientras le miraba cómplice.

Aquellos días les estaban pasando, solo necesitaban mirarse el uno al otro para darse cuenta de la imagen demacrada de los dos. Ojeras, mala cara, desgana.

—Tómate el café que he preparado —señaló con la cabeza hacia la sala de estar—. Te sentará bien echar algo al estómago.

Le dedicó una ladeada sonrisa antes de apagar el ordenador y ponerse en pie. Gisela estiró la mano hacia él -necesitaba su toque, que él respondiera al gesto, que le demostrara que los dos estaban juntos en aquello. Ransom sostuvo su mano y caminó junto a ella hacia la sala de estar.

Incluso los perros parecían sentir el peso de los días, pues apenas se mostraban tan activos como semanas atrás. Se pasaban la mayor parte del día tumbados en la cama o en el suelo, apenas haciendo algún esfuerzo que no fuera para comer. Ni siquiera mostraban entusiasmo cuando veían las correas en manos de alguno de sus dueños.

—Tú te has hecho un té —destacó.

—Necesito dormir un poco —le dio un sorbo a su taza—. Lo último que necesita mi cuerpo son más razones y motivos para no dormir cuando le toca.

—Siento que tengas que pasar por esto —jugó con la taza en sus manos.

No sentía que fuera culpa suya, pero no le gustaba verla mal, y menos si era sin motivos. Gisela no se merecía vivir aquello.

—No es a mí a la que tienen en el punto de mira —cerró los ojos y negó con la cabeza—. Necesitas apoyo ahora mismo, y siento que yo no te lo estoy dando. Ayer mismo dudé de ti.

—Es normal —acarició su rodilla delicadamente—. Te encierran entre cuatro paredes, te ponen un vídeo y luego te comen la cabeza para que creas lo que ellos te digan. Es primero de interrogatorio —rodeó los ojos—. Te manipulan hasta que les cuentas lo que ellos necesitan oír. Da igual si es verídico o no. Por eso toman tan en cuenta el testimonio de tus camareros.

—Que a ti te ponen a caer de un burro.

—Ya me lo esperaba —se encogió de hombros con despreocupación—. Es algo temporal. Tarde o temprano, encontrarán pruebas reales que apunten al verdadero asesino. Y entonces, nos dejarán en paz.

Even if you Leave | RANSOM D. (Chris E.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora