Parte 2/2

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El tren se ha parado. Toca hacer transbordo. Ella no se mueve de su sitio.

—Ghada, tenemos que cambiar de tren.

Me ha asentido y se ha puesto de pie. Hemos cogido nuestras maletas y, una vez en el andén, he buscado el número dos. Pone que no sale hasta dentro de dos horas.

—Aún tenemos que esperar bastante. —Ella me ha asentido con la cabeza—. ¿Vamos a tomar algo a esa cafetería? –le he señalado una pequeña cafetería que está dentro de la estación.

Ha levantado los hombros, mostrando un gesto de indiferencia. Lo tomaré como un sí. Nos hemos dirigido ahí con nuestras maletas. Dentro hace mucho calor, así que nos hemos sentado en la única mesa libre de afuera.

—¿Qué quieres?

—Nada.

—Tienes que comer algo... ¿Te apetece un café?

No me ha respondido. Ha dirigido la mirada al tren en el que hemos venido. Mientras ella mira cómo se aleja este, yo he entrado y me he puesto en la cola. Hay unas ocho personas esperando. Demasiadas para mi gusto. Seguramente hayan venido en el mismo tren que nosotros. ¿Irán también a Alemania? ¿Y qué harán allí? ¿Tienen ya una vida organizada o también van con la esperanza de conseguir una vida mejor?

Cuando me ha llegado mi turno, he pedido dos cafés y dos bollos de chocolate que tienen muy buena pinta. A Ghada siempre le han encantado los dulces. Puede que la anime un poco.

Tras pagar, he vuelto a la mesa llevando todo de una sola vez, como si estuviese haciendo malabares. Por suerte no se me ha caído nada, pero me he encontrado con una mesa vacía. No hay rastro de Ghada. Solo están nuestras maletas. Le he preguntado a la pareja de la mesa de al lado si han visto adónde ha ido la mujer que me acompañaba y me han respondido que se ha ido hace unos minutos. Su maleta sigue aquí, así que puede que haya ido a los servicios... Les he pedido que vigilen nuestras maletas y he ido corriendo a los baños. Ahora el problema es que no puedo entrar al baño de mujeres.

—¿Ghada, estás ahí? —He preguntado tras abrir ligeramente la puerta—. Respóndeme, por favor. —No responde nadie; alguien acaba de tirar de la cadena—. ¿Ghada? ¿Eres tú?

Cuando se ha abierto la puerta, ha aparecido una mujer rubia de unos treinta años. Mide poco menos que yo. Me ha puesto mala cara.

—Este es el baño de mujeres —dice ella en inglés.

—Lo sé. Disculpa, ¿sabes si dentro hay una mujer de pelo negro? Tiene mi edad.

—No lo sé, pero si está escondida será por algo. ¿Qué le has hecho?

—Nada. ¿Sabes o no? Dímelo, por favor.

—No lo sé. ¿Y tú quién eres?

—Soy su marido. Ha desaparecido de la cafetería de repente y me preguntaba si ella está ahí dentro...

—¿Tan jóvenes y ya estáis casados? Igual por eso se ha ido. —Ha soltado una carcajada—. Seguramente haya cogido el primer tren que ha podido.

—Ella no haría eso...

—Adiós.

—¡Por favor, dímelo!

Cuando se iba a alejar, la he agarrado del brazo.

—¡No me toques! —ha gritado ella.

Me ha apartado con brusquedad y se ha marchado. Al de pocos segundos ha aparecido una mujer morena, poco más mayor que yo.

—Perdona, —me ha mirado asustada—, ¿podrías decirme si en el baño hay una mujer de pelo negro de mi edad?

—¿Cómo? —parece confusa.

Hasta luego, Alepo (One-shot)Where stories live. Discover now