El Corazón de Cristal

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Musutafu nunca le había parecido tan fría, helada desde que había ingresado en la U.A junto al nerd de su amigo. Siempre había habido algo que lo sacara de la ruta, que lo hiciera hervir por un nuevo obstáculo que superar. Pero ahora, después de dieciséis años viviendo en aquella ciudad, por primera veía la realidad, lo fría que era la ciudad que había sido su origen y que lo había visto crecer.

Bakugō Katsuki movió la cabeza, mirando por unos segundos las oscuras nubes sobre su cabeza, notando como eran casi negras, como aquel momento que habían sentido en la isla...aquel momento que aun los estaba golpeando a todos, pero mucho más a él, aunque no lo había querido demostrar ante los demás. Era molesto que lo vieran con pena y reproche. Si, podía ver la decepción y los reproches en todos aquellos ojos que lo observaban de arriba abajo desde que volvieron de aquel infernal lugar. ¿Por qué los había dejado vivos? Por su cabeza, siempre aquella preguntaba estaba presente, demasiado y presionando su mente, entrando en su cabeza lentamente, con fuerza, taladrando.

Chasqueó la lengua, aferrando la correa de su mochila y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta del uniforme, comenzando a caminar hacia su destino, con la cabeza levemente baja y sintiendo algunas gotas golpeando con sus cabellos.

No le molestaba el agua.

Bakugō se arrebujó en la chaqueta que llevaba, soplando un poco, viendo como su vaho lentamente ascendía hacia el cielo, perdiéndose de sus ojos rojos. Hacía frío. Probablemente podría terminar nevando antes de tiempo. Otoño había dejado paso al invierno antes de tiempo, y eso que el verano apenas terminó hacía tres semanas, las mismas en las que ellos volvieron de aquel lugar.

Oyó el como las puertas del hospital se habrían y procedió a entrar, caminando hacia el ascensor. Con algo de desgana, más como si fuera un simple autómata, Bakugō presionó el botón del piso tres, viendo como lucía en blanco todo su contorno y se apartó, apoyándose en la pared justo detrás de él, bajando el rostro, mordiendo su labio inferior.

Los escasos dos minutos que estuvo en el ascensor, fueron como dos horas para él, pero finalmente la puerta se abrió, dejando ante él un pasillo blanco. Salió del ascensor, dejando que un enfermero con la camilla entrara y se encaminó hacia una de las tantas habitaciones del pasillo, moviendo la mano izquierda dentro de su bolsillo.

Tragó saliva, deteniéndose justo frente a la habitación 301, bajando un poco el rostro y sacando la mano, observando su palma con calma. Suspiró y tomó la manija de la puerta, girándola y procediendo a abrir la puerta de la habitación, mostrando un rostro ligeramente triste, culpable.

Bakugō Katsuki caminó hacia un sillón y dejó su bolso de la escuela en el mismo, pasando a quitarse la chaqueta del uniforme y dejarla en la percha, quedando solamente con su camiseta blanca y la corbata roja sobre el blanco, completamente lisa. Movió sus manos, ligeramente vendadas, y retiró el nudo, desabrochando el cuello de la camisa. Bakugō movió sus ojos, posándolos en la cama de aquella habitación, dejando que un brillo culpable se asomara.

Ojos cerrados. Cables conectados a sus brazos. Una mascarilla cubriendo su boca. Midoriya Izuku había entrado en coma tras aquel enfrentamiento, perdiendo su kosei a manos de aquel sujeto y él no había podido hacer nada, por más que había intentado luchar y salvar a aquel muchacho. Era lo que Bakugō se reprochaba desde que volvieron del infierno.

Nadie había hablado del tema. Nadie le había hecho mención del hecho de que estuvo junto a Deku contra aquel tipo copia barata de All for One. Pero Bakugō lo sabía. Podía sentirlo. Todos en la academia lo miraban con un ligero toque de desprecio, al menos algunos. ¿Cómo era que el que había quedado primero en el Festival Deportivo no pudo ayudar a su compañero? El mismo Bakugō se hacía la misma pregunta. Nain no había sido tan intimidante como All for One. Pero el poder que había manejado realmente fue superior a ellos por demasiado. Parecía que ninguno de sus movimientos lo afectó. Sus heridas se curaron en segundos. ¿Cómo iban a poder detenerlo? Ni siquiera estaba tan loco como para querer morir a manos de aquel tipo. Sin embargo, Izuku si lo había tomado. Se lanzó al peligro y ahora estaba postrado en cama, custodiado por el personal de aquel hospital.

¡El héroe explosivo!Where stories live. Discover now