ENAMORAMIENTO REPENTINO.

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9 de febrero del 2018.

Gael.

Una vez que le entrego mi identificación al hombre que se encuentra a la entrada del hotel, camino a donde se encuentra el único restaurante del hotel, que es donde me dijo Dominique que me esperaba, ya que el show nocturno se presentaba en un escenario que hay dentro del lugar.

Después de pasar por unos empleados que se encuentran limpiando las albercas, llego a lo que parece ser el restaurante. Con dificultad alcanzo a ver a Dominique, quien se encuentra platicando con una chica que se encuentra de espaldas. Supongo que es otra compañera de trabajo, por lo que me encamino hacia ellas.

—Denise —me paralizo al escuchar ese nombre —, sobre la situación del karaoke de hoy, yo debo confesarte algo —no puede ser ella. Me repito mentalmente. No puede ser que mi vecina se encuentre aquí mismo. Aunque ahora que hago un repaso mental, llevo varios días sin verla tocar por el malecón —. Estaba desesperada por encontrar una nueva persona.

— ¿Qué hiciste Dominique? —paso saliva con dificultad al ver que en efecto se trata de ella. No lo pienso dos veces, de inmediato abro la boca para que sepan que ya me encuentro aquí.

—Con que estabas por estos lares —digo lo primero que se me aparece por la mente. Veo que su cuerpo se tensa por unos segundos. Rápidamente Dominique me entrega un micrófono de contrabando —. Bueno, eso explica tu ausencia por el malecón en estos días —maldigo mentalmente al ver que dije lo que pensaba. No quiero que ella sepa que la miro de lejos. Denise gira en cámara lenta hasta que queda de frente conmigo.

— ¿Te preocupabas por mí? —percibo un son de burla en esa pregunta. Me encorvo de hombros sin decir palabra alguna. No quiero que mi lengua me traicione —. ¿Por qué traes un micrófono?

—De eso quería hablarte —Dominique comienza a reír con nerviosismo. Lo que sea que se traiga entre manos, no puede ser bueno —. Gael es la persona con quien vas a cantar los duetos.

— ¡Qué demonios! —exclamamos los dos al mismo tiempo. De reojo nos miramos al ver que gritamos a coro.

—Es trabajo, y eso se hace sin rechistar —todo sea porque no me caería mal unos pesos extras —. ¿Estamos? —los dos asentimos —. Lo único que vamos a hacer es ir presentando a los que van a cantar y animarlos. Ya hasta el final cantan ustedes.

Con mucha fuerza de voluntad nos damos un apretón de manos y entramos al restaurante, que ya se encuentra lleno. Una vez que las chicas se encargan de las presentaciones, vamos dando paso con los huéspedes que se anotaron para poder cantar.

—Y ahora en nuestra lista siguen Diana y Arturo, ¿Dónde están? —dice la morena por el micrófono. Unos chicos levantan la mano desde una de las mesas. Los dos caminamos hasta donde se encuentran ellos —. ¿Con quién tenemos el gusto? —Disimulo una risa al escuchar la pregunta que les acaba de hacer —, olviden la burrada que acabo de decir. ¿De dónde nos visitan? —la mesa responde nombres de varios pueblos.

— ¡Ya cállense! —grita una de las chicas que se encuentra en la mesa —. ¡De la chona! —responde con molestia.

— ¿Quieres calmarte? —sin pensarlo siquiera alzo la voz —. Porque cuando hablamos de La Chona es cosa seria —una punzada de nostalgia se instala dentro de mi pecho al recordar por unos instantes el pueblo donde viví gran parte de mi vida. De reojo miro que Denise me ve con evidente sorpresa.

— ¿Eres de La Chona? —me pregunta en voz baja. Miro hacia otra mesa sin responderle. Por lo visto creía que era de Vallarta. Aunque ahora que lo pienso, ella y yo no hemos tenido una plática como Dios manda. Las únicas palabras que compartimos sin matarnos fue cuando yo me encontraba golpeado —. En fin —ella prosigue como si nada —, ustedes pidieron una canción de Zoe, así que allí va Labios rotos.

La única excepciónWhere stories live. Discover now