IV

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–Es necesario, por tanto –dije–, que, si esto es verdad, nosotros consideremos lo siguienteacerca de ello: que la educación no es tal como proclaman algunos que es.En efecto, dicen,según creo, que ellos proporcionan ciencia al alma que no la tiene del mismo modo que siinfundieran vista a unos ojos ciegos. 

–En efecto, así lo dicen –convino. 

–Ahora bien, la discusión de ahora –dije– muestra que esta facultad, existente en el alma de cadauno, y el órgano con que cada cual aprende deben volverse, apartándose de lo que nace, con elalma entera –del mismo modo que el ojo no es capaz de volverse hacia la luz, dejando la tiniebla,sino en compañía del cuerpo entero– hasta que se hallen en condiciones de afrontar lacontemplación del ser e incluso de la parte más brillante del ser, que es aquello a lo quellamamos bien. ¿No es eso? 

–Eso es. 

–Por consiguiente –dije– puede haber un arte de descubrir cuál será la manera más fácil y eficazpara que este órgano se vuelva; pero no de infundirle visión, sino de procurar que se corrija loque, teniéndola ya, no está vuelto adonde debe ni mira adonde es menester. 

–Tal parece –dijo.

  –Y así, mientras las demás virtudes, las llamadas virtudes del alma, es posible que sean bastanteparecidas a las del cuerpo –pues, aunque no existan en un principio, pueden realmente ser mástarde producidas por medio de la costumbre y el ejercicio–, en la del conocimiento se da el casode que parece pertenecer a algo ciertamente más divino que jamás pierde su poder y que, segúnel lugar a que se vuelva, resulta útil y ventajoso o, por el contrario, inútil y nocivo. ¿O es que nohas observado con cuánta agudeza percibe el alma miserable de aquellos de quienes se dice queson malos, pero inteligentes, y con qué penetración discierne aquello hacia lo cual se vuelve,porque no tiene mala vista y está obligada a servir a la maldad, de manera que, cuanto mayorsea la agudeza de su mirada, tantos más serán los males que cometa el alma?

 –En efecto –dijo.

 –Pues bien –dije yo–, si el ser de tal naturaleza hubiese sido, ya desde niño, sometido a una poday extirpación de esa especie de excrecencias plúmbeas, emparentadas con la generación, que,adheridas por medio de la gula y de otros placeres y apetitos semejantes, mantienen vuelta haciaabajo la visión del alma; si, libre ésta de ellas, se volviera de cara a lo verdadero, aquella mismaalma de aquellos mismos hombres lo vería también con la mayor penetración de igual modo queve ahora aquello hacia lo cual está vuelta .

 –Es natural –dijo. 

–¿Y qué? –dije yo–. ¿No es natural y no se sigue forzosamente de lo dicho que ni los ineducados yapartados de la verdad son jamás aptos para gobernar una ciudad ni tampoco aquellos a los quese permita seguir estudiando hasta el fin; los unos, porque no tienen en la vida ningún objetivoparticular apuntando al cual deberían obrar en todo cuanto hiciesen durante su vida pública yprivada y los otros porque, teniéndose por transportados en vida a las islas de losbienaventurados, no consentirán en actuar? 

–Es cierto –dijo. 

–Es, pues, labor nuestra –dije yo–, labor de los fundadores, el obligar a las mejores naturalezas aque lleguen al conocimiento del cual decíamos antes que era el más excelso y vean el bien yverifiquen la ascensión aquella; y, una vez que, después de haber subido, hayan gozado de unavisión suficiente, no permitirles lo que ahora les está permitido. 

–¿Y qué es ello? 

–Que se queden allí –dije– y no accedan a bajar de nuevo junto a aquellos prisioneros ni aparticipar en sus trabajos ni tampoco en sus honores, sea mucho o poco lo que éstos valgan. 

–Pero entonces –dijo–, ¿les perjudicaremos y haremos que vivan peor siéndoles posible el vivirmejor?

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2020 ⏰

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El mito de la caverna// PlatónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora