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La mirada de aquel pelirrojo estaba puesta en la ventana de aquel avión cuyo destino no era otro que Grecia, volvía sin compañero después de la discusión; no soporto que lo llamarán de una manera que, para él, era despectiva y sin razón, iba solo en un asiento de primera clase pensando en lo que Milo había dicho pero le resto importancia cuando en su mente aparecieron las imágenes enfocadas en el español.

Quería olvidar esa escena, su mirada en el bar de Granada llena de miedo, las cristalinas gotas bañando su dañado rostro y después... la sangre brotando de la comisura de sus labios, escapando de la fina nariz, los hematomas en su palidez que le hacían ver la imagen macabra de un ángel encerrado en un infierno terrenal, y luego... su espalda siendo abierta por un pedazo de cuero, el agua mezclada con tinta roja, las súplicas que salían de esos violacios labios, el sonido de su llanto y sus sollozos, la voz de el hombre al que llamaba amigo diciendo ofensas a diestra y siniestra.

Sacudió la cabeza, no era momento de recordar esa noche ni su fatídico error de haber aparecido en la puerta con su hipócrita sonrisa pidiendo solo una cama para poder pasar la noche, siendo invitado a beber y aceptando para luego no acordarse de nada más que la imagen del español siendo violentado por su progenitor y a la mañana siguiente llendose como si nada, regresando al hotel solo por sus cosas, caminando por las calles en espera del día siguiente, esperando por la llamada de Milo, la que nunca llego, la que le dio el coraje para largarse de vuelta a Grecia, la que hasta ese momento no llegaba.

De nuevo sacudió la cabeza, miró una vez más su teléfono con la esperanza de ver en la pantalla tan siquiera un "¿Dónde estás?", soltó un suspiro, pensando por un momento en ser él quien llamara pero haciendo a un lado la idea al repetirse una y otra vez que no había sido culpa suya y que sólo estaba siendo realista, solo esperaría a pisar tierra griega.

※※※※

Había pasado la noche en casa de Ángelo pero no pudo dormir, pensando en ambas opciones, Grecia o Suecia, ya no había nada que lo atara a ese lugar, a la cuna de todos sus malos bienes, no, ya no tenia motivos para seguir soportando lo que era demasiado para su cuerpo y para su mente.

Se levantó y fue directo al baño solamente para darse cuenta que las heridas en su espalda habían sanado y que de esa noche solo quedaba la cicatriz y un doloroso recuerdo, soltó un suspiro y salió de ahí directo a la cocina donde sus anfitriones lo esperaban con un desayuno que hace mucho no veía.

Sus papilas gustativas se maravillaron ante los manjares que ingresaban, se sentía de nuevo vivo, con ganas de sonreir con sinceridad, entonces era cierto lo que había escuchado "después de la tormenta viene la paz" y ahora lo estaba comprobando en carne propia.

-¿Qué harás? - la suave voz del sueco lo sacó de sus pensamientos.

- no lo se, aún tengo mis dudas.

- ten en cuenta que la decisión que tomes será para ti, Afrodita y yo no nos opondremos si decides irte a Grecia. - Ángelo le sonrió, desde que lo conoció le había brindado apoyo pero lo que menos quería era volver a atarlo a una vida que no quería.

- Ángelo tiene razón, no te ataremos a ir con nosotros, eres libre de ir a dónde quieras y a dónde decidas te apoyaremos.

- Gracias - no dijo nada más, no quería o más bien no sabia que decir, ellos eran los que le habían acogido y no solo en su casa pero también estaba la tentativa de ir con aquel rubio, aunque no le conociera del todo estaba seguro que nunca le haría daño o algo parecido.

Los otros hombres presentes tampoco dijeron nada más, se limitaron a terminar los alimentos que Afrodita había preparado para su pareja y para Shura.

La vida muchas veces te hace ver que hay personas buenas y con un corazón sincero pero también existen seres malvados, tan malvados que hasta al mismo diablo podrían asustar, la naturaleza del ser humano siempre ha sido malvada o al menos en la mayoría de los casos, cosa que Shura Alshat había comprobado teniendo un padre al que no le importaba nada más que la imagen pública, no obstante también había visto la contraparte: en Ángelo, en Afrodita y por supuesto en aquel griego que se presentó en el momento oportuno, justo cuando su vida estaba al borde del acantilado.

Milo seguía recorriendo las calles de Granada en busca no solo de su compañero Camus, sino también de algo en que distraerse mientras esperaba la llamada de aquel español, de vez en cuando alzaba la mirada topandose con el azul del cielo como si quisiera ver el Olimpo y posiblemente rogarle a uno de sus habitantes que una respuesta certera llegase a sus oidos.

Después de aquella discusión con Camus se puso a investigar un poco mas sobre la familia del español, no muy convencido leyo un par de artículos dandose cuenta que su teoría tenia mucho de verdadera, ese al que Camus llamaba amigo era un desgraciado por eso le propuso a Shura, sin tan siquiera pensarlo, ir con él a Grecia, ahí seguramente podría seguir con una vida más pacífica, sin sudar miedo o preocuparse por cuantos golpes recibiría.

Siguió su camino por la ciudad oyendo algunas historias sobre la reconquista, algunos romances antiguos, uno que otro mito con respecto a la ciudad y su protector, palabras de aquí y de allá contando leyendas de la antigua españa y su gran imperio.

La calle en ese momento parecía infinita, sin nada que la detuviera, como si el tiempo hubiese hecho de las suyas ahí, como si aquello fuera un pasadizo mágico hacía otra tierra, como si las historias que había escuchado sobre Cid Campeador tomarán vida en ese lugar.

Su teléfono comenzó a sonar, lo tomo entre sus manos, apretó el botón, del otro lado de la bocina, la voz de un joven le esperaba.

Dan R

Flamenco en GriegoWhere stories live. Discover now