Parte 1/2

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La bocina del tren me ha despertado. No sé dónde estamos. Debemos estar ya llegando a Austria. Me estoy empezando a cansar de estar todo el día metido en trenes. Durante el viaje, hemos hecho varios transbordos, pero aunque el tren cambie por dentro y por fuera, sigue siendo un tren. Ghada está mirando por la ventana, a pesar de que en realidad no le interesa nada de lo que está ahí fuera. Yo también he dejado de interesarle.

Seguimos siendo pareja, pero la verdad es que nuestra relación murió junto con sus padres. Y mi hermana. Mis padres decidieron que era mejor que nos fuésemos de Alepo. Nunca se sabe cuándo volverán a teñirse las calles de rojo. Ya hubo explosiones y muertos en nuestra universidad en 2013 y en 2016, así que mi madre piensa que cualquier día puede volver a pasar. En un país en guerra ningún sitio es seguro: ni los hospitales, ni los colegios.

Hace más de un año que murió mi hermana. Desde entonces, mi madre ha ido a peor. Sigue sin asimilarlo, aunque yo tampoco. Aún no he podido borrar de mi cabeza la imagen de mi hermana de trece años sin piernas, por culpa de una bomba que cayó en el parque en el que estaba jugando con sus amigas. Cuando llegué allí, estaban a punto de recoger su cuerpo inerte. La miré a los ojos, pero a pesar de que ella los tenía abiertos, no me pudo ver. Mi hermana se fue para siempre, dejando atrás un charco de sangre, una vida por disfrutar y estas imágenes que seguramente me acompañarán por el resto de mis días.

Los padres de Ghada murieron al de cinco meses. Una bomba impactó en su casa y los mató a ambos. Por suerte, Ghada estaba conmigo en la universidad. Estábamos estudiando cuando la policía la llamó para darle la noticia. En ese momento, la Ghada que yo conocía y que tanto me ayudó a superar lo de mi hermana también se fue para siempre. No tenía más familiares, su hermano mayor murió luchando en la guerra, y su casa estaba destrozada, así que vino a vivir con mis padres y conmigo.

Al principio actuó como si nada hubiese pasado. Estaba siempre alegre, ayudaba en las tareas de casa y seguía siendo la mejor alumna de nuestra clase. No la vi llorar ni una sola vez. Sin embargo, un día, desapareció. No volvió a casa ni a la universidad. La buscamos entre compañeros de clase, mis padres y algunos profesores durante dos días enteros, pero no dimos con ella. La policía no nos ayudó. Seguía habiendo explosiones y había más personas desaparecidas, probablemente sepultadas bajo escombros.

Tuve una corazonada. Fui al lugar donde estaba antes la casa de Ghada y allí estaba ella, tumbada encima de lo que antes fue un tejado, esperando a que una bomba le cayese encima. Seguramente sabía que era poco probable que bombardearan una zona que ya estaba en ruinas, pero capté el mensaje: quería morir.

Al principio me dijo que la dejara allí, pero cuando la cogí en brazos no opuso resistencia. Estaba demasiado débil. No había comido ni bebido en más de dos días. Tampoco parecía haber dormido. La llevé a casa, avisé de que la había encontrado y agradecí a todos la ayuda, aunque no les dije qué hacía Ghada allí. Pensé que era mejor guardarme eso para mí. ¿Qué ventaja tenía que supiesen eso? La hincharían a antidepresivos e incluso la encerrarían en un manicomio, pero sus padres seguirían muertos y yo también la perdería a ella. Puede que haya sido demasiado egoísta... Pensaba que con mi ayuda lo superaría, tal y como lo hice yo con lo de mi hermana, gracias a su apoyo incondicional.

Al de unos días se recuperó, aunque solo físicamente. Comía con normalidad y dormía mucho, pero no volvió a ser la misma de antes. Ghada solo salía de su cuarto para comer e ir al baño y apenas hablaba. Mi madre me convenció para que la dejara tranquila, que lo único que podía hacer era apoyarla y que "ya se le pasaría". No fue así.

Dejó la universidad sin dar ninguna explicación. Cuando compañeros y profesores me preguntaban, les decía la verdad: que le había afectado mucho la muerte de sus padres y que no sabía cuándo iba a volver a clase. A algunos les pareció algo comprensible y a otros no les pareció para tanto. A muchos se nos han muerto familiares. En un ambiente de guerra, la muerte se vuelve algo cotidiano. Al fin y al cabo, cuando las explosiones no paran, sabes que alguna vez le va a tocar a alguien cercano, o a ti mismo.

Hasta luego, Alepo (One-shot)Where stories live. Discover now