Πρόλογος

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Entonces caí.

Caí después de haber estado corriendo por horas y haber perdido la noción del tiempo y la razón de hacerlo. Nada me importaba más que seguir en pie y correr en aquel instante, pero no pude soportarlo. Así que caí.

Caí sobre el asfalto recién mojado, pues había empezado a llover haría 8 minutos y no me había ni percatado. No sé si dolió más caer o respirar ya tirada en el suelo. La respiración se me agitaba a cada segundo y mi cabeza no paraba de dar vueltas. Jamás había estado tan mareada como aquella vez.

Cerré los ojos y apoyé mis dos manos suavemente sobre el asfalto. Estaba helado, era consciente de ello, pero puesto que mis manos nunca superan los 10 grados, no era un gran contraste. Intenté abrir los ojos y fue entonces cuando me di cuenta de que la lluvia me estaba dando el mayor baño de mi vida, que los pantalones y mis piernas ya parecían una, y que mi sujetador blanco ya no era tan discreto bajo la blusa.

Comenzó a tronar, más fuerte que en cualquier mito de Zeus, más que en la peor película de terror y me asusté. Estaba sola y no sabía ni dónde. Había centrado todo mi ser en correr y no parar que no estaba pensando a dónde iba ni cómo iba a volver. Miré a los lados y me asusté al ver una oscura silueta a menos de 5 metros de mí.

Sé que me estaba mirando apenado, lo sé. Lo sé porque es la única manera a la que se mira a una chica tirada en la mitad de la nada, bajo la lluvia a las 2 de la mañana.

Recuerdo que se acercó preocupado, incluso intentó ayudarme para que pudiese levantarme, pero en cuanto conseguí ponerme en pie eché a correr. No salió bien, pues no recuerdo nada más que dar dos zancadas y besar el suelo.

¿Qué romántico, verdad?

...
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B O D YWhere stories live. Discover now